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En la actualidad, numerosos deportes incorporaron la categoría “mamis”, aunque el término a menudo genera una imagen que no refleja la realidad. Lejos de ser un grupo recreativo sin ambición, este fenómeno representa a una generación de mujeres activas, comprometidas y llenas de energía, que encuentran en la actividad física un espacio para sentirse completas, saludables y realizadas.
QUÉ CURIOSIDAD TIENE EL GRUPO DE MUJERES MAYORES DE 35 AÑOS QUE VOLVIERON AL DEPORTE
El hockey sobre césped se ha convertido en uno de los deportes que más convoca a nuevas jugadoras, pero también a aquellas que se resisten a abandonar la cancha. Un ejemplo claro es el Club Regatas de Avellaneda, que desde 2017 cuenta con su equipo Regatas Vintage.
“La idea surgió mientras nuestras hijas empezaban a practicar hockey. Así nos conocimos con Leti, entre mates y charlas. Como ambas habíamos jugado de chicas y sabíamos que en otros clubes ya existía la categoría, nos miramos y dijimos: ‘¿por qué no hacerlo en Rega?’. Sentimos que era el momento de volver a empezar y de que otras mamás vivieran esta experiencia”, recuerda María Carolina Latorre, actual capitana del equipo.
Con humor, Leticia Gómez, la otra fundadora del grupo, agrega: “Lo hicimos para que cuando me juntara con mis amigas del club de la adolescencia, después de un picadito, no me doliera tanto el cuerpo”.
En aquella época, cuando muchas mujeres mayores de 35 dejaron de jugar por trabajo, estudios o maternidad, no existían espacios como el que Leticia y Carolina impulsaron. Sin embargo, en los últimos años, el hockey mamis creció de forma sostenida. “Pasó de ser algo meramente recreativo —madres que querían probar el deporte que hacían sus hijas— a transformarse en una disciplina con su propio circuito, con entrenamiento físico y social, y abierta a todas las mujeres adultas que quieren jugar.
Hoy ya hay competencias más formales, partidos en formato seven y eleven, y torneos cada vez más grandes. En Regatas ya somos más de 20 jugadoras activas”, detalla Carolina.
Para ella, lo esencial es el espíritu del grupo: “Acá se disfruta de todo: el deporte, la actividad física, la diversión y la pasión. Es un espacio de pertenencia y amistad, donde cada integrante es valiosa. Nadie está por encima del equipo, todas somos una sola”, destaca con entusiasmo.
Leticia, por su parte, remarca el valor humano que aporta el hockey: “Más allá del ejercicio, lo más importante son los valores que enseña un deporte grupal: compartir, aprender, frustrarse y volver a intentarlo. Aceptar las diferencias, ser solidarias, y claro, también intercambiar recetas o consejos de limpieza y belleza”, dice entre risas.
Pero el equipo no se limita a lo deportivo. “Siempre hay un abrazo cuando alguien está triste, una palabra de aliento, una oreja que escucha. Eso también forma parte de Vintage”, afirma Leticia.
Carolina coincide: “Ser parte del grupo te nutre en todos los sentidos. En el tercer tiempo —ese momento sagrado después del partido— nos reímos, charlamos, comemos algo rico y compartimos la vida. Es nuestro espacio social, donde los vínculos se hacen más fuertes”.
Y, como en todo equipo, no falta la guía de una entrenadora. Salomé Roza, directora técnica de Regatas Vintage, explica: “Mi objetivo es transmitir todo lo que el hockey representa: aprendizaje, diversión, competencia y compañerismo. El deporte en equipo abarca lo físico, lo emocional y lo social, y busco que ellas integren todos esos aspectos”.
Aunque admite que el nivel de exigencia suele ser más flexible, Salomé aclara que la motivación y la pasión siguen siendo el motor: “Trabajo con amor por lo que hago, y quiero que mis jugadoras también lo sientan. Que se diviertan, pero que den lo mejor de sí cada vez que entran a la cancha”.