Physical Address
304 North Cardinal St.
Dorchester Center, MA 02124
Physical Address
304 North Cardinal St.
Dorchester Center, MA 02124


Mujeres y disidencias transforman la ruta en un espacio de amistad, solidaridad y compañerismo.
Quien mire de cerca las motos verá los detalles: una foto analógica de la familia pegada en el tanque de la Suzuki 125, un protector repleto de stickers de rutas recorridas sobre las dos ruedas de la Honda, un pañuelo verde atado al volante, un patito tuneado colgando al lado del tablero un sticker de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, otro con la cara de Wanda Nara.
Entre mate y mate circula la charla sobre mecánica, service, motores y marcas, mientras la montaña de cascos, camperas y guantes con protección se acumula al lado de las zapatillas y los tacos de quienes se descalzan para sentarse en un círculo que, sin que lo planearan, se volvió símbolo y postal de una caravana motoquera transfeminista que se hizo colectivo.
Las pibas van copando la plaza y las calles: a veces son 7, a veces 15. A veces, muchas más. Hablan de motos, de trabajo, de sus vidas. Las conversaciones siempre terminan con una pregunta que en realidad es propuesta: “Che, ¿ponemos fecha para la próxima caravana?”.
Hay razones para encontrarse: las motos- especialmente las grandes- parecían ser propiedad de los varones. La libertad de andar en la ruta y sentir el viento que se filtra en el visor levantado del casco era “cosa de hombres”, con la mujer con un rol de acompañante salvo raras excepciones pero hoy y hace años, a fuerza de construcción y manada, esa realidad cambió. Encontrarse es potenciar ese cambio y reconocerse en esta realidad que empezó como rebeldía y cobró fuerzas al calor de la marea transfeminista. Por eso, aunque anden de a una sobre una moto, nunca están solas.
En 2019 las motos llegaron al Encuentro Plurinacional de Mujeres y Diversidades (ENM) que ese año fue en La Plata. Pola ya llevaba tiempo arriba de su mota: trabajo, pero también “sostén en la vida”. Sumarse a esa caravana que llegó a la ciudad la unió al grupo de manera definitiva. “Gracias a la moto conocí a personas maravillosas que hoy son parte de mi familia”, asegura. Es militante LGBTTIQ+ e integra también un grupo de cicloturismo (@contrapedalciclismo). Siempre en dos ruedas.
Pauli también se sumó a la caravana a partir del ENM en 2019. Era profe de pilates y mamá de cuatro hijes. Al año siguiente, con la pandemia, tuvo que cerrar su estudio y la moto se volvió también un modo de subsistencia. Tiene 64 y la moto se volvió parte de su vida: “No la voy a vender nunca”.
Lili Furió es realizadora en cine documental y bailarina de tango, Lau trabaja en atención al cliente, Xoa es trabajadora estatal en Salud y Educación. Ari hace motomensajería y se está por recibir de mecánique en motos. Mariana Casas se recibió de abogada en 2001, fue la primera mujer trans en recibir el título, incluso antes de la ley de identidad de género. Había trabajado más de una década en motomensajería. En 2019 empezó a competir a bordo de una Honda Twister 250 color violeta con el logo de la federación LGBT.
Los orígenes son diversos, pero hay comunión. La caravana es una forma de amistad y compañía: no se trata solamente de elegir una ruta en común sino que es un diálogo constante, indicaciones en el grupo de WhatsApp cuando a alguna se le queda la moto o se le rompe algún repuesto, bancarse la parada cuando a alguna se la roban, juntarse a comer un asado, recomendarse un buen mecánico o mecánica, pasarse laburos-deliverys. La solidaridad y sororidad dentro de esta caravana transfeminista es la regla.
RB / MA