El baile de Trump, el anhelo de ser Perú y el país real que subsiste a los Milei

El baile de Trump, el anhelo de ser Perú y el país real que subsiste a los Milei

El sistema político entró en modo autómata tras la efervescencia electoral. Anemia del empleo y los ingresos de los hogares. Lastres del modelo peruano descriptos por uno de sus hacedores. Spagnuolo, $LIBRA y Espert, expedientes que laten.

La lectura obvia y generalizada es que el Gobierno de Javier y Karina Milei recibió un apoyo contundente en las elecciones legislativas del 26 de octubre. El triunfo cobra un plus de valor, no tanto por el porcentaje obtenido, sino por la crítica situación económica y la precariedad política con las que el oficialismo había llegado a las urnas.

Ciertas extralimitaciones interpretativas sugieren que “la gente decidió bancar el ajuste”, “rechaza al peronismo” y “no quiere más populismo”. Como argumentos del Gobierno son esperables en términos de la confrontación con la oposición, pero conllevan riesgos si se los adopta como lecturas genuinas del resultado electoral.

No existe tal acepción como “la gente” ante un escrutinio que tuvo a 41% a favor del ultra, más un par de puntos de formaciones muy afines, contra 35% del peronismo opositor y 4% de la izquierda. El resto se reparte entre propuestas fluctuantes, con Provincias Unidas a la cabeza, que se acomodan al viento, y que resultó la opción más castigada por el votante, máxime si se computa la poderosa pauta publicitaria de los gobernadores que la impulsaron. Hoy los protagonistas de esa “avenida de la moderación” se esmeran para obtener una foto con Diego Santilli. Tal es el tamaño de su degradación. Si el resultado de octubre hubiera sido inverso, ensayarían la forma del desplante.

La ventaja grosso modo de 45% del oficialismo frente a 40% nítidamente opositor abre camino para que el Gobierno explore mayorías legislativas más estables que las que tuvo en 2024 y dejó de tener en 2025. Los gobernadores peronistas acuerdistas de Tucumán y Catamarca dieron por finalizado el período de ficción opositora y se encaminan a consagrar un interbloque de diputados y senadores junto a sus pares de Misiones y Salta, al que quizás sumen a representantes de San Luis y alguna otra provincia. Algo parecido es esperable de las bancadas que responden al cordobesismo y al nonato santafesismo que intentó esbozar el radical Maximiliano Pullaro, frustrado por el pésimo resultado electoral que obtuvo su fuerza hace tres semanas.

No siempre se repiten los escenarios políticos, pero cabe repasar un antecedente ineludible. Buena parte de los acuerdistas de hoy que provienen de provincias pequeñas del peronismo fueron muy kirchneristas hasta 2015, intentaron dar vuelta la página de Cristina y brindaron con Mauricio Macri hasta 2018, fueron los primeros en anotarse en el Frente de Todos con Alberto Fernández en 2019, pidieron el voto a Sergio Massa en 2023 y demoraron apenas semanas en acercarse a Milei en 2024, pese a que el ultra los despreció como “ratas” y “extorsionadores”.

Los gobernadores peronistas acuerdistas de Tucumán y Catamarca dieron por finalizado el período de ficción opositora y se encaminan a consagrar un interbloque de diputados y senadores junto a sus pares de Misiones y Salta

El cuadro invita a estimar cuánto durará el gesto de autonomía que hoy exhiben, por ejemplo, el tucumano Osvaldo Jaldo o el catamarqueño Raúl Jalil. Esta semana, durante un encuentro de fin de año, una legisladora de las que participarán del interbloque peronista-acuerdista en ciernes no pudo contener la risa al mencionar las migajas que concede la Casa Rosada a su gobernador para garantizarse el apoyo. No obstante, la legisladora dará el paso.

Si no hay nada demasiado nuevo bajo el sol sobre el comportamiento del centrão argentino —importación de un término de la política brasileña, en cuyo Congreso tiene mucho mayor volumen y tradición—, una cuestión más relevante sugiere medir en su justo término la victoria electoral de los hermanos ultras.

Son los salarios…

Los datos del salario marcan que, en el decreciente segmento de los trabajadores formales del sector privado, el nivel se ubica en los valores de noviembre de 2023, que de por sí eran bajos tras el mal año final del Gobierno de los Fernández.

Una invariante de las promesas de derecha que llegan para “sincerar la economía”, constatado con los años de Macri y ahora con los de Milei: cuestionan el poco dinamismo del mercado laboral argentino, pero el primer efecto de sus políticas es que se pierden decenas de miles de empleos de calidad. Con Cambiemos, ese descenso fue de 220.000 puestos de asalariados formales en el sector privado, y con Milei alcanza los 130.000.

El embajador argentino en EE.UU., Alec Oxenford, junto a Karina Milei y Luis Caputo, en la CPAC 2025, en Florida, el 6 de noviembre de 2025.

Los ingresos de los empleados públicos son 15% inferiores a los de dos años atrás y la cantidad de empleos destruidos en el Estado se acerca a 60.000. La narrativa oficialista que reproducen las pantallas de Clarín y La Nación indica que se trataba de ñoquis y choriplaneros; la realidad muestra que el país —más allá del reemplazo de los acomodados de un color por otro— pierde educadores, científicos, técnicos, sociólogos y artistas, por obra de “un topo” poco instruido que “ama destruir el Estado desde adentro”.

La estadística oficial reporta un progreso llamativo en los ingresos de los trabajadores informales. Otro clásico de las reformas promercado, “para que seamos un país normal como Paraguay y Perú”, es que el empleo precario pega un salto, es decir, se flexibiliza de hecho, sin necesidad de modificar la legislación laboral. Si el INDEC es fiel a lo que sucede, por alguna razón compleja, los empleadores de trabajadores no registrados, sin papeles, urgidos por el pluriempleo y en un contexto recesivo, decidieron aumentarles el salario. O bien, como señalan especialistas como Agustín Salvia (UCA), cambió la forma en que el INDEC recaba datos en la Encuesta Permanente de Hogares, y ello repercute en un alza meramente metodológica a la hora de comparar.

La realidad muestra que el país pierde educadores, científicos, técnicos, sociólogos y artistas, por obra de ‘un topo’ poco instruido que ‘ama destruir el Estado desde adentro’

Luis Campos, investigador del Instituto de Estudios y Formación de la CTA-Autónoma, explicó en X dos tendencias centrales de los datos de empleo. El deterioro en los ingresos parece haber llegado para quedarse, porque la línea de tiempo marca una estabilidad en todos los segmentos, incluidos los reportados como de mejor comportamiento. En cuanto a los puestos de trabajo, con un descenso de 223.796 con respecto a noviembre de 2023, las caídas se dan en los sectores público y privado, y casas particulares, contra un aumento del monotributo. Entre los grandes sectores privados, el que más cae es la industria.

El modelo

El tan mentado modelo peruano fue explicado días atrás por uno de sus hacedores, el exministro de producción y exjefe de investigación de mercados emergentes de Barclays Capital y exjefe de estrategia de deuda externa para mercados emergentes del Deustche Bank, Piero Ghezzi. Se sabe que Perú es uno de los países de Sudamérica con las instituciones más inestables, matanzas periódicas en el contexto de protestas sociales y escándalos de corrupción en continuado, pero consagró una conducción económica que transcurre al margen de los vaivenes políticos. Ghezzi es uno de los nombres de esa conducción y La Nación lo entrevistó días atrás.

La primera pregunta fue sobre el mercado laboral. La respuesta no tiene desperdicio.

“En el Perú, el porcentaje de empleo informal es aproximadamente del 70 por ciento. No es que ese número no haya mejorado: hace diez, quince o veinte años, en 2007, según las cifras confiables más antiguas que tenemos, el empleo informal era más o menos del 80 por ciento. Obviamente que 70 o 72 por ciento de empleo informal es inaceptable en cualquier economía. Ésa es la realidad peruana”.

Es decir, a este ritmo —baja de diez puntos porcentuales de la informalidad cada veinte años—, Perú, que lidera desde principios de siglo la estadística de crecimiento en el continente, necesita seis décadas de “progreso” para alcanzar un porcentaje de empleo informal de 40%, que es el que tiene Argentina.

“¿Y el nivel de desempleo?”, consultó la colega Luciana Vázquez.

Respondió Ghezzi:

“El número de desempleo es algo que nadie tiene en cuenta en Perú. Al no haber beneficios laborales al desempleo ni seguro de desempleo, es más o menos irrelevante”.

Más adelante, el especialista explicó que como la economía peruana genera empleos de baja calidad y empuja a una informalidad inconmovible de pequeños comercios, mientras un pilar de su crecimiento está basado en la minería, en la que “la demanda por mano de obra es relativamente baja, pero tiene las ventajas de generación de decenas de miles de millones de dólares de exportaciones”, el país no muestra ninguna capacidad de absorber recursos humanos mejor capacitados. Es decir, aunque Perú registre progresos en las evaluaciones internacionales de su sistema educativo, los jóvenes que emergen de las escuelas no tienen otro destino que realizar en tareas que podrían ejercer si no hubieran pasado por las aulas.

Aunque el economista peruano no parece describir los problemas mencionados como si fueran estructurales —por el contrario, está explicando un caso de “éxito”—, su relato da cuenta de una economía fallida. Perú crece a tasas chinas desde hace décadas, pero la mejora en los ingresos y los trabajos de los hogares es apenas perceptible, tramas delictivas dominan parte del territorio ante la ausencia del Estado —que pesa en menos de 20% del PBI, otro anhelo de Milei—, los conflictos sociales se resuelven con represión ilegal y nadie mide la desocupación porque no tiene sentido. Si el cuadro de Perú es fallido, en Argentina, incluso para su baja autoestima de hoy, sería una tragedia social.

La admiración por Perú tiene lógica ante la naturaleza intelectual y profesional de los equipos liderados por Federico Sturzenegger y Luis Caputo. El país vecino tiene bajo riesgo país, no enfrenta problemas de financiamiento, canaliza inversiones muy relevantes para una economía de su tamaño, centradas en la minería y la pesca, y tiene baja inflación. Su Banco Central es lo que los economistas ortodoxos consideran “independiente”.

Si el cuadro de Perú es fallido, en Argentina, incluso para su baja autoestima de hoy, sería una tragedia

No hace falta denigrar a Milei como lo hizo el humorista estadounidense Jon Stewart en el popular “The Daily Show” (“parece un duende que masturba elefantes”) para darse cuenta de que el álbum de fotos que consigue el mandatario argentino con su par estadounidense, su voz ahogada en el momento en que lo saluda producto de la emoción —la descompostura también cabe ante Rafael Nadal o El Tronquito, corresponde reconocer—, y los tuits de Scott Bessent tienen un valor muy relativo, incluso para aquellos que piensen que esa parafernalia es positiva.

Argentina necesita crecer, ganar competitividad y productividad, recuperar su mercado laboral y dejar de depender de salvatajes sistemáticos como los que consigue Caputo cada cuatro meses, que se amontonan en el renglón de la deuda externa y dejan al país en el punto de partida.

Esa vuelta es la que el mejor presidente de la historia de la humanidad, “el coloso” y “el gigante” no encontraron pasada la mitad de la gestión de Gobierno, pese al apoyo infinito del eje EE.UU.-FMI, el barullo de las pantallas de medios cooptados y el Congreso que vuelve a estar ávido de “darle las herramientas al Presidente”.

Tanto poder y, sin embargo, la suerte del Gobierno de Milei parece estar atada a que las inconductas de Trump con su amigo Jeffrey Epstein no pasen a mayores y a que las batallas arancelarias y las redadas antiinmigrantes no le cobren al republicano un precio altísimo en las elecciones de medio término del año próximo.

Expedientes que laten

Tras las elecciones de octubre, la conducción política del Ejecutivo quedó ratificada en un pilar de los apellidos Milei y Menem en el plano político, y otro de Caputo y el staff surgido del JP Morgan en el económico. Ese es el sistema de poder que toma las decisiones en el Estado argentino. No abundan las lecturas, ni consumos culturales, ni experiencias militantes, ni caminatas por calles del barrios populares. Sobran, en cambio, atardeceres en barrios privados.

Hay tres expedientes que hablan.

Los allanamientos y citaciones a indagatorias dispuestos el viernes por el juez federal Sebastián Casanello a pedido del fiscal Franco Picardi en el expediente de las supuestas coimas orquestadas por Diego Spagnuolo en la Agencia Nacional de Discapacidad alumbran una trama delictiva voraz que apenas se empezó a descubrir. Según confesó Spagnuolo, a la cabeza de todo ello estaban Karina Milei y los Menem. Si el curso de la investigación mantiene el rigor expuesto en las decisiones del juez y el fiscal, dilucidar esa versión será cuestión de tiempo.

El martes próximo, la comisión parlamentaria que investigó la estafa $LIBRA dará su informe final. Allí estarán descriptos trazos sobre giros de dinero, cajas fuertes vaciadas, conexiones con la Casa Rosada, extorsiones y probables destinatarios finales. Por caso, quedó acreditado que Hayden Davis, el pelirrojo que se vanagloriaba de manejar a Karina y Javier Milei con un joystick, realizó una transferencia por US$500.000 en el mismo momento en que se encontraba reunido con el Presidente en Casa Rosada.

Hayden Mark Davis junto a Javier Milei en la Casa Rosada.

En Argentina, el juez a cargo del expediente es Marcelo Martínez de Giorgi y el fiscal, que instruye la investigación, es Eduardo Taiano. Es decir, la garantía de que el expediente no producirá ningún efecto relevante se acerca al 100%, pero hay una investigación paralela en el Distrito Sur de Nueva York, que los prestidigitadores de Comodoro Py no dominan.

Hayden Davis, el pelirrojo que se vanagloriaba de manejar a Karina y Javier Milei con un joystick, realizó una transferencia por US$500.000 en el mismo momento en que se encontraba reunido con el ultraderechista en Casa Rosada

El tercer caso latente es la investigación sobre José Luis Espert y Federico “Fred” Machado. Tramita en un juzgado federal de San Isidro y se encuentra en plena instrucción.

Espert, que eligió como abogados a Alejandro Freeland y Santiago Kent, acaba de pedir la nulidad del expediente. Sus letrados se caracterizan por irrumpir en los casos a los codazos. Así lo hicieron dos meses atrás, por caso, cuando representaron a la Droguería Suizo Argentina, de los Kovalivker, supuestos cómplices de los Menem y Karina Milei. Freeland y Kent dejaron esa defensa cuando comenzaron a trabajar para Espert.

El caso Machado describe la forma en que un economista montó una candidatura presidencial con el fin de hacer negocios y, en ese camino, se encontró con el financiamiento de un empresario sospechado en EE.UU. de ser narcotraficante y haber cometido un fraude por centenares de millones de dólares. Espert se asomó a la política de la mano un colega llamado Javier Milei. Entre acercamientos y distanciamientos, ambos se cruzaron acusaciones gravísimas de corrupción. Mientras la suerte de Machado será decidida en cuestión de días o semanas por fiscales de Texas, con quienes el argentino intentará negociar una pena, el registro contable del fideicomiso que alumbró el caso sigue aportando montos de dinero y destinatarios.

¿Qué pasará con esos expedientes?

Uno de los integrantes de la comisión parlamentaria sobre $LIBRA se sinceró sobre los efectos que tendrá el informe a ser presentado el martes. “Por ahora no va a pasar nada, ningún juez o fiscal va a tomar una decisión, pero guardarán la información en el cajón. Cuando cambien los tiempos políticos, van a ir todos en cana”.

SL

slacunza@eldiarioar.com