La quiebra de La Suipachense expone el colapso del sector lechero: “El pueblo está sobreviviendo a base de rifas”

La quiebra de La Suipachense expone el colapso del sector lechero: “El pueblo está sobreviviendo a base de rifas”

La histórica empresa de Suipacha dejó a 142 familias sin ingresos y golpea a toda la localidad de 12 mil habitantes. El caso refleja una crisis láctea que se expande en buena parte del país. Datos, contexto y el testimonio de un trabajador que vivió el cierre desde adentro.

El pueblo bonaerense que votó a Milei y desde hace una semana tiene parada su principal fábrica

El cierre de La Suipachense se convirtió en una de las postales más crudas de la crisis láctea. La planta, que empleaba a 142 trabajadores, dejó de funcionar en medio de deudas acumuladas, deterioro operativo y lo que el intendente definió como “abandono empresario” y hostilidad en cada instancia de negociación. La caída golpeó de lleno a Suipacha, una localidad de 12.000 habitantes que perdió uno de sus motores económicos y vio paralizarse buena parte de su actividad comercial.

El caso no es aislado. La industria atraviesa un derrumbe que abarca a firmas grandes, medianas y pequeñas. La Justicia decretó la quiebra de ARSA, responsable de los yogures y postres SanCor, con su planta de Sunchales paralizada y más de 400 empleados despedidos y sin cobrar. La empresa, creada en 2019 para sostener la línea de refrigerados, terminó bajo control de inversores vinculados a Vicentin y BAF Capital, que prometieron capitalizarla pero dejaron un rastro de sueldos impagos y desinversión total.

A esto se suman situaciones críticas como la de Lácteos Verónica, con más de 3.500 cheques rechazados por $12.600 millones y una producción mínima; y la de SanCor, que opera casi exclusivamente para terceros, con 300 pedidos de quiebra y deudas superiores a $20.000 millones. También figuran plantas medianas como La Lácteo o Sudamericana de Lácteos, esta última con más de $350 millones adeudados a tamberos.

El cierre de La Suipachense se convirtió en una de las postales más crudas de la crisis láctea.

Según los especialistas, la crisis se debe a la caída del consumo, la leche cruda más cara, las exportaciones poco competitivas y el incremento permanente de los costos de energía, logística e insumos.

“Se te viene el mundo abajo”: la caída de la planta en primera persona

Para Walter Oliva, trabajador de La Suipachense durante 25 años, el cierre fue algo más que la pérdida de un empleo. Ingresó a los 18 años en el área de mantenimiento y construyó allí toda su vida adulta. “Tengo más de media vida en la fábrica”, dice, y recuerda que “en 25 años me he dormido 10 minutos en tres oportunidades”.

En los últimos meses, asegura, la planta “funcionaba gracias a los trabajadores”, que aportaban herramientas, ropa y hasta computadoras personales para sostener la producción.

El día que apagaron la caldera —una máquina que opera las 24 horas— marcó el final definitivo. Para él y sus compañeros fue un golpe emocional. “Era apagarla para siempre”, dice. La situación tuvo consecuencias físicas: un operario de 26 años sufrió un infarto, que Oliva atribuye directamente al estrés. “De la mala sangre”, especifica.

Padre de tres hijos, Walter Oliva describe la angustia que atraviesan en su hogar. “La familia entera se te viene abajo. Pasamos por incertidumbre fatal, sin ingresos y sin respuestas claras sobre su futuro laboral. Nuestra realidad es muy fea. No lo merecemos”, lamenta.

La industria atraviesa un derrumbe que abarca a firmas grandes, medianas y pequeñas.

El pueblo que sobrevive con rifas solidarias

El cierre de la planta no solo dejó sin empleo a los trabajadores directos. También destruyó el circuito económico local. Según Walter, el pueblo perdió de un día para el otro $300 millones en salarios que ya no ingresan a la economía local, es decir $10 millones diarios.

“La pobreza se ve en todo el pueblo, porque la fábrica era el corazón económico de Suipacha y esto nos devastó a todos”, dice.

Según narró el extrabajador lácteo, las familias intentan sostenerse con colectas que permiten comprar tortafritas, carne o arroz. “El pueblo sobrevive con rifas. Nos ayudamos entre todo los vecinos con colectas y de esa forma podemos comer todos los días lo básico”, advierte.

La debacle láctea se desarrolla en un contexto nacional de destrucción del empleo.

Muchos recurren a changas —cortar el pasto, lavar autos—, aunque la indefinición laboral les impide buscar un empleo formal. “No sabemos qué va a pasar con nosotros”, repite Oliva.

El acampe frente a la planta se convirtió en un espacio de contención. Allí funcionan ollas populares todos los días y, en algunos casos, hasta se festejaron cumpleaños de 15. “Estamos todos juntos, pero es tristísimo, hasta cumpleaños de 15 se festejaron en el acampe”, resume.

Crisis sistémica

La debacle láctea se desarrolla en un contexto nacional de destrucción del empleo. Desde diciembre, el sector privado perdió 29.000 puestos registrados y se estima una merma neta de 15.000 empleos formales. Grandes compañías como Vicentin, YPF, Acindar, Nissan, Scania, Refinor, Dass, SanCor, General Motors y Bridgestone aplicaron despidos o suspensiones, a las que se suman Halliburton, Ledesma, Kimberly Clark, Molinos, Nestlé, Ternium, Pirelli, Tenaris, Bagó, Raízen y Fecovita.

La lechería, sin embargo, es uno de los sectores más golpeados. Hay plantas paralizadas, marcas históricas al borde del cierre y una importante cantidad de trabajadores sin cobrar. La recuperación, advierten especialistas, dependerá de reglas estables, capital real e intervención urgente para reordenar la cadena.

LN/MG