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Hay personas que limpian sin cesar, una y otra vez, sin permitirse descanso. Si no están trabajando, comiendo o durmiendo, están ocupadas limpiando. Aunque su casa luce impecable, quienes las rodean suelen preguntarse la razón por la cual tienen este comportamiento.
QUÉ SIGNIFICA LIMPIAR CONSTANTEMENTE LA CASA SEGÚN LA PSICOLOGÍA
Cada persona tiene su propio nivel de orden y limpieza en el hogar: algunos son más meticulosos y otros más relajados con las tareas domésticas. No obstante, mantener un cierto equilibrio es fundamental para la salud y el bienestar dentro del espacio en el que vivimos. El problema surge cuando esa búsqueda de orden se lleva al extremo. Según la especialista Leticia Martín Enjuto, la clave para mantener un equilibrio está en la flexibilidad.
“La limpieza saludable es flexible”, explica la experta. “Responde a una necesidad real de higiene o comodidad, pero no genera malestar si un día no se realiza. Permite disfrutar de un ambiente agradable sin transformarse en una obligación permanente”.
Por el contrario, Martín Enjuto define la limpieza compulsiva como aquella que se vive con urgencia y culpa. En estos casos, la persona siente que debe limpiar aunque no haya una necesidad concreta; si no lo hace, aparece la ansiedad. “La diferencia no radica en la acción de limpiar”, aclara la psicóloga, “sino en la rigidez del comportamiento y en el impacto que tiene sobre el equilibrio psicológico”.
Una vez detectada la compulsión, es posible explorar sus causas y manifestaciones. La ansiedad, por ejemplo, suele estar estrechamente vinculada con este tipo de conductas.
“En consulta observamos que la limpieza excesiva se convierte en una estrategia de control frente a la ansiedad”, señala Leticia. “Cuando sentimos que hay aspectos de nuestra vida que escapan a nuestro control, ordenar y limpiar nos brinda una ilusión de estabilidad y dominio”.
Sin embargo, el alivio que produce este control es transitorio. El problema aparece cuando la conducta pasa de ser una elección consciente —“ordeno porque me ayuda a calmarme”— a una necesidad rígida —“si no ordeno, no puedo estar en paz”.
El perfeccionismo también cumple un papel importante en esta dinámica. “Buscar que todo esté impecable se convierte en una meta constante, y cualquier mínima imperfección genera frustración”, comenta Martín Enjuto. “Ese ideal de perfección es casi inalcanzable, lo que perpetúa una sensación de insatisfacción y tensión interna”.
De hecho, este perfeccionismo suele ser el origen de la rigidez que caracteriza a quienes desarrollan una obsesión por la limpieza. “Se prioriza tener la casa perfecta antes que disfrutar del descanso o del tiempo compartido. Lo que al principio era una forma de cuidado termina convirtiéndose en una fuente de presión”, agrega la especialista.
Afortunadamente, esta conducta puede trabajarse y modificarse. “El primer paso es reconocer que no siempre limpiamos por una necesidad real”, explica Leticia. “Preguntarnos qué emoción estamos intentando evitar es fundamental”.
En los casos en que la rutina diaria se ve afectada, la recomendación es buscar acompañamiento terapéutico. En ese espacio, “podemos aprender a identificar los estados emocionales internos y darles lugar sin depender de la acción compulsiva de limpiar”, concluye la psicóloga.