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Este microgesto ocurre en apenas una fracción de segundo y suele pasar desapercibido para quien lo emite, pero no así para los observadores entrenados. Desde la ciencia del comportamiento humano coinciden en que estos movimientos automáticos revelan mucho más de lo que se dice con palabras.
QUÉ SIGNIFICA MOVER LAS CEJAS ANTES DE HABLAR SEGÚN LA PSICOLOGÍA
Dentro del universo de los microgestos más analizados por la ciencia, uno de los más estudiados es la leve elevación o contracción en el centro de las cejas que aparece instantes antes de comenzar a hablar. Suele manifestarse en contextos de tensión social, como exposiciones públicas, charlas complejas o presentaciones formales, y ocurre con tal velocidad que muchas personas ni siquiera son conscientes de haberlo realizado.
Diversas investigaciones, entre ellas las desarrolladas en la Universidad de Portsmouth y mediante el sistema Facial Action Coding System (FACS), demostraron que el rostro puede anticipar emociones que todavía no fueron verbalizadas. En este caso, el movimiento activa músculos vinculados a la cautela y la duda. Si bien los gestos faciales siempre deben interpretarse con prudencia, los especialistas en comunicación coinciden en que este microgesto funciona como una señal temprana de vacilación, sobre todo cuando aparece junto a respiración agitada o movimientos nerviosos de las manos.
Desde la psicología se sostiene que este gesto cumple una función de autoprotección. El cerebro lo activa al evaluar un posible riesgo social, como enfrentar una crítica, sentirse observado o no estar completamente seguro de lo que se va a decir. De este modo, forma parte de un circuito emocional que regula la interacción con los demás.
Sin embargo, este movimiento no se asocia únicamente al nerviosismo. La ciencia del comportamiento indica que también puede aparecer en personas con un perfil altamente analítico, cuyo procesamiento mental avanza más rápido que su expresión verbal. Aun así, cuando se repite con frecuencia antes de hablar, termina convirtiéndose en un indicio sutil de inseguridad, perceptible incluso en intercambios cotidianos.
Estudios presentados por la Human Behaviour and Evolution Society explican que el rostro humano evolucionó para emitir señales rápidas que permitan a otros interpretar estados internos. Las cejas, por su visibilidad y movilidad, cumplen un rol fundamental en ese proceso. Frente a la inseguridad, el sistema límbico envía impulsos que generan tensiones breves en esa zona, dando lugar a movimientos casi imperceptibles que surgen incluso antes de que la persona registre conscientemente el temor.
Los expertos en comunicación no verbal señalan además que este gesto aparece con mayor frecuencia en personas que temen equivocarse o que se sienten bajo observación. En entornos laborales resulta especialmente visible durante reuniones, exposiciones improvisadas o respuestas espontáneas. Aunque parezca mínimo, estos movimientos influyen de manera directa en cómo otros perciben la seguridad, el liderazgo o la autoridad de alguien.
A pesar de ser un reflejo automático, puede atenuarse mediante estrategias simples. Los psicólogos recomiendan aumentar la conciencia corporal, ya que registrar cuándo el cuerpo entra en tensión permite anticipar la aparición del microgesto. La respiración profunda antes de hablar reduce la activación del sistema nervioso y suaviza la expresión del rostro.
También resulta útil incorporar pausas conscientes antes de responder. La evidencia científica indica que demorar medio segundo favorece la coherencia emocional y disminuye los gestos involuntarios. A esto se suma el trabajo sobre la postura: mantener una posición abierta y relajada impacta sobre la musculatura facial y reduce la probabilidad de que el gesto de cejas vuelva a aparecer.