Cuál es el verdadero significado de no querer armar el arbolito de navidad según la psicología

Cuál es el verdadero significado de no querer armar el arbolito de navidad según la psicología
No todas las personas experimentan entusiasmo al momento de montar el árbol navideño y, de acuerdo con especialistas en salud mental, esta falta de motivación puede estar ligada a distintos factores emocionales. Para muchos, la decoración simboliza alegría y unión; sin embargo, para otros puede activar recuerdos desagradables, sensaciones de tristeza o el estrés acumulado propio de esta etapa del año.

A diferencia de lo que ocurre en la niñez —cuando la expectativa por los regalos y los encuentros familiares ocupaba el centro de la escena—, la vida adulta suele atravesarse por ausencias, conflictos pendientes o distancias que modifican el modo en que se vive esta celebración.

QUÉ SIGNIFICA NO QUERER ARMAR EL ARBOLITO DE NAVIDAD SEGÚN LA PSICOLOGÍA

El doctor Rolando Salinas (MN 72241), jefe del área de Salud Mental del Hospital Alemán y docente de Psicología de la Salud en la Universidad Católica Argentina (UCA), explicó a Infobae: “Por lo general, las fiestas de fin de año representan un momento de encuentro y acercamiento familiar. No obstante, es necesario reconocer que también implican un nivel de estrés asociado a la organización de las reuniones, los balances laborales y personales, y las preocupaciones excesivas, que muchas veces derivan en ansiedad”.

De acuerdo con el especialista, diciembre suele intensificar los duelos por quienes ya no están. “Muchas personas vuelven a conectar con pérdidas, fallecimientos, rupturas familiares y, en el contexto actual, con la distancia de los hijos que emigraron. Los padres, especialmente en edades más avanzadas, se alegran por los logros de quienes partieron, pero también sienten con mayor fuerza su ausencia”, señaló.

Salinas agregó que la transformación de las familias tradicionales también tiene efectos en cómo se viven las celebraciones: “Puede generar cierto estrés adaptativo al enfrentarse a configuraciones más diversas y dinámicas de convivencia más complejas”. Todos estos aspectos influyen en la decisión de preparar —o no— la casa con adornos navideños.

Entre las razones más habituales por las que algunas personas optan por no montar el arbolito se encuentra la presión emocional por mostrar alegría. Los especialistas coinciden en que esta época del año exige entusiasmo incluso cuando las circunstancias personales no acompañan.

El cansancio acumulado hacia el final del calendario también juega un papel importante. Las demandas laborales, económicas y sociales incrementan el estrés, por lo que muchos prefieren evitar sumar actividades adicionales. A esta fatiga se suma el duelo por los ausentes, ya sean seres queridos fallecidos o familiares y amigos que emigraron y no pueden participar de las celebraciones.

La soledad es otro punto relevante, especialmente para quienes carecen de redes afectivas y perciben esta época como una exposición más intensa a esa realidad. También hay quienes optan por rituales alternativos y eligen vivir la Navidad de manera más simple o alineada con sus propios valores.

El sociólogo Thomas Henricks, profesor en la Universidad de Elon, definió en Psychology Today distintos perfiles que suelen hacerse visibles durante las fiestas.

El primero es el “controlador”, caracterizado por personas con una visión rígida sobre cómo deben desarrollarse las celebraciones y que suelen asumir la mayor parte de la organización. Aunque su compromiso puede facilitar el proceso para otros, también puede ser fuente de tensiones.

El segundo grupo es el del “forastero”, que reúne a quienes viven solos, cuentan con recursos limitados o simplemente prefieren no participar de reuniones sociales. En esta categoría también suelen incluirse personas introvertidas que se sienten desconectadas del espíritu festivo dominante.

Henricks menciona además al “atrapado”, aquel que asiste a compromisos navideños más por obligación que por deseo. La presión familiar o social lo empuja a participar de encuentros que preferiría evitar, exponiéndose incluso a conflictos no resueltos.

Finalmente aparece el perfil de los “sobrecargados”, quienes atraviesan estas semanas con escaso tiempo y energía, lo que vuelve difícil sostener el ritmo de las celebraciones.