Un viaje intenso por siete estaciones es lo primero que le baja al compositor, multiinstrumentista y cantante Diego Serna cuando tiene que definir su nuevo disco. Siete, porque tales son las piezas que pueblan el sesudo trabajo, cuyo nombre está a la altura de lo que se escucha: Trance Zonda. “Desde el principio, me inundó la idea de un viento poderoso que intente despejar el corazón de ciertos dolores individuales y colectivos”, detalla él, acerca de la punta de lanza de un disco –el tercero en su haber solista-, que por supuesto tiene otros deslindes. Uno es que fue grabado en su casa. Otro es que esa casa, durante los momentos de grabación, fue habitada por todo tipo de investigaciones sonoras, improvisaciones e instrumentos. Flautas, pianos y percusión, entre ellos. Y un tercero, el brazo conceptual de Fe, esperanza y carnicería, libro de Nick Cave que acompañó a Serna tanto en el duelo como en la creación. “Duelo, por la dolorosísima e incomprensible muerte de mi hije adolescente, lo cual obviamente cambió el mapa de mi vida, arrasando todo lo anterior. En paralelo, también aparece el profundo dolor que atravesamos como país en manos de un gobierno fascista y destructivo. Obviamente, todo esto se convirtió en una lucha, en un trance en el que aún voy”, sostiene el músico.
-¿Dónde está el nudo o la pata musical en este trance en el que aún vas?
-En la idea del círculo, del loop, como repetición y como descubrimiento. Lo que suena en la mayoría de las piezas del disco está alrededor de esa idea. Pero no son loops robóticos sino orgánicos, porque radica en un diálogo con la repetición que genera nuevas configuraciones. En fin, espero seguir abriendo el rumbo y el lenguaje de mi búsqueda artística… Creo que el compromiso sincero con tu decir artístico es una forma de lucha que no debe detenerse nunca ante las atrocidades de esta civilización ególatra y destructiva.
El flamante Trance Zonda ocupa el tercer lugar en la línea sucesoria de discos de Serna, que arranca con Otra orilla y sigue por Cosmic Terruño, disco que dobla en cantidad de temas al sucesor. Y que expresa –aquel- un habitáculo sonoro poblado por ribetes maquinales tanto como bucólicos y acústicos. “Pero Trance Zomba se parece más al primero que al segundo”, asegura Serna, desde adentro de sus tres discos, por supuesto. El motivo es no solo que ambos trabajos son instrumentales, sino que al flamante “se le ven todas las costuras”, algo que en Cosmic Terruño estaba mucho más cuidado. “Deliberadamente, en Trance Zomba dejé errores, ruidos, señales de estar en obra, con imperfecciones, respiraciones y toses. Es y seguirá siendo un disco ´en proceso´”, admite quien fuera director de música de las escuelas Tademus y Aequalis, y quien es aún seguidor de la asociación budista Soka Gakkai.
-¿Gravita tu budismo en este disco?
-Lo que gravita, diría yo, es el impulso certero de decir lo que tu vida exige que digas en éste aquí y ahora, a través de tu arte. Y unirte a otras voces diversas que también buscan reconstruir lo humano que perdimos en el camino. La filosofía es sostén como visión del mundo, y la experimentación requisito indispensable. Necesitamos volar, imaginar mundos nuevos que estén en éste, y luchar cada día para vencer al fascismo. Es intolerable que estemos viviendo en medio de masacres, persecución política, discriminación y cárceles del alma, sólo para saciar la sed de riqueza de unos pocos. Crear sinceramente arte desde y para el pueblo, al cabo, es otra forma de decir basta.