El laberinto del que no escapan las coaliciones de centro: conseguir que los voten quienes están hartos de Milei y el PJ

El laberinto del que no escapan las coaliciones de centro: conseguir que los voten quienes están hartos de Milei y el PJ

Entre la polarización y las urgencias provinciales, los espacios no oficialistas ni peronistas chocan contra los mismos muros de ese intrincado camino político-electoral: fragmentación, unidad difícil de lograr, ausencia de propuestas desgaste de nombres y la dificultad de mostrarse como opción real.

Julio Zamora: “No somos la avenida del medio, sino una alternativa de poder real y concreto”

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Cuando millones de bonaerenses elijan hoy a sus representantes en la Legislatura provincial, el tablero –salvo un milagro— volverá a ordenarse bajo la lógica binaria que domina la política argentina. De un lado se ubican La Libertad Avanza aliado al PRO; del otro, el peronismo de Axel Kicillof. Entre ambos extremos, las terceras fuerzas intentan abrirse paso. Lo hacen con el discurso de la renovación y la promesa de superar la grieta, aunque con caras conocidas que pueden sumar adhesiones porque se les atribuya experiencia e inclusive un historial digno en la función pública, pero generan dudas sobre la autenticidad de esa apuesta. Para ellas, cada movimiento parece un pasillo distinto del mismo laberinto: avanzar sin toparse con muros invisibles que las devuelven al mismo punto de partida.

La apuesta más ambiciosa es Somos Buenos Aires, una coalición que reúne a la UCR, la Coalición Cívica, el GEN de Margarita Stolbizer, el Partido Socialista y varios intendentes que rompieron con Milei o con el kirchnerismo. Su lema es claro: construir consensos más allá de la polarización. Su problema también: convencer a la opinión pública de que no son “más de lo mismo”, o de que al menos no tienen nada que ver con el clan Milei ni con el clan Kirchner.

La lista lo muestra con nitidez. En la Primera Sección compite Julio Zamora, intendente de Tigre enfrentado a Sergio Massa; en la Tercera, Pablo Domenichini, rector de la Universidad de Almirante Brown; en la Cuarta, Pablo Petrecca, jefe comunal de Junín. La nómina se completa con intendentes radicales como Maximiliano Suescun (Rauch) y Fernando Martini (Roque Pérez), además de Andrés De Leo en Bahía Blanca y Pablo Nicoletti en La Plata. Todos con gestión, todos con historia, ninguno con la frescura de un debutante. La Corea del Centro se arma con dirigentes probados, aunque quizás poco novedosos.

La Legislatura bonaerense tiene 138 integrantes: 92 diputados y 46 senadores. Se renueva por mitades cada dos años: este 2025 se eligen 46 diputados y 23 senadores, distribuidos en las ocho secciones electorales.

Zamora defiende el armado como “una síntesis de tradiciones” y plantea reformas como un IVA bonaerense para corregir la coparticipación o un refuerzo en seguridad. “No nos vemos como la avenida del medio, sino como una alternativa de poder real y concreto”, aseguró a este diario.

En la Segunda Sección no juega Somos Buenos Aires. Allí, el intendente Manuel Passaglia impulsa su propio espacio, Hechos, de tono vecinalista. Gobernó bajo la marca de Juntos por el Cambio, pero se apartó de Milei y del peronismo. Su aparición confirma que los intendentes buscan marcar territorio, aunque sin una conducción provincial que unifique esfuerzos.

A la par surge Potencia, el frente liberal-republicano liderado por María Eugenia Talerico, con el constitucionalista Félix Lonigro como figura en la Primera Sección. El espacio denuncia que el resto de la oferta se nutre de “reciclados del peronismo y el massismo”, aunque carece de intendentes y estructura territorial. El riesgo es claro: nombres resonantes sin votos asegurados.

En un segundo plano se anotan Nuevos Aires, con el penalista y panelista de TV Mauricio D’Alessandro, y Es con Vos, es con Nosotros, con Gustavo Arabia. Fragmentados, sin cohesión ni liderazgos fuertes, buscan visibilidad más que poder real.

Roberto Lavagna, junto a su tropa, durante la campaña electoral del 2019.

El centro no garpa nunca

La dificultad para romper la polarización no es nueva. En 2015, Sergio Massa y José Manuel de la Sota arañaron 5 millones de votos, pero quedaron fuera del balotaje. En 2019, Roberto Lavagna no superó el 6%. En 2023, un outsider como Milei arrasó con el descontento y relegó al centro a la irrelevancia. Hoy, la incógnita es si en unas legislativas —sin cargos ejecutivos en juego— puede haber revancha.

En parte, la dificultad está en que las terceras vías quedan siempre atrapadas en la lógica de los extremos: si buscan diferenciarse demasiado, corren el riesgo de diluirse; si se acercan a uno u otro polo, terminan absorbidas. Ese equilibrio imposible las condena a ser vistas como opciones transitorias o testimoniales, más preocupadas por marcar distancia que por construir un proyecto propio capaz de disputar poder real.

La “avenida del medio” tuvo en Massa y Sáenz uno de sus experimentos más ambiciosos, pero el camino también desembocó en la polarización.

El votante bonaerense se encuentra atrapado entre dos fuerzas que concentran el poder real: la que conduce la Nación y la que gobierna la Provincia. La tercera vía tiene un mercado potencial enorme, entre quienes desconfían de Milei y quienes rechazan al peronismo. Pero las dudas son siempre las mismas: ¿qué proponen? ¿quién los lidera? ¿para qué sirven?

En ese contexto, los intendentes del medio parecen recorrer un laberinto sin salida clara: apuestan a la gestión local y a la cercanía con sus vecinos, pero no encuentran la salida que los proyecte más allá de sus distritos. La misión imposible de 2025 es hacer visible un camino distinto entre dos gigantes que dominan la escena: el Presidente y el gobernador.

La ausencia de propuestas claras

Más allá de los diagnósticos sobre la grieta, lo que aparece en falta es un programa concreto que atraiga a los votantes desencantados. Los espacios de centro prometen escapar del ring de la polarización, pero rara vez explicitan cómo transformarían la economía, qué política social aplicarían o de qué manera encararían la seguridad. La narrativa de la “superación” queda bien en campaña, aunque se vuelve insuficiente para quienes esperan respuestas tangibles.

La duda que sobrevuela es si la verdadera propuesta del centro no es más que “no ser Milei ni peronismo”. Un argumento negativo, basado en la exclusión de los otros, que puede servir para llamar la atención, pero difícilmente alcance para consolidar una identidad propia. En esa indefinición, el votante se pregunta qué futuro le ofrecen estas coaliciones: ¿ser apenas una bisagra, un espacio de negociación, o un proyecto con capacidad de gobernar?

A esto se suma la incertidumbre sobre su comportamiento legislativo. Si llegan al Congreso, ¿podrán sostener una bancada cohesionada o terminarán sumándose a los bloques mayoritarios? La historia reciente está llena de ejemplos de diputados que entraron por la “tercera vía” y, al poco tiempo, se integraron a una de las dos grandes orillas. Esa fragilidad convierte al centro en una promesa difícil de sostener, un sendero enmarañado y viboreante que siempre corre el riesgo de desembocar en el mismo callejón de la polarización.

JJD/MG