El mensaje - 7 puntos
Argentina, 2025
Dirección y montaje: Iván Fund
Guion: Martín Felipe Castagnet e Iván Fund
Fotografía: Gustavo Schiaffino
Duración: 91 minutos
Intérpretes: Mara Bestelli, Marcelo Subiotto, Anika Bootz y Betania Cappato.
Estreno exclusivo en salas.
Anika es una nena, tendrá como mucho diez u once años y hay cosas que no entiende. Por qué tiene que nebulizarse todos los días, por ejemplo. Sin embargo, Anika se comunica con los animales. No habla con ellos, pero los escucha, es capaz de comprender qué les pasa, qué sienten, qué piensan y traducirlo en palabras humanas. Por eso viaja por los pueblos en camioneta con Roger y Myriam, que quizás sean sus padres, sus abuelos u otra cosa, ofreciendo su don para ayudar a resolver los vínculos rotos entre las personas y sus mascotas. Esa es la historia simple que cuenta El mensaje, la última película del cineasta entrerriano Iván Fund, que a comienzos de este año fue premiada en la Berlinale con el Oso de Plata.
“Si el dolor está en el alma no se resuelve yendo al médico”, le explica Myriam a una clienta antes de que Anika se conecte con su gato, que se encaprichó y ahora no sale de bajo la escalera. Algo de eso tal vez también le ocurre a Anika (y a Myriam y a Roger). Hay algo que los sujeta, que les impide terminar de funcionar como una familia. Un dolor que no es del cuerpo. Yendo de pueblo en pueblo, viajando por rutas de tierra que atraviesan campos infinitos, los tres parecen ir en busca de un destino. “Cuando el animal está pasando de un plano a otro, hay que esperar un tiempo para contactarlo, porque está muy angustiado”, vuelve a explicar Myriam para confirmar que Anika también puede comunicarse con las mascotas muertas, pero parece que hablara de ellos tres.
Roger, Myriam y Anika deambulan. No parece haber un destino claro en ese camino que recorren juntos y que, como en los versos de Antonio Machado que Joan Manuel Serrat hizo canción, parece ir haciéndose al andar. La morfología pampeana, con su horizonte amplio y sin obstaculos, se presta para que esa idea se consolide: visto desde el parabrisas de la camioneta en la que viajan, el paisaje se asemeja a una cinta sin fin delante de la cual se proyecta una imagen que casi no cambia. Todos los árboles parecen el mismo (tal vez lo sea) y cada pueblito es igual al anterior, como si en lugar de viajar en camioneta estuvieran corriendo en la rueda de un hamster. ¿Qué habrá más allá de esa frontera inalcanzable que es el horizonte en la llanura?
El mensaje juega todo el tiempo con esa idea de tránsito, de viaje iniciático de final incierto. Un camino de cambios que Anika atraviesa de forma literal: ella está empezando a perder sus dientes de leche, señal clara de que su infancia se termina. La relación de la niña con los dos adultos es extraña y por momentos se parece a la explotación, aunque todo está muy lejos de ser sórdido. Por el contrario, el vínculo con ellos desborda ternura, cuidado y amor. Hay un hecho que, transcurridos dos tercios de la película, operará un cambio ante el cual ninguno de los protagonistas quedará indiferente. Pero sus efectos recién se revelarán sobre el final, en una escena conmovedora en la que el montaje construye un abrazo de a tres, valiéndose de un juego con los reflejos en el vidrio de la camioneta.
El de Fund es un cine de la paciencia. No solo la que demanda del espectador, que debe aceptar la idea de dejar el apuro en la puerta de la sala y animarse a fluir con el ritmo amable y plácido, pero a la vez firme, que propone el director. También es la que él mismo se impone, dejando que los planos y los travellings se extiendan todo lo que haga falta, imperturbables, hasta que la imagen elegida se grabe en las retinas si es necesario, con tal de capturar la esencia de cada cuadro registrado por su cámara. En El mensaje el tiempo funciona como una red de seguridad. Corre distinto, sin prisa, a la velocidad que sus personajes necesitan para avanzar con confianza, aun cuando viajan tranquilos rumbo a lo desconocido. Quizás eso sea la felicidad.