El misterio sin fin de Cecilia Giubileo cumple 40 años

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Se cumplieron cuarenta años de la desaparición de la médica Cecilia Giubileo y aún perduran muchos mitos sobre un caso que conmocionó a la opinión pública durante largo tiempo. Sin embargo, a pesar de que la causa prescribió en el año 2000 y poco después la justicia dictaminó sobre ella “ausencia con presunción de fallecimiento”, Página/12 logró información que permite orientar las sospechas hacia algunas de las tantas teorías que dieron vueltas en aquel momento de búsqueda infructuosa sobre su paradero. Así lo indican las revelaciones que una persona muy cercana a la familia le realizó a este periodista y el acceso a documentos de espionaje de la Policía Bonaerense por intermedio de la Comisión Provincial por la Memoria.

La doctora Giubileo fue vista por última vez cerca de la madrugada del 17 de junio de 1985, cuando se dirigía a la casa médica dentro de la colonia psiquiátrica Montes de Oca en la localidad de Torres, partido de Luján, donde trabajaba. Aunque esa noche estaba de guardia, nada se supo de ella al otro día: sus pertenencias estaban al lado de la cama donde debía dormir y su auto, un Renault 6, permanecía estacionado en el mismo lugar que lo había dejado. Comenzaba ese día un misterio que todavía sigue sin resolverse: ¿que pasó con la médica?

Las autoridades de la colonia le iniciaron un sumario por abandono de trabajo, práctica que recordaba a la que fábricas y empresas realizaban en la entonces reciente dictadura con empleados que --luego se descubrió-- habían sido secuestrados y todavía hoy permanecen desaparecidos. Otra coincidencia: en simultáneo al desarrollo de la investigación se estaba llevando adelante el Juicio a las Juntas Militares en la Cámara Federal de Capital Federal. Lo curioso es que mientras Montes de Oca le abría un expediente a Giubileo por su ausencia, al mismo tiempo se ordenaban tareas de pintura y refacción en la casa médica, lo cual luego impidió peritajes que Marcelo Parrilli (el abogado de la familia de la doctora) consideraba fundamentales.

El caso fue acompañado de un tratamiento periodístico sensacionalista que abonaba hipótesis con poco sustento y la espectacularización de coberturas tendientes principalmente al impacto mediático. Esta tesitura fastidió a las autoridades judiciales, quienes veían que las mismas personas que citaban a declarar en los tribunales de Mercedes donde se tramitaba la causa contaban más cosas a los diarios y a los canales de televisión que a los propios encargados de la investigación.

Poco a poco fueron apareciendo diversas hipótesis. Primero se habló de un problema personal con alguien que Cecilia Giubileo frecuentaba y que la habría amenazado, asuntos a los que en esos tiempos se aludía con el infausto eufemismo de “crimen pasional”. Luego, se sospechó de una represalia por la militancia que ex cuñados suyos tenían en el ERP, dos de ellos secuestrados en 1975 y desde ese entonces desaparecidos. Más adelante, apareció la idea de que se había escapado para internarse en una secta espiritista. En el medio, distintas personas aseguraban haberla visto en tal o cual lugar, aunque luego se comprobaba que no se trataba de ella. Incluso el periodista José de Zer convenció al juzgado del aporte de una parapsicóloga que aseguraba visualizar un cuerpo en el fondo de un tanque de agua de Montes de Oca: cuando este finalmente se drenó, lo que apareció fue un gato muerto.

Con el tiempo, una nueva teoría comenzó a imponerse sobre otras: la posible existencia de una red clandestina de tráfico de órganos, en especial de córneas, que operaba con los internados de la colonia, muchos de ellos abandonados por familiares que jamás los reclamaban. Esta línea sugería que la doctora Giubileo se había enterado de ello y estaba dispuesta a denunciarlo, lo cual la convertía en alguien amenazante para tales negociados.

Una semana después de la desaparición, una pareja de Torres recibió una llamada anónima en la que una voz femenina aseguraba que Cecilia Giubileo ya no iba a atender en el consultorio privado que tenía en esa localidad, luego de lo cual cortó. Ninguna de las crónicas periodísticas de la época avanzó en esa búsqueda. Ahora, documentos de inteligencia de la Policía Bonaerense desclasificados por la Comisión Provincial por la Memoria arrojan un dato de relevancia: a través de EnTel, la compañía estatal de comunicaciones, se supo de manera confidencial que el llamado provino de la central telefónica de Open Door, la otra colonia psiquiátrica de la zona a la que Giubileo reportaba.

En ese entonces las comunicaciones eran mucho más rudimentarias y necesitaban la intermediación de un operador. Por ese motivo, además, cada llamada realizada desde Open Door debía ser registrada en un acta de la colonia, cosa que no pasó en esta importante oportunidad. ¿Quién efectuó esa conversación y con qué propósito? La Justicia nunca pudo determinarlo.

“Poco antes de su desaparición, Cecilia había llamado a su mamá, que vivía en Córdoba, para pedirle que fuera a visitarla porque sentía mucho miedo”, revela a Página/12 una persona muy cercana a la familia que pide preservar su identidad. “En su momento se dijo que tenía varias carpetas con información sobre lo que ocurría en esos lugares, lo cual era cierto, porque ella mismo le contó a su familia la corrupción que se vivía allí adentro. Aunque no quiso dar detalles por teléfono. ¿Cuál era el contenido? Nunca lo sabremos: jamás aparecieron”.

“Los hermanos de Cecilia sufrieron mucho por el caso. Raúl, el mayor de ellos, se había puesto el asunto en sus espaldas. Pero una vez viajó a La Plata, fue a un ministerio y le bajaron una amenaza fatal. Lo contó a su familia y jamás lo habían visto así, tan atemorizado. Al poco tiempo se mudó a Los Toldos y no quiso hablar nunca más del tema”, narra esta misma fuente. “También, claro, aparecieron conjeturas. En ese entonces la zona de la colonia era un páramo rural, con pocas viviendas. Y una mujer que vivía detrás del predio le dijo a uno de los hermanos de Cecilia que a la una de la madrugada de ese día, el 17 de junio de 1985, había escuchado dos disparos y un grito”, agrega. “Que se murió, se murió. No tenemos dudas de eso. Ojalá fuera cierto que se escapó: eso significaba que estaba viva. Sus hermanos supieron pronto que jamás iba a volver. Su madre, en cambio, no: como toda mamá, siempre guardó la esperanza de verla aparecer con vida”.

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