"El tango pide pista", lejos del museo

hace 5 hour 3

“No es sólo un aniversario, es un hito en la escena cultural porteña”, se entusiasma Jorge Sábato. Arquitecto, artista plástico, cantor y porteño empedernido, el gestor de Pista Urbana –junto a su compañera de vida Mónica Lacoste- se entusiasma ante el comienzo este martes 1° de la décima edición de El tango pide pista, el ciclo ya clásico que monopoliza cada julio la programación del boliche de Chacabuco 874. Este año no será la excepción y el ciclo se extenderá hasta el último día del mes, con recitales a precios módicos, espectáculos a la gorra, tributos, presentaciones de discos y proyecciones de películas –tangueras, obviamente-.

Además de la buena mixtura de sonidos clásicos y renovadores, el ciclo servirá de excusa para celebrar dos aniversarios notables: las dos décadas de Astillero, por un lado, y Lautaro Mazza, por otro. También serán de la partida figuras como Patricia Malanca, Luis Longhi, el dúo Grabinski/Bellini, Lucrecia Merico, Black Rodríguez Méndez, Max Aguirre, Cardenal Domínguez, Gabriela Novaro, Hernán Reinaudo, Karina Beorlegui, el Chino Laborde, Troylo Delay, Miguel de Caro, Alfredo Piro Rinaldi, Victoria Morán, Flor Cozzani, Color Tango, el uruguayo Lázaro Cócaro y otros. También se proyectarán films que retrataron el presente del tango desde distintos prismas, como El sonido de antes (Yael Szmulewicz), El café de los maestros (Miguel Kohan), y las dos partes de Un disparo en la noche (Alejandro Diez).

Victoria Morán.

“A lo largo de esta década el ciclo reunió a grandes maestros del tango y a los referentes, a los artistas del tango del siglo XXI”, comentó a Página/12 Marina Combis, que condujo la presentación de la programación de este año y, además, lleva adelante el streaming Ritual tango en la radio de Pista Urbana (una de las innovaciones más recientes del espacio de San Telmo). “Hay una particularidad que tiene Pista Urbana, algo del orden de la verdad, que el artista está ahí cerca, muy cerca del público y eso provoca una experiencia transformadora”, opina.

“Este proyecto que ideamos con Mónica logró consolidarse como un termómetro del tango contemporáneo en un contexto de profundas adversidades económicas y políticas culturales”, hace su balance Sábato. Según explica a este diario el gestor, la programación del ciclo es “una mezcla equilibrada de tradición e innovación” que busca “cautivar a audiencias de todas las edades y gustos”.

-¿Cómo se piensa un ciclo así en este contexto?

-En un escenario de ajustes gubernamentales que golpean a la cultura, el ciclo prioriza formatos accesibles. La entrada “a la gorra” que implementamos en pandemia y mantenemos, es una estrategia democrática. Todos tienen derecho a ver un espectáculo, incluso si no pagan. Pista Urbana es un espacio comunitario, opera como asociación sin fines de lucro, reforzando su rol como refugio para artistas desplazados de grandes teatros, ahora confinados a centros culturales con capacidad para 200 personas. Esta edición sintetiza una década de pluralismo estético: con clásicos revisitados, nuevas narrativas, cruces genéricos.

Color tango.

-¿Cómo está la situación de los lugares de tango que no son "for export"?

-La situación de los espacios de tango no orientados al turismo en Buenos Aires refleja una tensión entre la preservación cultural y las presiones comerciales. Tenemos desafíos de sostenibilidad, pero la resiliencia de estos espacios radica en redes locales y las adaptaciones creativas. La supervivencia del tango como práctica social dependerá de políticas que valoricen tanto su dimensión económica como su raíz comunitaria, evitando que la autenticidad quede relegada a nichos marginales. Hay que estar muy atentos a ese equilibrio frágil.

-¿Cuál es el desafío para ustedes?

-El nuestro es cómo sostener la utopía. Creo que el mayor logro del ciclo es su resiliencia en entornos hostiles. Sin embargo, persisten retos: como financiarlo, por ejemplo. El Tango pide pista es más que un ciclo, es un manifiesto sobre cómo hacer cultura comunitaria en Argentina. Su década de vida demuestra que es posible conciliar calidad artística con acceso popular, resistir desde la autogestión y celebrar el tango como patrimonio vivo, no museístico. Somos testigos de cómo la pasión por el tango une a personas de todas las edades y orígenes. En tiempos de fragmentación, ese legado es invaluable.

Leer el artículo completo