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El protagonista fue Elián Larregina, que con apenas 25 años y su característico estilo de llevar la gorra con la visera hacia atrás, se impuso en los 400 metros nada menos que ante Wayde van Niekerk, el sudafricano que desde los Juegos Olímpicos de Río 2016 mantiene en su poder el récord mundial de la especialidad.
CUÁL ES LA HISTORIA DE ELIÁN LARREGINA, EL ARGENTINO QUE ROMPIÓ UN RÉCORD EN EL ATLETISMO
La carrera de Elián Larregina parece salida de un guion deportivo, pero tiene raíces bien concretas en Suipacha, un pueblo bonaerense de apenas 10.000 habitantes. Allí, en 2016, su mamá Verónica, preocupada porque su hijo había dejado el fútbol y pasaba demasiado tiempo en casa, le pidió a un profesor de educación física que lo llevara a entrenar. Ese docente era Juan Crisimanti, quien luego se convertiría en su primer entrenador. Fue él quien lo inscribió en los Torneos Bonaerenses, donde Elián se subió al podio con un bronce en salto triple.
El rumbo, sin embargo, cambió rápido. En 2017, Crisimanti lo convenció de viajar a Mendoza para intentar la clasificación al Mundial Sub 18 de Kenia. El contexto parecía adverso: en Suipacha apenas había marcado 51 segundos en la pista de pasto. Pero en Mendoza, Larregina voló: 49.24 segundos, apenas una centésima mejor que la marca mínima. Así comenzó un camino que hoy parece imparable.
Desde aquel “primer milagro” pasaron muchas cosas: nueve veces rompió el récord argentino de los 400 metros, alcanzó una semifinal olímpica en París 2024 —algo que el país no lograba desde Berlín 1936 con Juan Carlos Anderson— y ganó en el Meeting de Madrid, repitiendo la hazaña de un año atrás.
La historia olímpica fue particular. En la serie inicial casi se despide, cruzando la meta último. Pero la flamante regla de repechaje de World Athletics lo rescató, y ahí apareció su mejor versión: 45.36 segundos y pasaje a semifinales. Ese día también se consolidó un sello personal: la gorra negra con visera hacia atrás, parte de su identidad desde que la adoptó por un problema de alopecia.
Su 2025 está siendo espectacular. En junio, en Troyes (Francia), fijó un nuevo récord argentino con 44.67 segundos. Luego siguieron los triunfos en Ordizia (44.99) y Dublín (45.08). Pero fue en Madrid donde alcanzó la cima: 44.53 segundos, nuevo récord nacional y clasificación directa al Mundial de Tokio. Y lo logró superando nada menos que a Wayde van Niekerk, el sudafricano dueño del récord mundial de los 400 metros (43.03) y uno de los pocos atletas de la historia en bajar las barreras de 10s, 20s y 44s en las tres distancias reinas.
Que Larregina haya cruzado la meta por delante de semejante leyenda no es un detalle menor. Aunque Van Niekerk conserva la jerarquía, su carrera tuvo altibajos tras la lesión de 2017. Pese a ello, en Madrid volvió a correr por debajo de 45 segundos, demostrando que sigue vigente. Ganarle a él, en esas condiciones, agiganta todavía más lo conseguido por Elián.
El trabajo de su actual entrenador, Javier Morillas, también explica esta evolución. “Va a estar entre los 24 mejores del mundo, ni más ni menos. Ahí todo es posible”, decía durante París 2024. Hoy, esa predicción quedó corta: Larregina ya es presente, ya es figura, y muchos lo señalan como el mejor velocista argentino de todos los tiempos.
Su historia demuestra que en el atletismo, como en la vida, nada es casualidad. Con esfuerzo, resiliencia y la humildad de un chico de pueblo, Larregina ya se ganó un lugar en la elite mundial. Y lo mejor, quizá, todavía está por venir.