Physical Address
304 North Cardinal St.
Dorchester Center, MA 02124
Physical Address
304 North Cardinal St.
Dorchester Center, MA 02124
La combinación de su talento innato y un retiro inesperado lo transformó en una figura enigmática y singular dentro de la historia de las pistas nacionales.
CUÁL ES LA HISTORIA DE ESTEBAN TUERO, EL CORREDOR QUE VIVE UNA REALIDAD DISTINTA EN LA ACTUALIDAD
Desde muy pequeño, Esteban Tuero demostró un talento especial para manejar autos de carrera. Nació en Buenos Aires en 1978 y, con apenas unos años de vida, ya estaba arriba de un karting, donde comenzó a sobresalir rápidamente en competencias locales. Su habilidad natural despertó el interés del ambiente automovilístico, lo que le abrió puertas y le permitió seguir ascendiendo en distintas categorías.
En la primera mitad de los años noventa dio un paso clave: competir en Europa, requisito indispensable para cualquier piloto que soñara con llegar a la Fórmula 1. Allí participó en torneos de monoplazas como la Fórmula Ford y la Fórmula 3 italiana, enfrentándose a rivales de primer nivel y sumando experiencia valiosa. Su crecimiento fue tan veloz que pronto se transformó en una de las mayores promesas argentinas rumbo a la elite del automovilismo.
En 1997, con solo 19 años, el anuncio de su incorporación como piloto oficial de Minardi para la temporada 1998 sorprendió al mundo del deporte motor. Con esa decisión, se convirtió en el tercer argentino en correr en F1 —después de Fangio y Reutemann— y en uno de los debutantes más jóvenes de la historia de la categoría.
La etapa en el equipo italiano no resultó sencilla: las limitaciones técnicas y económicas del Minardi impedían grandes resultados. Sin embargo, Tuero logró mostrar destellos de su velocidad y carácter, midiéndose contra figuras consagradas como Michael Schumacher y Mika Häkkinen. Su mejor actuación llegó con un octavo puesto en San Marino, aunque la temporada fue, sobre todo, un período de aprendizaje y adaptación a un escenario extremadamente exigente.
El cierre de 1998 coincidió con el final de su paso por la F1. Un accidente en Suzuka, durante el Gran Premio de Japón, le provocó lesiones cervicales que, sumadas a la presión mediática y al desgaste físico y mental, lo llevaron a dar un paso al costado. Con apenas 20 años, puso fin a su estadía en la máxima categoría, sorprendiendo a quienes esperaban verlo progresar en otros equipos.
En lugar de continuar en el exterior, Tuero eligió preservar su bienestar y regresar a la Argentina, donde se lo seguía viendo como la joven estrella que había alcanzado la Fórmula 1 demasiado pronto. Lejos de abandonar el automovilismo, compitió en categorías nacionales de gran nivel como el Turismo Carretera, el TC2000 y el Top Race, reencontrándose con el placer de correr sin la presión internacional.
Su última participación formal se dio en la Clase 3 del Turismo Nacional, donde fue campeón en 2008. Finalmente, en 2016, con 38 años, decidió retirarse definitivamente del automovilismo profesional. Desde entonces lleva una vida discreta en Buenos Aires, dedicada al negocio familiar de suspensiones neumáticas para colectivos y camiones, fundado por su padre Eduardo “Pirulo” Tuero.
Hoy, Esteban Tuero continúa siendo un emblema en la historia del deporte argentino: un ejemplo de precocidad y talento que alcanzó la Fórmula 1, pero también un recordatorio de las enormes dificultades de sostenerse allí sin un auto competitivo ni un respaldo económico sólido.
Su trayectoria inspira tanto admiración como reflexión sobre lo que pudo haber sido con las experiencias y recursos adecuados.