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La institución, originaria de San Justo, en la Provincia de Buenos Aires, ha sido local durante más de tres décadas en el Estadio Juan Antonio Arias, escenario que marcó gran parte de su historia deportiva.
CUÁL ES LA CANCHA MÁS TORCIDA DEL MUNDO
Desde 1987, este equipo del fútbol argentino disputó sus partidos de local en un campo con curvaturas e inclinaciones que pasaron inadvertidas durante décadas. La AFA no advirtió la anomalía, ya que el estadio había sido construido con forma de trapecio en lugar de un rectángulo reglamentario.
Recién en 2016, gracias a imágenes satelitales de Google Maps, se descubrió la irregularidad. Tras ello, el organismo decidió clausurar el estadio, y el club debió realizar una fuerte inversión para reconstruir y nivelar el terreno, que finalmente fue rehabilitado en 2017.
De acuerdo con las normas de la FIFA, un campo de fútbol debe medir entre 90 y 120 metros de largo y 45 a 90 metros de ancho, siendo la medida estándar 105 x 70 metros. Sin embargo, el Estadio Juan Antonio Arias se apartaba por completo de estos parámetros: su extensión era de 95,46 metros de un lado y 94,87 del otro, mientras que el área penal presentaba diferencias notorias —38,80 metros en un extremo y 36,60 en el opuesto—. Algo similar ocurría con el ancho, que variaba de 66,07 a 68,01 metros.
Las distorsiones eran tan notables que hasta la distancia entre las líneas de fondo y el centro del campo resultaba desigual: 48 metros de un lado y 54 del otro, medidas totalmente ajenas a cualquier estándar de un estadio oficial.
Tras la clausura, el club contrató a un agrimensor para rediseñar y regularizar el campo de juego, transformándolo en un rectángulo reglamentario. Finalmente, el 25 de febrero de 2017, el estadio fue habilitado nuevamente, poniendo fin a casi tres décadas de competencia en un terreno irregular.
La historia de la “cancha torcida de Liniers” trascendió lo deportivo y se convirtió en una leyenda del fútbol argentino. Apodada como “la cancha más torcida del mundo”, hoy forma parte del anecdotario popular del ascenso. Aunque Liniers continúa luchando por mejorar su desempeño (actualmente en los últimos puestos de su categoría), su estadio quedó inmortalizado como un símbolo de la irregularidad futbolera.