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Es el evento partidario que se autodefine como “el más antizurdo del país”. Entre conferencias, merchandising y desorden organizativo, el encuentro reunió referentes de la derecha y militantes que buscaron reafirmar su fe en el nuevo orden que promete Javier Milei. Remeras negando los 30.000 desaparecidos.
“Me llevaron a un terreno baldío”: cómo sacaron de la Derecha Fest a la periodista de Página/12
Hacía en Buenos Aires una tarde de primavera algo fría. En las afueras del Auditorio Belgrano, bajaban de los autos hombres y mujeres con celular en mano y el QR de las entradas de 40 mil pesos que pagaron para escuchar a sus referentes. Esperaban sin ansiedad el comienzo de la Derecha Fest sobre la calle Virrey Loreto, prendían cigarrillos, compartían sentimientos fraternales y una mezcla de euforia contenida y perplejidad, y la ilusión cada vez más cerca de ver a “la Argentina grande nuevamente”.
Solo el personal de seguridad desentonaba un poco, sobreactuando los controles con cacheos excesivos y expresión severa. “Por Dios, dejen pasar al abogado de Lilia Lemoine”, gritó una señora mientras del otro lado de la reja, en la vereda, el personal retenía a un grupo de personas indignadas.
No era momento para grandilocuencias sino para compartir, escuchar y pensar; si Milei recién había finalizado la reunión con los 20 gobernadores para diseñar un nuevo esquema laboral, tributario y penal. “Los gobernadores quieren toda la torta, todo el dinero”, minutos después confirmó desde el escenario la flamante senadora Patricia Bullrich ante una salón lleno. “Uy no”, se tomó la cabeza. “No puedo hablar así”, dijo, volviéndose sobre sus pasos. “Recién vengo de una reunión con los gobernadores”. Luego aclaró que sí se podía hablar de Axel Kicillof porque “ese no fue invitado”, y la gente empezó a cantar “hijo de puta”.
Este no era un encuentro populista sino una convención para ratificar ideas y valores, incluir nuevos conceptos y, por qué no, burlarse de los “kukas”. Habían muchos pre-adolescentes y hombres de traje, zapatitos y camperas de cuero, mujeres con vestidos y polleras, peinados prolijos y maquillajes. Había personas con atuendos sencillos que se deslizaban con igual sobriedad, jóvenes que ahora lograron gestionar sus emociones y se detenían a beber su café o compartir sin estridencias un comentario antizurdo, entre risas socarronas, poses fotografiables y palmadas en la espalda.
En la previa a la disertación, se respiraba una atmósfera de adultez que de pronto contrastaba con las figuritas y cartas coleccionables de superhéroes que se vendían en la feria, o con consignas algo adolescentes propias de una actitud de trasnoche twittero, escritas en remeras (“Que boludos son los comunistas”).
Junto a las remeras ($30.000), en la feria libertaria que funcionaba como antesala del salón de conferencia, y junto a las cartas coleccionables ($3.000), había banderines ($1.500), kipás ($10.000), almohadones ($15.000), gorras ($21.000), libros antizurdos (a partir de los $30.000) vino “Lágrimas de zurdo” ($20.000) y chombas ($25.000).
“Éstas son las chombas que usamos para combatir a los zurdos, muy baratas”, comentó, satisfecho, un cuarentón. “¿No estarán a Precios Cuidados, no?”, respondió una joven, y el cuarentón rió antinaturalmente. La joven, o tiene un refinado sentido del humor o es una infiltrada que burló la seguridad para consumir cinco horas de cháchara libertaria que más tarde se subirá a Youtube. Aunque suene inverosímil, no es de extrañar que haya habido infiltrados en esta jornada, puesto que la última Derecha Fest, en Córdoba, una periodista de Página12 fue echada.
Según contó la reportera, fue deliberadamente marcada y expulsada por unos hombres sin identificación que la llevaron a un baldío en una fría tarde de julio y, tras un breve interrogatorio rodeada de algunos autos estacionados, le arrojaron dos billetes de $20.000, que no agarró.
Pasadas las seis de la tarde, las ideas de la libertad circulaban dentro del auditorio. Nicolás Márquez, xenófobo declarado, habló después de un extranjero tercermundista con acento caribeño. Rigoberto Hidalgo es el nombre del pastor evangélico costarricense de look ambiguo que, mientras sacudía sus largos rizos dorados y humectados, decía: “Un hombre no puede ser una mujer, sólo hay dos sexos y 50 formas de hacer el ridículo”.
Antes de que Patricia Bullrich hablara y dijera que “durante años el kirchnerismo nos reprimió por utilizar la palabra represión”, Lilia Lemoine le daba color al evento tirando piedras de juguetes y proponía bajar a “Vichacruel” para que asumiera Bullrich de vicepresidenta. La diputada conducía el espectáculo junto a “Mate con Mote”, un sujeto que ha cosechado miles de seguidores pasando clips de “kukas” mientras pone una expresión arrogantemente reprobatoria.
Javier Negre, dueño de La Derecha Diario, contó que “cuatro años atrás estaba muerto civilmente, no tenía plata y nadie me quería. Ahora somos el medio con más influencia. Y lo hicimos sin dinero, sin dinero del narcotráfico”, aclaró. También pidió que la pauta deje de ir a los medios “enemigos” y recaiga toda sobre su portal.
El show dejó una sensación a desorganización e improvisación que hubiera estado bien si la entrada no hubiera costado $40mil. Desde el comienzo hubo inconvenientes con el ingreso y algunos se quedaron afuera o terminaron ocupando lugares que no les correspondía. La música que se escuchó gran parte de la tarde/noche era un audio del vivo de Milei en el Movistar. Los videos que transmitían en la pantalla se cortaban o no coincidía con lo que hablaba el conferencista (sobre todo un tal Germán, que casi hace enojar a Negre (“dale Germán, el mapa, dale, por favor Germán”).
En un momento, Lemoine quiso levantar el clima con un karaoke que terminó en una muy mala performance. El público prefirió mirar sus celulares o tomar café. Encima “Tronco” (Sergio Figliuolo, una de las figuras de la noche) llegó tarde, a eso de las 21:30, se arrodilló en el escenario y se fue. El pastor Gabriel Ballerini tiró un chiste practicado pero nadie se rió, y fue la certeza de que todo se venía abajo. Hasta que apareció Agustín Laje y subió un poco el ánimo sugiriendo dar una “batalla moral” y declarando que “la izquierda promueve la envidia”.
La jornada estaba llegando a su fin y la Derecha no se parecía tanto a una fiesta. Desde los márgenes del auditorio comenzaban a escucharse murmullos que se convertían en cánticos: “Tira piedra, kuka tira piedra. Tiran piedras los kakás”. La militancia libertaria tuvo cuatro días, desde el triunfo de las elecciones, para inventar nuevas canciones. Pero no. Precipitadamente achanchados, o “bilardistas”, los muchachos para la liberación del dólar recurrieron una vez más al sencillo “kuka tira piedra”.
A las diez y media el auditorio Belgrano ya se estaba vaciando. Los únicos que concentraban entusiasmo eran unos muchachos detrás de un stand que “la vieron” y se hicieron el día. Eran tres jóvenes, uno de los cuales tuvo la idea de mandar a hacer copias de la resolución de la condena de Cristina Fernández. El papel con un sobre costaba $5.000 y, durante toda la tarde, según confirmaron, se vendió “como pan caliente”.
LN/MG