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El kicillofismo coquetea con la aventura autonomista. Sospechas y recelos en Unión por la Patria, que supo mantener la unidad durante los dos primeros años de Milei.
“A nadie le conviene romper”, repite, casi como un mantra, una dirigenta de La Cámpora frente al festival de operaciones que, desde el 26 de octubre, tienen al peronismo al borde de la ruptura. Todos juegan. El kicillofismo, que tiene poca representación en el Congreso, pero compensa con su buen vínculo con los “federales” anticristinistas. El massismo, que comenzó a tantear la posibilidad de crear un interbloque. Y el cristinismo, que es conducción en Diputados y el Senado, hace malabares para no perder poder y contener, a la vez, a los gobernadores más díscolos.
“El tema es quien rompe primero”, advierte un legislador peronista del norte, minutos después de abandonar el despacho de la bancada de Unión por la Patria en el tercer piso de la Cámara de Diputados. El peronismo tuvo este jueves su primera reunión de bloque tras la derrota electoral y ninguno de los diputados había hecho mención a la interna y la posibilidad de una ruptura. Predominó un clima derrotista, pero los discursos no buscaron culpables.
Eso sucedió después, en charlas más privadas.
El peronismo está roto pero nadie se anima a mover primero. Las grietas estaban presentes desde hace más de dos años, antes incluso de que Javier Milei asumiera como presidente, pero Unión por la Patria logró ocultarlas y ponerlas en pausa. Fue el verdadero gran triunfo del panperonismo durante la primera etapa de la era libertaria: sostener la unidad y, a excepción de unos pocos casos, contener las fugas que buscaban alinearse detrás de la nueva hegemonía libertaria. Un delicado equilibrio que amenaza, hoy, con romperse.
Los reproches por la derrota del 26 de octubre son tan comunes como su contracara: las acusaciones de querer romper la unidad del peronismo. Todas las alas del panperonismo se miran por sobre el hombro y sospechan entre sí. La duda no es si se romperá, sino quién lo hará primero.
La interna principal es la bonaerense. “El mayor peligro es que la pelea entre Axel y Cristina termine en una ruptura”, desliza un dirigente del Movimiento Evita, y varios diputados norteños coinciden. La guerra entre Axel Kicillof y Cristina Fernández de Kirchner amenaza con trasladarse, por primera vez, a la arena legislativa. Una consecuencia de la derrota electoral pero, fundamentalmente, de la presión del entorno del gobernador bonaerense para que se independice de la expresidenta y comience a construir su proyecto presidencial para 2027.
En la Cámara de Diputados no hay muchos kicillofistas, sin embargo. Después del recambio legislativo quedarán solo un puñado, como Juan Marino, Hugo Yasky, Victoria Tolosa Paz, Santiago Cafiero o Sabrina Selva. Pero la fuerza de Kicillof en el Congreso depende menos de los delegados propios que de las alianzas que Tolosa Paz ha sabido tejer con los provinciales enojados con Máximo Kirchner.
La diputada platense viene trabajando, hace dos años, en crear una línea interna en el bloque que aglutine a todos los diputados que se resisten a la conducción de La Cámpora. Se hacen llamar “Los federales” y tienen un grupo de WhatsApp propio. Lo integran diputados de diferentes provincias, como Chaco, La Rioja, San Juan y Mendoza, y si bien hay una mayoría anti camporista, hay varios diputados que tienen una excelente relación personal con CFK. Es el caso, por ejemplo, de Eduardo Valdés, uno de los impulsores de la campaña por su liberación.
Los Federales vienen amagando hace un año con romper, pero nunca lo hacen. Hasta ahora, Kicillof siempre ha pedido sostener la unidad. Y, puertas adentro, Tolosa Paz insiste en que no está trabajando para abandonar el bloque. No todavía, al menos. Eso fue lo que le dijo, incluso, a Guillermo Michell cuando la llamó por teléfono para tantearla.
Michel es uno de los principales operadores de Sergio Massa. Ex director de Aduanas durante el gobierno del Frente de Todos, Michel encabezó la boleta de diputados de Fuerza Patria en Entre Ríos como resultado de un acuerdo entre Massa y CFK. Ese acuerdo derivó en una ruptura, ya que Carolina Gaillard terminó jugando por afuera, y dio origen a varios pases de factura en la provincia. Una vez electo, sin embargo, Michel comenzó a moverse por el Congreso y a dialogar con referentes de varias provincias.
El massismo está sondeando la posibilidad de convertir UxP en un interbloque, copiando el mecanismo de funcionamiento del peronismo en el Senado, en donde el interbloque comandado por José Mayans -con quien Michel se reunió la semana pasada- está integrado por tres bloques distintos. Dos bloques fueron creados durante el gobierno del Frente de Todos para hacerse con una silla más en el Consejo de la Magistratura, pero el tercero se escindió durante el gobierno de Milei para tener mayor autonomía.
Massa está tanteando a los gobernadores peronistas para armar un bloque con el Frente Renovador, pero todavía no se deciden. Hasta ahora, el tigrense funcionó como un aliado de los Kirchner: Massa armó una sociedad con CFK y, si bien presume haber garantizado la unidad con Kicillof durante el accidentado cierre de listas, y trabaja en tándem con el camporismo en el Congreso.
Las autoridades del bloque, incluso, son un reflejo de esa sociedad. El santafesino Germán Martínez es un hombre del “Chivo” Rossi que fue designado como jefe de bloque cuando Máximo renunció al cargo por su rechazo al acuerdo con el FMI de Alberto Fernández. Desde entonces, Martínez ha tenido que hacer equilibrio entre todos las corrientes internas del bloque, con ayuda de la massista Cecilia Moreau y la camporista Paula Penacca. El triángulo de poder en Diputados que ha logrado evitar, hasta ahora, la ruptura.
La duda es hasta cuándo.
MCM/MG