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El asesor presidencial viajó antes y volverá después que la comitiva oficial, en medio de reproches cruzados por el manejo de la agenda en Washington. La presión del PRO suma combustible a una disputa que ya desborda los despachos del Palacio San Martín.
El viaje de Javier Milei a Washington no sólo dejó una foto, sino también una grieta abierta en el tablero interno del Gobierno. Tras la bilateral con Donald Trump, comenzaron a circular críticas duras desde el entorno de Santiago Caputo contra el canciller Gerardo Werthein, a quien acusan de haber “bloqueado” parte de la agenda política paralela que el asesor presidencial había tejido en los días previos al encuentro. En La Libertad Avanza lo leen como un nuevo capítulo de la disputa soterrada entre Caputo y Karina Milei, que ya atravesó casi todas las áreas del poder libertario.
Las fricciones afloraron apenas la delegación regresó al país. Según fuentes oficiales, el entorno de Caputo cuestionó que Werthein “sobreactuara la formalidad diplomática” en Washington y desplazara al asesor de los espacios de decisión durante el viaje. “Se quiso quedar con el crédito político del viaje, pero el armado fue de Santiago”, señaló un funcionario cercano al estratega. En la Cancillería, en cambio, voces informales replican que la agenda presidencial se negoció “a través de los canales institucionales”, con el embajador Alejandro “Alec” Oxenford como interlocutor. Y que cualquier supuesta intervención paralela “habría sido un error diplomático”.
En la Casa Rosada nadie lo dirá en público, pero la tensión fue evidente. Caputo viajó un día antes que la comitiva oficial y regresará recién este jueves, un día después del regreso de la delegación argentina. Se quedará en los Estados Unidos en su rol de “canciller blue”, con reuniones informales junto a asesores del trumpismo y operadores de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC, según sus siglas en inglés). Durante su estadía, mantuvo encuentros con el estratega republicano Barry Bennett y con Soledad Cedro, representante local de la organización conservadora que oficia de nexo entre el trumpismo y el mileísmo. Esas gestiones —que incluyeron empresarios cercanos al lobista Leonardo Scatturice— hicieron ruido en el Palacio San Martín, donde buscan retomar cierto control sobre la política exterior tras meses de improvisación.
El episodio se suma a una cadena de reproches mutuos entre los dos polos de poder más influyentes del gobierno libertario. Desde el entorno de Karina Milei aseguran que Caputo “actúa como si la Cancillería fuera suya”, mientras que cerca del asesor creen que Werthein “se blindó bajo la protección de Karina” para resistir cualquier intento de desplazamiento.
El malestar con el empresario que oficia de ministro de Relaciones Exteriores venía acumulándose y estalló después del viaje. Cerca de Caputo lo acusan de haber gestionado la visita a Washington con más cautela que sintonía política. “Si tan solo tuviésemos un canciller que, en vez de andar llamándolo a Luis Juez para pedirle ‘perdón’ por las boludeces que dijo un gordo boludo en Twitter, escuchara lo que viene diciendo Donald Trump respecto del tema, o mejor, escuchara el resumen de lo que viene diciendo Donald Trump en La Misa, la cosa hubiese sido distinta”, escribió Daniel Parisini, alias Gordo Dan, una de las voces informales del asesor presidencial.
En su posteo, Parisini deslizó que el republicano “piensa que las elecciones argentinas que se avecinan son las presidenciales y no las ‘midterms’”, una lectura que Trump corrigió minutos después en Truth Social, al aclarar que sus mensajes siempre apuntaron a los comicios legislativos de octubre.
En el Palacio San Martín, el clima interno es tenso. A las disputas de conducción se suman los reclamos del cuerpo diplomático, que acaba de celebrar elecciones en la Asociación Profesional del Servicio Exterior (APSEN) en un contexto de alta participación, donde la lista oficialista le ganó por pocos votos a la lista opositora. A su vez, la reactivación de los ingresos al Instituto del Servicio Exterior (ISEN), suspendidos al inicio de la gestión libertaria, fue interpretada puertas adentro como un gesto de distensión tras meses de parálisis, pero también como una maniobra de Werthein para consolidar su poder frente a las críticas crecientes.
Durante meses, la parálisis del ISEN había dejado al cuerpo diplomático profesional en una suerte de limbo, en medio del recorte ideológico y presupuestario que acompañó la “motosierra”. Ahora, la decisión del canciller de reanudar el proceso para el año 2026 se leyó como una señal política: un intento de contener el malestar interno y de ofrecer, al mismo tiempo, una imagen de “normalización” institucional ante los gobiernos extranjeros.
“El canciller logró sostener el vínculo con Brasil y con China a pesar de los discursos incendiarios del Presidente, y eso algunos no se lo perdonan”, explicó alguien conocedor de los pasillos del Palacio San Martín. En los últimos días, trascendieron rumores sobre una posible salida de Werthein después de las elecciones, algo que en el Gobierno niegan. “Gerardo tiene línea directa con Karina y con Francos, no depende de Caputo”, aclararon.
Ese ruido en la diplomacia se amplifica por las presiones externas. Desde el PRO, que busca preservar espacios de influencia dentro del esquema libertario, comenzaron a marcar diferencias con la política exterior de La Libertad Avanza. A través de la Fundación Pensar, con Fulvio Pompeo a la cabeza, publicaron el documento Pensar el mundo, en el que reclamaron “ampliar la mirada más allá de Washington” y “no reducir la política exterior a un solo eje de poder”. En paralelo, Jorge Macri viajó a Medio Oriente y China junto a Pompeo, en una jugada que en Cancillería interpretaron como un mensaje a la Casa Rosada .
En ese contexto, Werthein se convirtió en un blanco fácil. Para los libertarios duros, es un gestor demasiado “demócrata”, mientras que para los amarillos, se trataría de un símbolo del alineamiento incondicional con Trump. Algunos funcionarios especulan incluso con otra hipótesis: una reestructuración de Cancillería después de las elecciones del 26 de octubre, en la que podría emerger una figura de confianza de Santiago Caputo, quizás desde un rol de coordinación internacional o de “consejero estratégico”. “El Presidente respeta a Werthein, pero la línea política es la de Santiago”, deslizó un asesor de Balcarce 50.
La Cancillería es hoy mucho más que un ministerio: es el espejo donde se refleja la disputa por el control del gobierno libertario. Werthein busca afirmarse como garante de cierta institucionalidad, mientras Santiago Caputo empuja una diplomacia de vínculos directos y control político. Entre ambos, Karina Milei intenta preservar el equilibrio que sostiene la alianza, aunque inclinada totalmente hacia la figura del ministro de Relaciones Exteriores. El viaje a Washington no resolvió esa tensión: apenas la puso a cielo abierto.
PL/MG