Marina Yuszczuk: "Hoy se pone en escena cierto temor hacia la mujer"

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Hay voces en primera persona que apenas “hablan” despliegan el conjuro de la ficción elevado a la enésima potencia. “Decir que la historia de mi familia es la historia del país parece un exceso, pero no lo es”, advierte Virginia Venecia Moreno, hija del explorador y coleccionista Perito Francisco Moreno en su casa, que pronto se transformará en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata, una ciudad que también está en construcción en la década del 80 del siglo XIX. La niña de doce años observa algo que para las hijas mujeres se vive como una suerte de “traición”: no ser el centro de atención paterna, que el mundo no gire alrededor de ella, porque la pasión principal de su padre era coleccionar huesos de indígenas. Virginia, junto a sus hermanos, creció entre esqueletos, animales embalsamados, puntas de flechas y restos de vasijas. Hasta que un día se queda pasmada al descubrir que su padre sumó a su colección de restos humanos un contingente de indios vivos. En Historia natural (Blatt & Ríos), Marina Yuszczuk construye una novela extraordinaria con una narradora gótica que explora el encierro, la otredad, el erotismo, el cautiverio, la locura y la transgresión de una niña que habita un museo en medio de la nada como si fuera un castillo.

Perito Moreno tuvo siete hijos varones, tres murieron antes de cumplir los tres años. Nunca tuvo una hija. Yuszczuk, autora de otra excepcional novela gótica La sed (2020), con la que ganó el premio Sara Gallardo en 2021, cuenta que se propuso trabajar con un personaje ciento por ciento ficcional para tener total libertad de acción. “Yo vengo escribiendo sobre mujeres y me parece que por un tiempo más lo voy a seguir haciendo”, reconoce la escritora y editora del sello feminista Rosa Iceberg. La autora de Madre soltera y otros poemas, libro en el que reunió toda su poesía, tenía ganas de trabajar con el museo como espacio geográfico y narrativo. Leyó mucho sobre los viajes y los diarios de Moreno, pero destaca que los materiales más importantes fueron las investigaciones de Irina Podgorny acerca de Florentino Ameghino y de Máximo Farro sobre los primeros años del Museo de Ciencias Naturales de La Plata. 

El dato que más le llamó la atención fue que la familia de Moreno vivió unos años en el museo, mientras lo estaban construyendo. Eso no lo inventó, aunque pueda parecer que surgió de su imaginería gótica. “Yo vengo del gótico, no solamente por las últimas novelas que escribí, sino también como lectora. Me imaginé a una niña recorriendo ese lugar enorme, tan extraño, donde hay esqueletos y animales taxidermizados. Para mí estaba muy servida en bandeja la novela gótica”, admite la autora de las novelas La inocencia y Para que sepan que vinimos y los libros de cuentos Los arreglos y ¿Alguien será feliz?

Yuszczuk confirma que Historia natural --que a dos meses de su publicación ya va por la segunda edición-- es una especie de homenaje a un libro que le encanta y que la influyó mucho: Siempre hemos vivido en el castillo, de la escritora estadounidense Shirley Jackson (1916-1965), una novela sobre una chica adolescente (Merricat) que vive con su hermana y que envenenó a toda su familia. “Merricat es un personaje impresionante y es una voz muy particular; es la mala del libro, pero por otro lado es muy feliz; está loca, obviamente”, aclara la escritora.

De un cautiverio a otro

-¿Virginia sería la “mala” de “Historia natural”?

-Siempre la pensé como un personaje que absorbe lo mejor y lo peor de su época, en el que resuena lo que ella piensa del padre, lo que a ella le llega sobre lo que el padre está haciendo por el país, sobre lo que el padre está haciendo con respecto a la ciencia, pero también todo su discurso tremendamente racista, que la voz de ella reproduce. Hay muchas cosas que dice que las tomé de los diarios de Moreno y que tienen que ver con toda esa cosa glorificada, como una misión trascendental; pero también en la manera que ella justifica la llegada de los indígenas, que no deja de ser una mirada muy paternalista y racista, porque a los indígenas los toma en un momento en el que ya están derrotados, después de la Campaña del Desierto. En los textos de la época, no queda claro por qué llevó a los indios al museo. En la novela, traté de desplegar un espectro de posibilidades. Una tiene que ver con que los rescatan porque estaban en cautiverio; pero en el museo lo pasaban mal, estaban mal alimentados, los obligaban a trabajar y vivían en condiciones habitacionales pésimas; por lo tanto pasaron de un cautiverio a otro. A lo largo de la década de los 80 y 90 se fueron muriendo los indios, uno por uno; se contagiaban enfermedades posiblemente curables, pero estaban tan mal atendidos que fueron muriendo. Y los descarnaban y los exhibían y estuvieron durante un siglo exhibidos en el museo, hasta que las comunidades originarias empezaron a reclamar la devolución de los restos; un proceso muy engorroso, muy burocrático y necesario, que de a poco se empezó a hacer. Hoy vas al museo de Ciencias Naturales de La Plata y la sala donde estaban los esqueletos humanos no está más. Cambió la percepción de si era apropiado o no mostrarlos, para qué y en qué condiciones.

Euforia y triunfalismo

-¿Cómo construiste esa voz en primera persona de Virginia?

-La energía que tiene Virginia tiene que ver con que la época de 1880 se vivió con euforia, con triunfalismo, con cierta idea de progreso por fin alcanzado, porque en realidad el progreso es un sueño de los escritores intelectuales en la Argentina del siglo XIX. Lo que pasa es que el cúmulo de dificultades fue impresionante después de la Revolución de Mayo, la declaración de la Independencia y las guerras civiles. El progreso, sobre todo económico, era algo que se postergaba. En la década del 80, con el país reunificado, apareció la posibilidad de que la economía empezara a mejorar. En la voz de Virginia se expresa la sensación de triunfo, de que estamos haciendo algo a todo trapo. Además, los primeros años de la construcción del museo suenan muy febriles. Todo tenía que ser espectacular. El museo mismo es gigante y al principio estaba vacío y era muy difícil llenar ese espacio, a pesar de que estaba la colección personal de Moreno, que él había donado. Entonces tuvieron que comprar y comprar. Los testimonios de esos primeros años es que todo el tiempo estaban llegando cajas que después tenían que clasificar; había una actividad incesante y pronto lograron llenar el museo, que entonces estaba realmente en el medio de la nada. Cuando mirás las fotos de esa época, no había ni un árbol alrededor. Para una nena debe haber sido impresionante estar rodeada de científicos y naturalistas que estaban investigando, aprendiendo cosas, y lo raro que puede ser sentir que ese espacio también era su casa. Me gusta ese puntito de electricidad que le da al personaje el hecho de tener una vida tan rara. La familia de Moreno después se mudó a una casa; pero en la novela yo los hago quedarse más tiempo viviendo en el museo.

Virginia tiene una curiosidad insaciable. Quiere acompañarlo al padre, quiere experimentar y tener su propio proyecto científico. “Me interesaba que ella fuera medio descartable, que fuera un personaje muy secundario y que el padre ni por un segundo considerara qué hacer con esa niña. El padre no la registra porque para mí tiene esta visión muy utilitarista. Lo mismo con los indígenas, ¿Para qué me sirven? ¿Qué provecho puede encontrar en esta hija? Para mí, ninguno; por eso hay un momento que ella en su fantasía más desesperada incorpora el discurso utilitarista y está como yendo hacia la locura”, reflexiona la escritora.

La trangresión de los hijos

-En tus novelas suele aparecer el tema de las transgresión de los hijos, ¿no?

-Virginia hace un recorrido en el que hay un momento en que ella se podría haber rebelado. En la novela hay una pregunta que tiene que ver con cómo uno se posiciona como hijo, un tema que está en mis últimas novelas: si uno hereda, si uno refuta a los padres. Cuando ella establece una relación con Lábax y hace cosas a espaldas de su padre, transgrede. Que es un tema que me interesa y me parece que lo vengo trabajando: la transgresión de los hijos. Pero ella vuelve a acatar la autoridad del padre, y para mí se malogra justamente porque se da cuenta de lo que el padre es y, finalmente, no lo acepta. Como suele suceder en el gótico, la protagonista vislumbra una verdad, pero qué hace con esa verdad. Ella necesita sostener esa imagen del padre desde el principio hasta el final, y al final se vuelve super dolorosa porque es como verlo en su verdad. Y sin embargo trata de que siga siendo un ídolo. Por eso para mí es un personaje que se pierde y que termina teniendo una vida al servicio del padre. Me interesaba mucho también esta relación del padre varón que no sabe qué hacer con la hija mujer. La madre en la novela no cumple ninguna función, no tiene ese rol de aglutinar a la familia que muchas veces tienen las madres; entonces ellos quedan absolutamente aislados. Ese tipo de vínculo padre e hija trasciende al tiempo y siempre tiene sus complejidades, pero llevado al siglo XIX mucho más. Ahora hay un reflujo machista, reaccionario, que pone en escena de una manera muy clara cierto temor hacia la mujer.



-¿De qué manera trabajás lo gótico en “Historia natural”?

-La historia real del museo de Ciencias Naturales de La Plata para mí era gótica ciento por ciento por el hecho de que la familia viviera en el mismo museo y que llevaran a los indios y los tuvieran en cautiverio en el subsuelo. Y pensaba en Jane Eyre (de Charlote Brontë); en ella dando vueltas en esa casa gigante donde de repente se empiezan a escuchar ruidos y hay algo en el altillo, Bertha Mason, que se descubre que es la esposa de Rochester y que está loca. Estos elementos son de por sí góticos y tienen que ver con la irrupción de lo otro en un espacio, como en Drácula de Bram Stoker, un personaje que viene de Europa del Este, de un mundo más antiguo porque tiene varios siglos, y llega a Londres, una ciudad moderna. ¿Qué pasa cuando esta criatura que viene de un mundo más primitivo se ubica en la Londres supermodernizada, pujante, industrial? En este caso, lo primitivo está dado también por la mirada de los que van al museo; hay un choque de culturas y de mundos, obviamente. Quizá choque es una palabra engañosa porque transmite la idea de que estaban en igualdad de condiciones y no era así para nada. Yo pensaba en el subsuelo del museo, donde estaban los indios que se iban muriendo, y me imaginaba que había ahí un drama que se estaba desarrollando en segundo plano. Mientras inauguraban el museo, mientras venían las autoridades y los naturalistas, el drama de la muerte sucedía en el trasfondo. Entonces me imaginaba ruidos, gritos, como distintas huellas de eso que estaba pasando; que sacaban los cuerpos. Había muchos elementos que me remitían inmediatamente a las historias góticas que leí en mi vida, con los pequeños detalles que te hacen construir un ambiente de intriga, de suspenso, de misterio, más que nada. Además, Virginia es una niña que está tremendamente sola; a ella nadie le dice nada y tiene que construir esa especie de descubrimiento agresivo que va haciendo, que es muy de la heroína del gótico esto de abrir una puerta para ver qué hay del otro lado. Una escena que cuenta un testigo tiene que ver con la muerte del cacique tehuelche Inacayal; algunos dicen que se cayó por las escaleras. Obviamente después le voy agregando detalles, pero había algunas cuestiones que realmente estaban servidas y que me parecían un hallazgo. Un material súper importante fue la noticia del diario, que aparece hacia el final de la novela, donde se contaba lo que estaba pasando en el museo; una denuncia sobre la muerte de tres indios y un detalle clave que lo tomé tal cual y lo usé es que los informantes que habían hablado con la prensa eran los propios indígenas que estaban adentro del museo. Entonces fui poniendo el acento, sin ser obvia, en esos gestos de rebeldía de los indígenas de denunciar lo que les estaban haciendo. No eran personajes dóciles que estaban convencidos de que el hombre blanco los iba a salvar y ayudar.

Racismo fundacional

-También es interesante analizar la mirada de los blancos respecto a los indios porque un debate que suele atravesar al país tiene que ver con el racismo y la negación de los pueblos originarios.

-Como casi todas las naciones modernas, nuestro país se funda en el racismo, en exterminar a poblaciones originarias de una manera sistemática porque no era solamente apropiarse del territorio, sino que no se pudieran reproducir y entregar a los hijos, entregarlos para que trabajaran en distintas zonas del país, separarlos; era algo muy calculado y pensado. Es muy loco y triste que tengamos esa visión de que nuestro país empieza con la inmigración europea, que ese siga siendo nuestro relato fundacional. Para mí la novela tiene que ver con volver a este momento previo a la inmigración, que me interesa mucho. Nos quedamos un poco con esa imagen europeizante que sigue prevaleciendo en el relato. A esta altura debería darnos vergüenza que se diga que los argentinos llegamos de los barcos; más de uno debería preguntarse quiénes estaban acá antes de la llegada de los inmigrantes.

El regreso de la vampira

Marina Yuszczuk está escribiendo la continuación de La sed, novela con la que ganó el Premio Sara Gallardo en 2021. En la primera parte de la novela premiada narra la historia de dos mujeres en dos épocas distintas: la primera, situada en la Buenos Aires del siglo XIX, en plena pandemia de la fiebre amarilla, protagonizada por una vampira; en la segunda, que transcurre en el siglo XXI, una mujer debe afrontar la muerte de su madre. “Estoy contenta y medio aterrada también porque me parece super loco esto de retomar una novela. Nunca lo hice”, reconoce la escritora y agrega que más allá del “final abierto” muchos querían saber qué pasa con ella. Entonces empecé a imaginar lo que podría suceder y cuando imaginás la historia la tenés que escribir”. La escritora y editora subraya que le gusta volver a ese mundo.  “El mal de nuestra época es que se mezcla el entusiasmo con la productividad, con la idea de sacar un libro rápidamente. Entonces es difícil permitirte esos momentos en los que por ahí no estás haciendo nada, que en realidad nunca es tan así porque la escritura es un proceso de larga duración”.

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