Ritmo. En las obras en construcción, en el tránsito, en los bares, en la oficina, en el restaurante, en la plaza con chicxs jugando, al preparar el desayuno. “Si estás concentrado, hay música en todos lados”, afirma Walter Zaga, director de Mayumana. “Hay algo natural que lo tenés más a flote, la musicalidad. Por momentos está, depende de dónde esté tu cabeza en el momento. No es una carga, lo escuchás, te divierte. Es ir encontrándole la vuelta, a uno mismo se ve la armando”, amplia. Algo de eso puede verse en Currents, el espectáculo que la compañía presenta los miércoles de julio en el teatro Broadway (Av. Corrientes 1155). “Es el ritmo y el humor, es una cosa que va complementando a la otra”, explica el director. “Tiene una cuestión de dinámica musical más que un sentido lógico. Un sentido escénico, todo lo que pasa siempre es de menos a más, que termina en una gran fiesta. Es un show donde el público participa; nuestra propuesta es que no quede afuera sino que sea parte”, se entusiasma Zaga.
“El tema es sentir el ritmo. Uno lo interpreta musicalmente con todo el cuerpo, es una cuestión integral”, insiste Zaga, que se incorporó al grupo el siglo pasado (ver abajo). “Mayumana busca un artista integral, que pueda tocar, actuar, hacer acrobacia, y todo a la vez. Interpretar la música desde el cuerpo y los elementos que uno tiene. Cuando tocás, estás siguiendo un ritmo con todo el cuerpo. Al ser coreografiado, todo tiene un sentido general. Aunque no se produzcan sonidos, también estoy haciendo ritmo si solamente levanto la mano”, ejemplifica. “Si vos me ves solo haciendo un movimiento, no tiene sentido. Ahora, si somos muchos haciendo lo mismo, tiene ese efecto. El público se lleva eso: un show coordinado desde el movimiento, las luces y el sonido. Ese es uno de los sellos del grupo”, destaca sobre lo que se ve en el escenario, que incluye los números con tubos de PVC, tachos, bolsas, baldes con agua, gags, performance, streetdance y juegos de pantallas en diez escenas que explotan de energía, con la excusa de la batalla de corrientes eléctricas entre Thomas Edison y su exayudante Nikola Tesla.
-Plantean un espectáculo pensado para “ver la música y escuchar el movimiento”. ¿Cómo hacen para lograr eso sin palabras?
-El ritmo es un idioma universal. Tiene una escritura, una lectura. Y hay cosas de las que nos reímos de lo mismo. Si uno se tropieza, o lo típico clownesco, nos causa gracia. Hay un número que uno está jugando a la paleta solo, y vienen y le sacan la pelota, y todo el esfuerzo que hace para recuperarla hace ya graciosa la situación. Es encontrar el contexto de una escena y llevarlo a un lugar humorístico. El show tiene números en los que tenés todo: coordinación, ritmo, humor, trabajo grupal de reacciones... Al no ser un show hablado, un silbido ya causa gracia porque rompe el silencio. Como no los escuchás hablar, ya te genera algo, te produce una reacción.
-Es como un cine mudo del estilo Charles Chaplin o Buster Keaton llevado al escenario.
- Chaplin tenía una musicalidad en cada movimiento, en el caminar, en el bastón, en los bigotes... Eso tiene que ver con la expresión del cuerpo y hacerlo de forma musical.
El elenco de la compañía, que ya presentó sus espectáculos en más de 40 países, esta vez está compuesto por todxs artistas argentinxs, incluido el director. Luego de hacer las funciones en Buenos Aires irán a Rosario y Córdoba, y más tarde emprenderán una gira por Latinoamérica. Para Zaga, esta formación de Mayumana aporta “raíces, líneas musicales, instrumentos". "Va a haber cosas con boleadoras, hay malambos... Son tintes de cuestiones más nuestras. Hay un leitmotiv en el espectáculo que se repite y tiene que ver con una frase más nuestra. El público se va a ir cantando esa línea musical. Cada uno desde su lugar aporta esto más argentino, ese gen más nuestro. Van a acercarte más a lo argentino que otros espectáculos del grupo”.
-Estuviste sobre el escenario y ahora estás abajo. Y se da que varixs artistas a los que dirigís en este elenco no habían nacido cuando vos empezaste en Mayumana... ¿Qué disfrutás más de estar en el grupo?
-En su momento estuve a cargo de varios elencos y hacía las dos cosas a la vez, incluida la cuestión física. El cuerpo se expresa, sentís que das todo en un show tratando de hacer tu mejor papel en distintos lugares del mundo, con diferentes elencos con gente de todo el mundo. Y desde este lado, uno disfruta, y aprende más del ida y vuelta con los actores. De ver talentos nuevos, de ver disciplinas nuevas, cosas que antes no se hacían y ahora quedan súper bien en el escenario. Es el feedback, el trabajo día a día con los actores. Lo otro es una cuestión más de dar todo lo que tenía, porque cada actuación era irrepetible. Y muy físico también. El físico daba, entonces salía a irradiar desde adentro hacia afuera...
-Si tuvieras que convencer a alguien que vaya a ver Currents, ¿qué le dirías?
-Que en un mundo tan virtual, en un espectáculo como este ves gente muy talentosa haciendo algo de verdad. Comparado a la inteligencia artificial, que en dos minutos te hace un corto o una base rítmica... Aprendí mucho de los chicos, del desafío de que cuando alguien quiere algo, con disciplina y trabajo, se saca adelante. Ese es el espíritu de Mayumaná: trabajo en equipo. En esta época tan tecnológica, ver cosas así donde la gente se esfuerza para ser mejor y dar un mejor espectáculo, ser mejores ellos, aprender disciplinas que no son de las que ellos vienen, lo valoro mucho. Es cuestión de trabajo, cuando quizá la tecnología nos está llevando a un aburguesamiento de tocar un botón y pedirle, por ejemplo, armar el programa del show. Es una herramienta, ojo, pero nos deja menos hábiles para hacer las cosas nosotros. Y acá se ve cómo se hace.
Desde 1999
Un lugar en el mundo
Zaga entró a Mayumana en 1999, casi sin querer. Estaba de viaje en Israel, había una audición y una amiga le insistió para que fuera. “Yo venía del mundo del baile y la percusión. Ya había visto otras compañías como Stomp y había algo en mí que quería ir por ese lado, pero no sabía cómo. Y cuando fui a la audición de Mayumana sentí que era por ahí”, recuerda. “Ya en la audición había sentido que el lugar era el correcto. Tocar con barriles, moverme a la vez, bailar, llevar esta cuestión -quieras o no- latina en un lugar diferente...”, enumera y ríe cuando confiesa que recién después de la audición vio el show. "Y ahí flasheé", dice .
Ahí entendió que ese era su lugar en el mundo: “No la podía creer. Me cerraba todo, había llegado al lugar indicado. Tenía todo lo que yo quería hacer, desde el cuerpo, la percusión, el movimiento, el humor, el nivel... Aprender a trabajar en un nivel de exigencia donde siempre se puede mejorar. El otro extra que tenía era que cuando empezaban las giras, llevar el espectáculo en distintos ámbitos, distintos lugares del mundo con diferentes públicos”, como Seúl, donde “todos nos miraban en la calle. ¡Nosotros éramos los raros! Después, hicimos un evento en el hotel Atlantis, en Bahamas. Una cosa fuera de lo normal... Tenías el final del tobogán a una pileta con tiburones. ¡Queríamos que nos dejen vivir ahí!”, bromea.
Pero también resalta que con el grupo visitan hospitales o hacen funciones a beneficio. “Esas cosas son las que te quedan porque van más por lo humano. Los pibes no sabían qué era Mayumana, y pasamos una tarde jugando y tocando con ellos. Fue más gratificante eso que hacer un show. También hicimos una actuación a beneficio por los inundados... Es la parte más humana, porque es un show donde uno transmite lo que es. No hacés el papel de Peter Pan. Sos vos, demostrando tu mejor performance, dando lo mejor que tenés. Y cuando bajás del escenario, seguís siendo vos. Si lo que hiciste le alegró la tarde a un montón de gente, cobra mucho más sentido”, concluye.