"Nos reímos de lo patéticos que podemos ser"

hace 2 week 2

El mandato, hoy, parece ser hay que ser feliz. El momento por excelencia de ese mandato es el cumpleaños, en donde el deseo se convierte en una orden: feliz cumpleaños/que los cumplas feliz. ¿Qué sucede cuando ese reverso de obligación, que debería quedar oculto, es la cara que queda a la vista? “Nos parecía que estaba bueno hablar de cierta obligación que circula hoy en día en relación a la felicidad y que nos parece que tanto machacar sobre esa idea produce casi lo contrario: nos angustia. Es un horizonte de felicidad al que es muy difícil llegar”, explican a Página/12 Andrés Caminos y Gadiel Sztryk, Los Sutottos, el origen de Feliz día, su nuevo espectáculo. “Empezamos a ver que a nuestro alrededor había una necesidad desesperada por eso. En nuestro estilo de humor, que nos gusta que las emociones humanas se vean exageradas en escena, era un material muy jugoso, y hacer una especie de crítica sobre la exageración de perseguir un deseo casi imposible de conseguir”, adelantan lo que puede verse los sábados a las 18 en el Teatro Picadero (Pasaje Santos Discépolo 1857).

Emilio y Germán son dos hermanos mellizos que cumplen 40 años, y quieren celebrarlo porque aseguran:  “yo quiero ser feliz siempre. Pero hoy tengo que ser feliz sí o sí”. Viven con su mamá, con quien tienen una relación de amor-odio que les atraviesa la vida, y cualquier atisbo de dificultad para disfrutar del festejo los hace entrar en crisis. Esta protocolización de la alegría y la felicidad deja una mueca de ridiculez cuando los hilos quedan expuestos, y habilita a la risa con solo mostrar el mandato: “Los personajes son patéticos, la pasan bastante mal. Por supuesto que, más que decir cómo es la sociedad, algo tan amplio, es plantear que estos dos tipos que están en escena un poco somos todos. Y tratar de hacer catarsis con eso, reírnos de lo patéticos que podemos ser cuando intentamos desesperadamente ser felices”, reflexiona Caminos, y Sztryk agrega: “¡Claro! ¿Qué hago con esto que me pedís? ¿Qué hago con un día sin sonreír es un día perdido?”.

-Los personajes la pasan mal, y sin embargo generan mucha risa. ¿Por qué sucede eso con el sufrimiento sobre el escenario?

Gadiel Sztryk: -Siempre es más fácil reírse de alguien, pero nosotros elegimos burlarnos de nosotros mismos. Al mostrar esa vulnerabilidad, hay algo con lo que la gente empatiza y se ríe. Y cuanto más sufren los personajes, más divertido es verlo de afuera porque la gente hace espejo con eso, se ve identificada. Hay algo de mostrarlo tan crudamente, y nos divierte mucho actuar ese sufrimiento ridículo. Después, intentamos que la gente empatice con un sentimiento que es común. Puede ver que el de al lado se ríe de lo mismo y se relaja. Se relajan cuando ven que todos están re mal (risas), y entonces bajamos un poco la guardia.

Andrés Caminos: -Para mí, en esto de la catarsis o reírnos de lo que sufrimos, hay algo que es que a pesar de esto estamos acá viendo una obra de teatro. Entonces se parece a las anécdotas, que muchas veces, con el paso del tiempo, se vuelven graciosas. Pero en el momento son trágicas. Ahora pasó el tiempo y la podemos contar, entonces nos cagamos de risa. Creo que en el espectáculo pasa algo de eso, pero en vez de que el tiempo de la anécdota haya pasado, es la distancia del espectador con el escenario. Ese es el “tiempo”. Esa distancia te permite separarte, soy un poco yo, pero son un poco ellos, y te podés reír.

La puesta en escena es sencilla: un biombo y una pequeña plataforma y dos banquitos que les permite construir las distintas escenas a partir de esos pocos elementos, fuertemente apoyados en un texto que recorre desde los vericuetos del inconsciente (“En el mueble de adentro tengo un cajón de odio a mi mamá, otro de amor a mi mamá, y otro de decisiones postergadas por mi mamá”, dice Emilio, y Germán le responde “¡Ah! Vos lo tenés separado en cajones… Yo lo tengo todo desordenado”) hasta para resaltar lo evidente en la escena, o la precisión del gag. 

Tras 20 años de trabajo, se animan a jugar con los géneros y armar un collage para ofrecer a lxs espectadorxs una pieza que se compone de diferentes partes (juegos de palabras, comedia física, humor absurdo, musical, cine mudo) que hacen a un todo sólido: un humor inteligente con el que identificarse, que tiene mucho trabajo detrás de un equipo artístico atento a cada detalle.

- Después de tanto tiempo, ¿hay un estilo Sutottos?

G.S.: -La construcción de un humor existencial y universal, donde todo lo que pasa tiene que ver con la esencia de sentimientos y sufrimientos humanos. Por eso, los espectáculos funcionan en Argentina y en otros lugares. Tienen que ver con el sufrimiento occidental. Después, dentro de eso, cada espectáculo tiene una prueba y una estética distinta, que nos permite seguir haciendo lo que queremos sostener, ampliando los lugares y cosas que queremos que sean distintas.

A.C.: -Hay cosas que te definen pero también a veces te da cosa definir tanto porque querés investigar alguna cosa nueva. Un poco somos así, pero mañana no sé (risas). Es necesario pensarlo de ese modo para poder hacer un espectáculo nuevo. 

“¿Cómo que salga de mi zona de confort? ¿De qué me hablás? ¡Mi vida es incócomoda!”, protesta Germán sobre el escenario. Feliz día es el noveno espectáculo de los Sutottos, vienen de celebrar los diez años de Inestable, donde abordaron miedos, fobias y neurosis de dos amigos que quieren salir a divertirse y no pueden porque cualquier tragedia puede suceder en cualquier momento. En el medio presentaron Perdón, donde dos amigos de la infancia se reencuentran y, escondidos entre buenas formas, aparecen viejos rencores junto con frustraciones del presente. Una trilogía de argentinidad, entre la psicología y los mandatos sociales. Para Sztryk, “estamos contentos de tener algo para decir, y queremos ponerlo en juego con la gente”, se entusiasma, y Caminos sostiene que siempre repiten que “la risa es una emoción, y no está valorada como tal. La gente va al teatro y se emociona, tiene una experiencia viva, que es muy importante nombrarla. Vas con otra gente, cuerpos presentes, todos juntos, el de al lado respira, y estamos todos en vivo compartiendo. Hay que defender lo colectivo”, afirma.

- ¿Qué los divierte a ustedes? ¿Y con quién les hubiera gustado actuar?

A.C.: -Yo te pido tres: una de teatro, una de tele y una de cine. A mí me hubiera gustado que me invitara un ratito Les Luthiers a hacer algo. ¡No podría! Pero me hubiese encantado. Y después, meterme con (Diego) Capusotto y (Pedro) Saborido un rato, o escucharlos cranear. Y los Monty Python.

G.S.: -¡Coincido! (risas) Con Los Macocos somos medio cercanos pero somos muy fan de sus obras. Entrar en la cocina de ellos es algo que hubiera estado bueno.

La dimensión absurda

Los Sutottos suelen tocar temas que atraviesan la vida cotidiana, y al enfocarlos desde el humor resaltan una dimensión absurda de esos tópicos. Su inspiración está en cuestionar los mandatos sociales que atraviesan a la sociedad (y el ser feliz está potenciado por la masividad de las redes sociales), pero también en pequeños hechos del día a día. “Siempre que empezamos el proceso de un espectáculo nuevo, hay una idea que nos convoca”, cuenta Sztryk, y señala que le pasó de “empezar a ver las tazas que dicen Vive, ríe, ama, sueña, los carteles que dicen Sonríe, y eso empezó a aparecernos cuando pensábamos el espectáculo. La imposición en los cuadernos, las agendas, las tazas, los afiches. ¿Qué está pasando?”, se pregunta. Y Caminos recuerda que en un café, “estábamos escribiendo cosas para la obra, y vino un señor bastante mayor, nos miró y dijo `¡Disfruten! Ustedes son jóvenes´”, dice y ríe. “Ahí nosotros nos quedamos pensando ¿y cómo es?”.

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