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Reciclar metales no solo disminuye la extracción de materias primas, sino que también implica un fuerte ahorro energético y una reducción significativa de las emisiones contaminantes. A nivel mundial, este proceso se volvió estratégico para los países que buscan modelos productivos más eficientes, capaces de generar empleo, bajar costos y cuidar el ambiente al mismo tiempo.
QUÉ IMPORTANCIA TIENE EL RECICLAJE DE LOS METALES
La consolidación de una economía circular aplicada a los metales se volvió un objetivo central a nivel global. Estos materiales tienen una ventaja clave: durante el proceso de reciclado no pierden sus propiedades físicas ni químicas, lo que permite reutilizarlos una y otra vez para fabricar productos del mismo tipo del que provienen. El aluminio es uno de los casos más representativos de este circuito virtuoso.
La producción de aluminio primario, es decir, a partir de recursos naturales vírgenes, implica un proceso complejo y altamente demandante de energía. El impacto ambiental de este proceso es considerable. Para producir una sola tonelada de aluminio primario se necesitan alrededor de 15 megavatios de energía (equivalente al consumo diario de unos 5.000 hogares) y se generan aproximadamente 15 toneladas de dióxido de carbono equivalente.
En contraste, el aluminio reciclado reduce de forma drástica tanto el consumo energético como las emisiones contaminantes: reciclar apenas 10 latas ya evita la liberación de 1,5 kilos de dióxido de carbono equivalente a la atmósfera.
Así, el simple acto de reciclar una lata de aluminio parece menor e insignificante. Sin embargo, cuando se produce el reciclaje de este material a gran escala, termina volviéndose protagonista del ahorro energético.