30 años después, "Se7en" vuelve a la pantalla

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Hace tres décadas, cuando rodó su segundo largometraje, Se7en - Pecados Capitales, fue como si David Fincher le diera un hachazo deliberado a la tradicional película de asesinos en serie. Muchos otros directores habían recorrido el mismo camino sangriento antes que él, pero el macabro clásico de Fincher de 1995 (que se reestrenará en salas el próximo 10 de enero) abrió de par en par el género, exponiendo una crudeza interior que otras películas más reticentes habían evitado.

El momento crucial de la película se produce a mitad del metraje, cuando el canoso detective William Somerset (Morgan Freeman), a punto de jubilarse, está sentado en un bar con su joven colega David Mills (Brad Pitt). Están tras la pista de un astuto maníaco homicida cuyas víctimas representan todos uno u otro de los siete pecados capitales. "Si es el mismísimo Satanás, eso podría estar a la altura de nuestras expectativas, pero no es el Diablo. Es sólo un hombre", le dice Somerset a su compañero. La implicación es clara. El asesino está hecho de la misma pasta que todos nosotros. De algún modo, compartimos su corrupción.

Spacey interpreta a John Doe, un maníaco que habla en voz baja y que deambula por una ciudad anónima bañada por la lluvia, buscando formas cada vez más grotescas de acabar con sus víctimas. 

El actor consiguió el papel de asesino de forma fortuita. Se dice que a Ned Beatty (Network - Poder que mata) le ofrecieron el papel, pero lo rechazó diciendo a Fincher que el guión era "lo más malvado que había leído nunca". R. Lee Ermey, el sádico sargento de instrucción en Nacido para matar (Stanley Kubrick), también se presentó al casting, y finalmente fue elegido para el papel de capitán de policía. Spacey ha afirmado que le dijeron que otro actor había llegado al principio del proceso de rodaje, algo que Fincher ha rebatido (no está claro quién era supuestamente ese actor; un informe comercial de la época relaciona el papel con la estrella de Amadeus Tom Hulce). Sea como fuere, Spacey fue contratado con poca antelación y se incorporó al rodaje en cuestión de días.

"Pensaba que era muy oscura, pero no podía imaginar cuánto más lo sería cuando Fincher la filmara", cuenta Spacey. "No tuve tiempo de prepararme para el papel. Recuerdo que Fincher me dijo el primer o segundo día: 'Creo que si no babeas podríamos salirnos con la nuestra'. Quería que el personaje hablara con mucha normalidad y sin hacerse el loco... pero más conversacional".

Fue una de las interpretaciones más escalofriantes y discretas del ganador del Oscar. John Doe se funde con la multitud. En una famosa escena, el Mills de Pitt se encuentra con él en la escena de un crimen y le ahuyenta, pensando que es un fotógrafo intruso. Spacey nunca levanta la voz y se muestra escrupulosamente educado. Sin embargo, es muy engreído, alguien convencido de su propia ingenuidad diabólica. Hacia el final de la película, después de haberse entregado a la policía, aparece en la parte trasera del coche con los dos detectives, conduciendo fuera de la ciudad hacia un lugar donde promete que encontrarán a las víctimas de la "envidia" y la "ira". Por supuesto, los está engañando.

Para entonces, Freeman ya se había consolidado como uno de los actores de carácter más respetados de Hollywood, alguien con seriedad, carisma y una cierta cualidad fatalista (también evidente en su papel de forajido retirado en Los imperdonables, de Clint Eastwood). Con un reparto perfecto, puso el gran toque de Se7en, dándole una seriedad moral que desafía a tratar la incursión de Fincher en el Grand Guignol como una mera película de explotación. Pitt, por su parte, estaba en su mejor momento como rompecorazones de la pantalla tras éxitos como Thelma & Louise y Entrevista con el vampiro, pero estaba claramente desesperado por escapar de ser encasillado como Adonis. Fincher declaró en el pasado que Pitt quería "hacer algo crudo... algo que lo sacara de su zona de confort".

Brad Pitt y Morgan Freeman.
 

Es fácil olvidar ahora la extrema hostilidad que se sintió hacia la película en muchos sectores en su primer estreno. Provocó la misma reacción de asco entre algunos críticos que se puede leer en las facciones del joven héroe detective interpretado por Pitt cuando descubre un balde de vómito en la escena de un asesinato. Janet Maslin, crítica del New York Times, fue una de las personas a las que los horripilantes efectos visuales repugnaron.

"Las escenas del crimen están representadas con un detalle enfermizo, y toda la película tiene un tono turbio y locamente pretencioso", escribió Maslin en una crítica demoledora. "Ni siquiera las bolsas con partes de cadáveres, una lengua mordida o un hombre obligado a cortarse medio kilo de su propia carne evitan que sea aburrida".

Lo irónico es que rara vez se puede ver a John Doe en acción. Se escucha con todo lujo de detalles el relato de sus fechorías y se atestigua la carnicería que deja tras de sí, pero el único asesinato que se muestra directamente en pantalla lo comete un policía. Esta es la película en la que a Gwyneth Paltrow (en el papel de Tracy, la mujer embarazada de Pitt) le cortan la cabeza. Se la entregan en una caja, pero no llega a verse la porquería que hay dentro.

"Es muy raro el cineasta que hace una película en la que no ganan Morgan Freeman y Brad Pitt. Y no sabría decir por qué ciertas películas atraen al público y otras no", dice Spacey.

Somerset y Mills, por su parte, parecen aparecer siempre justo después de que John Doe haya dejado atrás su sangrienta obra. Las fotos en blanco y negro de la escena del crimen no son bonitas. Tampoco lo son los cadáveres horriblemente hinchados y retorcidos. Sin embargo, la mayor parte de la violencia está implícita en lugar de representarse directamente. Fincher demuestra tal pericia a la hora de llevar al público a los lugares más oscuros de su imaginación que ésta sigue siendo una película profundamente perturbadora de ver.

Andrew Kevin Walker, un joven guionista que por aquel entonces trabajaba en la disquería Tower Records de Nueva York, en la calle 66 y Broadway, había escrito Se7en como boceto de guión. "Llamé al guionista (ahora también director y novelista) David Koepp a Los Ángeles, quien, increíblemente, tuvo la amabilidad de leer el guión y recomendárselo a su agente", escribe Walker en su página web.

En circunstancias normales, un material tan sombrío y sangriento habría sido sometido a un riguroso proceso de desinfección antes de llegar a la pantalla. Walker escribió varios borradores, la mayoría más insípidos que el primero. Jeremiah Chechik, que estaba previsto que dirigiera la película (y que por aquel entonces era más conocido por la comedia de temporada Vacaciones de Navidad, que claramente no tiene nada que ver con Se7en), ciertamente no quería que la película terminara con la decapitación de Paltrow. Por extraño que parezca, Fincher (que se hizo cargo de la dirección) recibió por error el primer guión de Walker. Ése era el que quería hacer.

"Fincher es una de las raras personas respetuosas con cada material que pasa por sus manos", dijo Walker a The Hollywood Reporter en una entrevista de 2017. "No es una persona a la que le entregás los planos de una casa y te dice: 'OK, vamos a convertir esto en un barco'".

El director se embarcaba en su película de asesinos en serie después de una de las experiencias más difíciles y humillantes de su carrera, en su debut como director de largometrajes, Alien 3. Hubo tantas peleas entre bastidores en aquella producción que terminó renegando de ella. No era la película que se había propuesto hacer. En Se7en no estaba de humor para compromisos.

Por una vez, el destino parecía estar de su lado. Cuando no, improvisaba. La lluvia constante y torrencial, por ejemplo, que ahora parece una parte intrínseca del aspecto estigio de la película, no estaba planeada. El tiempo era pésimo y Fincher y su virtuoso director de fotografía, Darius Khondji, aprovecharon lo que podría haber sido un gran problema para disfrutar de la turbia humedad.

Gwyneth Paltrow, un personaje clave.

Una de las fascinaciones perdurables de la película es su mezcla de lo sagrado y lo profano: todas esas referencias literarias y religiosas de alta cultura entre escenas de horror y depravación absolutos. Hay algo de Johann Sebastian Bach en la banda sonora y muchos guiños a Dante y Milton. Formalmente, la película es impresionante. Puede que Fincher haya conseguido que una ciudad moderna de Estados Unidos parezca el séptimo círculo del infierno, pero lo hace con mucho estilo. Después de todo, se trataba de un hombre que ya había hecho anuncios de Nike y videoclips pop para Madonna.

Nadie tenía grandes expectativas sobre las perspectivas comerciales de la película. La versión del guión de Walker que hizo Fincher no ofrece ningún consuelo al público. El Doe de Spacey no posee el encanto del Hannibal Lecter de Anthony Hopkins; es escalofriante precisamente por su banalidad. Además, cargarse a Paltrow es casi como hacer una película snuff con Doris Day como una de las principales víctimas. Tracy es el personaje más tranquilo, racional, sano y simpático de la película, pero ni siquiera eso puede salvarla.

Por alguna razón, el público seguía devorando este brebaje tan amargo y cuajado. La película fue un éxito de taquilla, generando más de 300 millones de dólares en ventas de entradas, una cifra enorme para un material tan extremo. Había algo sombríamente embriagador en Se7en, la sensación de que Fincher estaba mostrando las versiones más oscuras y feas de nosotros mismos. Era espeluznante, claro, pero ¿y si el estudio hubiera hecho en su lugar una de las versiones suavizadas de Walker? Eso sí hubiera sido un pecado mortal.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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