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Amor a primera vista. No lo expresa con estas palabras, pero sabe que así podría resumir su idilio con la Argentina desde 2001, cuando empezó a venir a Buenos Aires y a Rosario. En 2008, en la que sería su tercera vez en Argentina, el poeta, narrador, editor y traductor Aleš Šteger, admirador de la poesía de César Vallejo y Federico García Lorca, participó de una lectura en la Feria del Libro de Buenos Aires y leyó un poema, titulado “Los zapatos”: “Puedes estar desnudo y sin nada/ pero con los zapatos en los pies nunca serás pobre/ Cuando los descalces, el viaje habrá terminado./ Igual que a un gitano te entierran,/ Descalzo y sin nombre”. Entonces volvió a leer sus poemas en la librería Eterna Cadencia, en el Centro Cultural de la Cooperación y también en el rosarino Festival Internacional de Poesía. Ahora, el esloveno que toma mate amargo, llegó para presentarse en el Filba (Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires) y con un bellísimo libro, Cuentos de la guerra, traducido del esloveno por Julia Sarachu, publicado por una gran editorial independiente argentina, Gog & Magog. Y promete volver, el próximo año, con un espectáculo poético-musical junto al acordeonista esloveno Jure Tori.
Los relatos de Cuentos de la guerra forman parte de la novela Neverend, publicada en Eslovenia en 2017, que habla de la guerra de manera distópica e histórica, como revela la traductora Julia Sarachu en la introducción del libro. La novela está estructurada en tres niveles: el primero es una narración histórica sobre el viaje del naturalista Antonio Scopoli a través de la Europa del siglo XVIII, devastada por la guerra; el segundo nivel es el diario de un joven escritor en tiempos de crisis, y el tercer nivel despliega una serie de 33 cuentos -los Cuentos de la guerra- que en la novela se atribuyen a tres prisioneros, un serbio, un croata y un bosnio, quienes toman conciencia de la conexión entre sus historias de vida desde la época de las guerras yugoslavas.
Esloveno y europeo
Šteger (Ptuj, 31 de mayo de 1973) fue yugoslavo hasta 1992. Tenía 19 años cuando el mundo en el que nació y creció se desmoronó. Estudió literatura comparada, alemán y filosofía en la Universidad de Liubliana. Sus libros de poemas han sido traducidos a más de 20 idiomas y ha ganado prestigiosos premios internacionales como el Best Translated Book Award en Estados Unidos o el International Spycher Prize en Suiza por su novela Neverend. En los años 90 fundó la editorial independiente Beletrina con la que lleva publicados unos 1200 libros. En el cuento “El árbol”, incluido en Cuentos de la guerra, narrado en primera persona, un árbol ha sido testigo de muchas guerras y muertes. “El yugoslavo que hay en mí está a salvo. No se lo doy a nadie. Juntos sorbemos los jugos de la tierra y todo lo que yace enterrado. Yo soy un árbol. Dicen que soy un árbol podrido. Un árbol con un hombre adentro. Aún estoy de pie”, plantea el narrador.
-¿Qué hay en vos del yugoslavo que fuiste?
-Yo soy un escritor que escribe en lengua eslovena, no soy un escritor esloveno. Soy un escritor europeo, si se quiere. Mis grandes influencias vienen de América Latina, de la literatura escrita aquí por Octavio Paz, César Vallejo, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Juan Gelman, Raúl Zurita... Me siento vinculado con estos espacios literarios latinoamericanos y por eso no existen puras denominaciones en este sentido para mí. Yo no quiero identificarme con ninguna idea nacional. Yo escribo en esloveno, soy esloveno, pero no escribo en mi lengua para expresar ningún sentimiento nacional. Soy esloveno, pero me siento también europeo, alguien que quiere saber más del mundo. Los años ochentas fueron tiempos de formación para mí, un tiempo muy interesante y dinámico en Yugoslavia porque los artistas tuvieron un gran impacto en este proceso de desintegración del Estado Comunista. Yo nací en Ptuj (se pronuncia Tui), un pueblito al norte de Eslovenia, cerca de la frontera con Austria y Hungría. A las siete de la mañana iba a la iglesia y era uno de los monaguillos que ayudaban en la misa y después cruzaba la calle y entraba a la escuela y formaba parte de los Pioneros de Tito. Esos dos lados de la ideología, para mí como niño, fueron parte del mismo universo porque todo fue ideología: la iglesia y el comunismo. Pero eso fue posible solamente en los ochentas. Antes, si alguien iba a la iglesia, no podía tener ninguna posición alta en el comunismo. Pero en los ochentas, el mundo yugoslavo cambiaba dramáticamente y entrábamos en una forma de anarquía, de caos, de experimentación, de una vida muy abierta. Los 90, ya con la independencia de Eslovenia, fueron una época de descubrimientos, de nuevas instituciones, editoriales, festivales. Todavía continúan muchas de esas cosas que se han establecido en los noventas. Yugoslavia fue un espacio muy complejo, con seis repúblicas y tres religiones. Cuando se rompió el país, la agenda oficial eslovena fue distanciarse de los Balcanes y presentarse como parte del eximperio austro-húngaro para entrar muy rápido a la Unión Europea.
La nostalgia por el comunismo
Desde 2001, el esloveno que toma mate amargo ha visitado Argentina tantas veces que ya no le alcanzan los dedos de la mano para contarlas. El español lo aprendió y practicó en sus viajes por Latinoamérica. Un día encontró un libro blanco en su casa y lo empezó a leer; eran poesías del mexicano Octavio Paz. Entonces tenía 15 años y esa lectura le cambió la vida porque decidió estudiar castellano y viajar. Vivió un breve tiempo en Miami, pero su objetivo era conseguir una visa para entrar a México. Los planes se complicaron con el desmembramiento de la antigua Yugoslavia. Los mexicanos, al principio, no le querían dar la visa: “¡Usted que está en el centro del mundo, en Estados Unidos, quiere venir acá!”, exclamaban azorados por el empecinamiento de Šteger. La cultura latinoamericana lo inició en la lectura y en la escritura al autor de los poemarios Protuberancias (2005) y El libro de las cosas y los cuerpos (2016) y la novela Carnaval brutal (2018), traducidas al español y publicadas por la editorial mexicana Arlequín.
La nostalgia por el comunismo, confirma el escritor esloveno, todavía está latente en su país. La diferencia es que en los años 2000 esa nostalgia era de los jóvenes que habían sido niños durante el comunismo; entonces extrañaban algo que conocieron. “Ahora esta nostalgia la tienen quienes no conocieron el comunismo y eso es algo muy raro. Muchos conceptos de la izquierda todavía se vinculan con un tiempo que ahora se puede idealizar. Pero más allá de la idealización casi utópica había cosas muy buenas en el sistema del estado yugoslavo, por ejemplo que todos tenían acceso a la salud y a la educación, algo que todavía tenemos en Eslovenia porque la educación es gratuita, pública, como la salud también. Mi padre tiene cáncer y lo tratan con medicamentos muy costosos en un hospital público”.
-¿Qué es lo que extrañan los jóvenes que no vivieron el comunismo?
-Pienso que extrañan el sentido de comunidad que había entre la mayoría de la gente en esos tiempos. Antes había rituales de socialización donde casi todos participaban y eso generaba un sentido de comunidad. Ahora eso se perdió no sólo en Eslovenia, sino a nivel global. En el capitalismo, la corrupción está en todos los niveles de la sociedad; en el comunismo no fue así, por supuesto que en la cúpula y en los estratos más altos había corrupción, pero en el resto de la sociedad no, porque tenían reglas muy estrictas. Muchas personas extrañan el comunismo porque tienen una reacción ética contra el capitalismo. Yo lo entiendo, aunque la corrupción en Eslovenia no sea tan grande.
Amauterismo salvaje
La editorial Beletrina, fundada por Šteger, empezó en 1995 a publicar libros, principalmente literatura eslovena y europea. “Nosotros queríamos cambiar el mundo y hacer cosas que antes nadie había hecho. Formamos dos festivales internacionales, uno de poesía, otro de prosa: Días de poesía y vino y Festival Fábula. Después hicimos muchos proyectos europeos como Versopolis, una plataforma europea para festivales internacionales de poesía y para poetas emergentes. Hicimos también una plataforma para libros digitales y muchos proyectos para mejorar el acceso a la literatura para gente con distintas discapacidades”, cuenta el poeta y narrador de esta editorial que ha publicado unos 1200 libros. Arrancaron lanzando dos títulos al año y fueron creciendo hasta llegar a publicar 70 o 100 libros al año. El primer libro fue del escritor austríaco Gerhard Roth (1942-2022). Beletrina recibe el apoyo del Estado para publicar 22 libros al año. El resto de los libros que editan tienen que conseguir el dinero para financiarlos porque el mercado es pequeño, si se tiene en cuenta que en Eslovenia hay un poco más de dos millones de habitantes. “Es la misma cantidad de gente que vive aquí, en el barrio de Palermo”, bromea el escritor y aclara que como la mayoría de las editoriales independientes (en Eslovenia y quizá en el resto del mundo también) surgió por el deseo de dos amigos que querían traducir y publicar escritores que les gustaban para compartirlos con otras lectoras y lectores. Entre los autores latinoamericanos editados por Beletrina están el colombiano Juan Gabriel Vázquez; clásicos de la literatura argentina como Julio Cortázar y Jorge Luis Borges y contemporáneos como Alejandra Laurencich (de familia eslovena) y la mexicana Guadalupe Nettel.
-¿Puede sobrevivir una editorial independiente en Eslovenia?
-Se puede, pero es difícil. El problema es que el tamaño del mercado no te permite una profesionalización propia. Hay muchas editoriales pequeñas con dos o tres personas que hacen todo el trabajo, desde la producción editorial hasta la distribución. La profesionalización editorial en Eslovenia es muy difícil. Editar en Eslovenia es un amateurismo salvaje. Para nosotros el futuro es vender libros y no tener que depender tanto de los fondos del Estado. El Estado es una entidad política que va cambiando. Cuando sos una editorial independiente tan grande como nosotros en nuestro pequeño país, recibes pedidos y sugerencias y no quieres entrar en eso. Como no entramos, tuvimos problemas con la izquierda, con la derecha, con todos. Si van a dar dinero, tienen que pedirte algo a cambio. Para ganar independencia hay que profesionalizarse y hacer libros de máxima calidad que se puedan vender bien.
Lamenta que no haya tantas conexiones entre Eslovenia y Argentina. ¿Será la hora de trabajar para que Liubliana, la capital de Eslovenia, pueda ser en un futuro cercano la Ciudad Invitada de Honor a la Feria del Libro de Buenos Aires? Sonríe el esloveno que toma mate amargo y promete que intentará trabajar para que en unos años puedan llegar un puñado de escritoras, escritores y artistas eslovenos al país, más allá de los que suelen venir, como Slavoj Zizek y Renata Salecl. “Nosotros tenemos este vínculo con Argentina y la comunidad eslovena que vive acá, pero la cultura no viaja tanto. No hay tanto intercambio entre los escritores de allá para acá y de acá para allá. Tenemos problemas con eso porque no tenemos un instituto de la lengua (como sí lo tienen los grandes países como Francia y Alemania), que apoye a los artistas y escritores eslovenos en el mundo -explica Šteger-. Antes a los artistas se los identificaba con Yugoslavia; había artistas eslovenos que fueron promocionados por Belgrado como artistas de Yugoslavia. Ahora como eslovenos entramos en un espacio sin identidad internacional; en cambio Yugoslavia tenía una identidad muy fuerte. Tenemos una literatura muy poderosa, pero que es poco conocida en el mundo”.
Este año se convirtió en el primer escritor esloveno publicado en Gallimard, la célebre editorial francesa, con un libro de poesía cuyo título el propio Šteger traduce al castellano como Sobre el cielo, bajo la tierra. Este libro quizá sea publicado en Argentina porque lo está traduciendo Florencia Ferré, la misma traductora del libro de poesía Testimonio, publicada por la editorial rosarina Ciudad Gótica en 2020. Terminó de escribir una novela sobre una expartisana yugoslava de familia católica que tuvo una historia trágica y cayó en el olvido; pero en los años 50, 60 y 70 fue una de las oficiales más importantes en el intercambio internacional de artes plásticas. El régimen de Tito enviaba a Štefka Cobelj (1923-1989) a distintos países para hacer grandes exposiciones artísticas.
En 2025 quiere volver a Buenos Aires con un espectáculo poético-musical que está haciendo con el acordeonista esloveno Jure Tori. En ese espectáculo recuerda la historia de su abuelo materno, que fue muy importante para el escritor esloveno. “En la Segunda Guerra Mundial, él peleó algunos meses al lado de los alemanes en la marina. Cuando regresó a su casa, peleó al lado de los partisanos dos años más. En abril del 1945, los amigos le avisaron que estaba en peligro, que lo iban a matar; que se tenía que ir. Mi abuelo se escondió dos años y después, cuando ya pudo salir, fue panadero -repasa Šteger la vida de ese hombre fundamental-. Tenía una panadería y sus amigos partisanos, que se habían convertido en oficiales comunistas, le dijeron que tenía que cerrarla, que no podía trabajar como propietario solo, que tenía que trabajar en la panadería socialista. Y le pidieron que rompiera el horno de su panadería delante de ellos. Y lo hizo, pero fue un sacrificio muy grande para mi abuelo, algo muy triste. Nunca hablaba de eso”.
Un poema
Únete a tu pasado.
Despierta la memoria en ti dormida.
Todo es parte de ti, también los mayores crímenes y errores.
Acepta tu pasado; en él está lo que viene.
No hagas ningún cálculo.
Despertará en la medida en que seas capaz de soportarlo.
Permítete cargar el peso que puedes llevar.
Interroga el pasado.
Tus nuevas preguntas son las viejas, en nuevas constelaciones.
Nada está del todo respondido.
La meta es moverte hacia ti mismo.
Eres un embudo, abierto por los dos lados.
La meta es acabar con tu estrechez, volverte océano.
Tu naturaleza es la naturaleza del cielo.
Tu naturaleza es la naturaleza del agua.
Estás embotellado.
¡Rompe el vidrio!
Que los añicos no dañen a nadie.
Te espera mucho trabajo:
Alégrate.
*Poema incluido en Testimonio (Ciudad Gótica).