Aranceles ucranianos

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Este año se cumplen 80 años de la derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial, la capitulación de los nazis en Berlín frente a las tropas del Ejército Rojo y la creación de las Naciones Unidas, con la participación original de 51 Estados Signatarios. Hoy existen 193 países miembros de una organización multilateral que sobrevive bajo el desprecio sistemático del país en donde posee su sede. En abril 1949 se crea la OTAN y pocos años después, en 1954, la URSS solicita el ingreso mediante una petición realizada por su canciller Viacheslav Molotov. El entonces presidente de los Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower, se opuso, pero los rusos insistieron en otras tres oportunidades más: con Mijail Gorbachov, Boris Yeltsin en los noventa y con Vladimir Putin a principios del Siglo XXI. Los cuatro rechazos, incluso los impulsados por Moscú después de la desintegración soviética, lograron convencer a los dirigentes de Moscú que la rusofobia continúa cristalizada.

Donald Trump (foto) no busca cambiar ese estigma. Solo pretende recuperar la hegemonía perdida y percibe que eso debe hacerse en formato de imposición unilateral y expansionista. En ese esquema, solo está dispuesto a negociar con los que tienen capacidad de decisión global, desvalorizando a los países que considera sus vasallos, como el caso de los integrantes de Unión Europea. Su enemigo estratégico –descripto en forma pormenorizada en el Presidential Transition Project 2025 es la República Popular China, primer exportador a nivel global. El déficit comercial de Estados Unidos en 2024 alcanzó los 918.400 millones de dólares, un aumento del 17 por ciento respecto al año anterior. Beijín es el primer socio comercial, incluso, de regiones que Washington considera despectivamente como su patio trasero.

Para relanzar el modelo imperial, Trump necesita (a) desacoplar a Rusia del gigante asiático, (b) recuperar la centralidad productiva, comercial y logística, (c) garantizarse el acceso a los recursos naturales estratégicos que no posee: especialmente los 17 elementos químicos que poseen propiedades magnéticas, electroquímicas y luminiscentes. Se los conoce como tierras raras, pero no son precisamente tierras. Muchos de esos elementos abundan en Groenlandia, razón por la cual Elon Musk logró convencer a Trump de la necesidad de su adquisición, ocupación o invasión. Los 17 elementos sumados a los “minerales críticos” (Litio, Titanio, Cobalto, Grafito, Manganeso, Níquel Cromo e Indio, entre otros) son requeridos para los circuitos electrónicos y los catalizadores químicos necesarios para los microprocesadores, las baterías para los celulares, los automóviles eléctricos y –sobre todo– la producción de armamento de última generación, como drones y aviones de combate.

El influyente asesor de Trump en la sombra, Steve Bannon, responsable del saludo nazi en la última convención de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), de la que participó Javier Milei, fue explícito al valorar la iniciativa expansionista: “Creo que la reflexión del presidente Trump sobre la defensa hemisférica, desde el Canal de Panamá hasta Groenlandia, es genial. Y, habiendo sido oficial de la marina, les aseguro que tiene mucha lógica”.

La razón de fondo de los manotazos de ahogado de Trump debe encontrarse en la combinación de dos factores. El primero ligado a la producción económica y el segundo vinculado al modelo injerencista que fastidió al resto del mundo: el globalismo, difundido desde los centros de poder occidental, auguró una sociedad postindustrial sin soberanías nacionales, solo incentivada por la especulación financiera, en combinación con la difusión hipócrita de valores abstractos y vacíos como “la promoción de las democracias y los derechos humanos”. La relocalización de empresas productivas impulsadas por los CEOs de las grandes corporaciones –para garantizarse fuerza de trabajo más barata, el debilitamiento de los sindicatos y ciudades menos contaminadas– derivó en una pérdida de productividad industrial. La participación de China en las exportaciones globales se ha visto incrementada desde la pandemia, mientras que las de Washington se han visto disminuidas.

La intención de Trump es recuperar el sitial perdido. Con ese cometido amenaza, chantajea, amedrenta y extorsiona desde un sitial debilitado. Inicia su pretendida gesta cuando China y los BRICS+ ya han tomado la delantera. Esa es la razón por la que sus idas y vueltas no logran convencer a la corporaciones domésticas ni a los socios estratégicos de Washington. Para lograr sus objetivos tiene que superar cuatro grandes obstáculos: (a) reconfigurar las cadenas de suministro, muchas de ellas ligadas a México, China y el sudeste asiático y garantizarse el accesos a los recurso naturales, (b) convencer u obligar a los accionistas de las grandes corporaciones a que regresen a Estados Unidos a pesar de las pérdidas de miles de millones de dólares invertidas en localizaciones foráneas, (c) persuadir a las empresas que acepten –en su retorno– a la inmediata escasez de fuerza de trabajo profesional y el cuello de botella temporal de su formación laboral. El CEO de Apple Tim Cook señaló una de las causas por las cuales los IPhone no se producen en Estados Unidos. “Hay una confusión sobre China (…) La concepción popular es que las empresas vienen a China debido a los bajos costes laborales. La verdad es que China dejó de ser el país de bajos costes laborales hace muchos años. La razón se debe a la cantidad de personas capacitadas (…) En Estados Unidos, podrías reunir a un grupo de ingenieros altamente formados y no estoy seguro de que pudiéramos llenar esta sala. En China podrías llenar varios campos de fútbol”.

La tarea de desacoplar a la Federación Rusa de China se le está haciendo cuesta arriba a Trump. La oferta ambigua y genérica de una tregua ofrecida por Marco Rubio y Volodymir Zelensky a Vladimir Putin –sin letra chica ni aceptación de la derrota militar por parte de Kiev y/o de la OTAN– fue una emboscada propagandística. Se intentó que Moscú rechazara la tregua para volver a demonizarlo y ampliar la rusofobia. Pero el verdadero mago del Kremlin no cayó en la trampa. Respondió que la Federación estaba dispuesto a una tregua de 30 días siempre y cuando (1) se impidan los reaprovisionamientos de aparatología bélica a Kiev durante ese periodo, (2) se levanten las sanciones a la Federación, (3) se acepte que Ucrania nunca ingresará en la OTAN, (4) se reconozcan como rusos a los territorios recuperados del Donbas donde habitan lo rusófonos, (5) y que el signatario de la tregua sea un representate legítimo y legal de los ucranianos, no el autócrata Zelensky, quien tiene su mandato presidencial vencido desde octubre pasado.

Se comenta que el presidente ruso leyó de forma meticulosa la novela “La Guerra y la Paz” de León Tolstoi. En uno de sus párrafos más recordados, Miajíl Kutúzov, el Comandante de las fuerzas militares que vencieron a Napoleón, señala que en la guerra “no hay nadie más fuerte que esos dos guerreros: la paciencia y el tiempo”. Dicho lema sirvió para derrotar a la invasión sueca en el siglo XVIII; para expulsar a la Grande Armée en el Siglo XIX; para vencer las incursiones de Francia, Estados Unidos, Gran Bretaña y Japón –entre 1918 y 1920– interesadas en socavar a la revolución bolchevique; para repeler la invasión polaca de 1919; y para derrotar a las hordas nazis en 1945. Paciencia y tiempo dicen que repite, impertérrito, Vladimir Vladimirovich Putin.

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