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Resistir al presente. Pensar el futuro. Esas ideas guiaron la creación de Bajo Tierra, uno de los más recientes proyectos de la Orquesta Atípica Catalinas Sur que reúne a 50 vecinos-músicos en escena y que combina el teatro comunitario con música original y versionada. Con la dirección musical de Gonzalo Domínguez, la obra puede verse este viernes y el 29 de noviembre a las 21.30, en El Galpón de Catalinas (Benito Pérez Galdós 93). Las entradas se adquieren a través de Alternativa Teatral:
La historia transcurre en un futuro distópico. En 2030, el sur de la ciudad sufre los efectos de la crecida del Riachuelo. Y en las calles, se profundizan la desigualdad, la contaminación y el aislamiento social. En ese contexto de temor y soledad crecientes, un grupo de músicos y músicas sobrevive bajo tierra componiendo hits musicales a través de encargos que le llegan del mundo exterior. En medio del caos, el arte es refugio.
La obra empezó a crearse durante la pandemia. El grupo Catalinas Sur de La Boca, pionero del teatro comunitario, y que lleva 41 años de actividad, siempre puso el foco de su dramaturgia en comprender el pasado. Sus obras Venimos de muy lejos, Carpa Quemada y El Fulgor Argentino Club Social y Deportivo (aún en cartelera, los sábados a las 22), dan cuenta de ese trabajo de revisión histórica. Pero en esta ocasión era necesario mirar hacia adelante. “Durante la pandemia, empezamos a pensar que teníamos que hablar del futuro, porque nos dimos cuenta de que ese futuro lejano y apocalíptico, que veníamos imaginando en el final de El Fulgor Argentino, estaba más cerca de lo que pensábamos”, comenta al respecto Domínguez, el director, quien estuvo a cargo del guion de Bajo Tierra junto con Ana Schwarzberg.
Composiciones originales se combinan con piezas del cancionero popular de Serú Girán ("La grasa de las capitales"), Wos ("Arrancármelo") o Astor Piazzolla ("Vuelvo al Sur"), entre otros. En la puesta, la música opera como hilo conductor de una trama que no ofrece respuestas sino preguntas. “¿Qué haríamos si tuviéramos la posibilidad de empezar de nuevo? ¿qué decisiones tomaríamos? Eso es un poco lo que plantea Bajo Tierra”, apunta Domínguez.
- En el espectáculo se combina música original del grupo con otros temas conocidos. ¿Cómo hicieron esa selección?
- Nos gusta tomar temas de otros autores para reversionarlos e incluso agregarles letra. De todas maneras, en este espectáculo elegimos material que sumara al relato y a la dramaturgia. Por eso, la idea fue tomar canciones que hablen de lo que hicimos mal, y de lo que hicimos para llegar a este presente. Por ejemplo, en el caso de “Vuelvo al Sur”, que habla del barrio, le agregamos un texto recitado al principio, y luego también una parte rapeada, para lograr un contraste entre una mirada más nostálgica y turística del barrio con la realidad de lo que pasa ahora. Y a toda esa selección le sumamos nuestras propias composiciones. Cuando elegimos la música no lo hacemos por el ritmo o por el estilo, sino porque cuenta lo que queremos contar.
- En la obra, se reivindica la idea de que la salida siempre es colectiva. ¿Cómo se resignifica esa creencia en un tiempo en el cual avanza el culto al individualismo?
- Sí, no solamente reivindicamos que la salida es colectiva en la obra, sino que también lo hacemos en el sostenimiento del espacio y el grupo Catalinas. Nuestra estética tiene que ver con nuestra ética. Este espectáculo puede hacerse porque entre todos armamos la escenografía y el sonido, y porque cada uno colaboró con su vestuario. Es un discurso muy viejo ese que dice: “Todo lo que tengo me lo gané con el sudor de mi frente y nadie me ayudó en nada”. El “no te metas” o el “afuera es peligroso” también es algo histórico. Ahora esas cosas están más avaladas y fogoneadas desde el poder. Pero nuestra bandera siempre fue luchar de manera activa contra ese culto al indidividulismo. Nosotros siempre pensamos qué decir y qué hacer, y en ese hacer vamos reflexionando.
- El teatro comunitario se ha expandido en tiempo de crisis. ¿Creen que en este momento podría ocurrir algo similar?
- Es cierto que en épocas de crisis, como ocurrió en 2001, el teatro comunitario creció mucho, pero no sé si ahora puede suceder algo así. Sería bueno que no dependiera de las crisis el hecho de que la gente se junte a hacer música o teatro. En algún momento, tenemos que darnos cuenta de que solos no podemos hacer nada. Es mentira que cada uno hace cosas por su lado. Porque siempre suceden muchas cosas alrededor y existen muchos otros actores en la vida de cada persona. No hay que dejarse engañar.
- ¿Cómo es la experiencia de dirigir a una orquesta comunitaria?
- Esta orquesta es un proyecto que arrancamos con los responsables del área musical del grupo. Y la particularidad que tiene es que los vecinos que se sienten convocados tienen menos prejuicios y son más libres a la hora de tocar o de actuar. Durante la función, el vecino no piensa en lo técnico, sino que vive y disfruta el momento, y eso empieza cuando llega al teatro y se encuentra con sus compañeros para compartir. Nosotros tenemos un objetivo en común, y eso es lo que nos une. El error es pensar que todos tenemos que pensar lo mismo y tener las mismas necesidades. Porque no es así. Cada uno tiene sus particularidades, pero lo importante es encontrar un objetivo común que nos organice y que le gane al egoísmo y al individualismo. Ese es el plus de una orquesta comunitaria.