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La situación de muchos hogares, en los que las facturas de los servicios públicos y las compras en supermercados se consumoe casi todo el presupuesto familiar, se contrapone al discurso político del presidente Milei. Recortes permanentes de gastos, reducciones de compra a lo esencial y búsqueda frenética de ofertas es la contracara a la imagen de recuperación o rebote de la economía, o la presunción de que "lo peor ya pasó". Los testimonios recogidos por Página 12 reflejan una situación en la mayoría de hogares de pelea por la subsistencia y la atención de necesidades básicas, más que de holgura o mejora en los patrones de consumo.
“La situación fue mejorando, pero muy heterogéneamente, y recién en octubre vimos que cinco de los siete sectores que relevamos tuvieron un comportamiento positivo”, sostiene Alfredo González, presidente de Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), matizando en cierto modo el dato del crecimiento en las ventas minoristas del 2,9 por ciento interanual que ilusionó al presidente Milei.
Ventas en supermercados
El indicador de CAME es bastante específico, mide las ventas en comercios pyme de alimentos y bebidas; artículos para el hogar; ferretería y materiales para la construcción; textil e indumentaria; calzado; farmacia y perfumería (solo artículos para el hogar y perfumería dieron negativo en octubre).
La medición más especializada de la consultora Scentia, sobre ventas en supermercados y autoservicios, marcó que en octubre las ventas cayeron un 20,4 por ciento interanual promedio. Si bien la consultora aclaró que la alta base de comparación contra octubre pasado podría en parte explicar esa caída tan fuerte, no observaron ningún repunte en las ventas: en comparación contra 2023 el consumo cayó en todas las canastas de bienes y respecto al seguimiento mes a mes las ventas permanecen estancadas desde abril.
“Las compras que hago en el supermercado son casi quirúrgicas, compro solo lo necesario y todo lo que hay una posibilidad de traer segundas marcas, lo traigo: la leche, la manteca, el agua saborizada, la yerba, el pan lactal, el papel higiénico, los rollos de cocina. Voy todos los miércoles que hay descuento para mi tarjeta de crédito. Pero aun así no alcanza, en lugar de traer cuatro bolsas traigo dos”, comenta Javier, de la localidad de Campana y miembro de una familia con tres miembros. “Si entre noviembre y diciembre del año pasado gastaba 15.000 pesos en la compra semanal, ahora llego a gastar 80.000 y hasta 100.000 pesos por semana. Esto, incluso, bajando la calidad y también la cantidad de comida que compramos”, agrega.
La cuenta da casi medio millón de pesos por mes sólo en las compras del supermercado.
Ajustar más el cinturón
Si se incluyen en las cuentas los servicios públicos hay que ajustar otro ojal del contuirón. “Gasto solamente de gas 150.000 pesos al mes y la prepaga, que antes implicaba el 70 por ciento de una jubilación mínima, ahora se lleva 15 por ciento más”, comenta Fermina, que es jubilada y vive en Cardales. Y detalla: “No salimos más a comer afuera, usamos menos el auto, no vacaciones, para comida y bebida usamos todos lo descuentos disponibles, en ropa y calzado sólo si hay ofertas y gastamos, como mucho, un 25 por ciento de lo que gastábamos antes. En electrónica no gastamos nada y en mantenimiento de la casa, sólo lo indispensable”.
“La incertidumbre de no saber si voy a poder con los gastos mínimos, básicos, no me deja dormir”, dice Jimena, mamá de tres hijos, vive en CABA. “Dejé de comprar en el supermercado, voy adquiriendo lo que necesito por unidad y eso en los primeros 15 días. Después mi sueldo queda en negativo, con lo cual no llego a cubrir ni siquiera los gastos de comida”, aclara, y dice tener problemas de salud por esto. “Pasé de vivir en una casa con habitaciones y patio, a vivir en un monoambiente. Y ahora tengo un segundo trabajo, porque, si no, no puedo tener acceso a un alquiler”, agrega.
La situación de Jimena sirve para ejemplificar la trama del multiempleo como tendencia laboral especialmente entre los más jóvenes. Se trata de una modalidad de empleo flexible, monotributista, de acceso temporal y usualmente mal paga: muchos trabajos permiten aumar, entre todos, un sueldo digno.
"Desempleo disfrazado"
Así, mientras el Gobierno celebró los datos del mercado laboral que en agosto mostró un crecimiento de 20.000 puestos de trabajo, oculta que se trató principalmente de monotributistas y monotributistas sociales.
“Es desempleo disfrazado de empleo, porque la gente se las rebusca para hacer algo”, advierte Fabián Amico, coordinador del Instituto de Estadística de los Trabajadores (IET) de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (Umet). En el sector asalariado formal privado se perdieron 139.000 puestos de trabajo desde noviembre a agosto, mientras los monotributistas crecieron en 89.000.
No hay consolidación del crecimiento económico y, por ende, tampoco de la demanda de mano de obra. En este contexto tampoco es dable esperar una recuperación de los salarios. Sólo la desaceleración de la inflación ayudó a frenar la abrupta caída en el poder de compra de los salarios desde abril, pero “en contextos donde la inflación baja realmente –que rompe la barrera del 4 por ciento mensual desde septiembre- el aumento del salario real tiende a converger a cero”, objeta Amico, en línea con la información de CP Consultora. Según esta consultora, (con datos a septiembre) el poder adquisitivo promedio de los salarios por convenio se ubicó 4 por ciento abajo de noviembre de 2023, el de las jubilaciones mínimas (a octubre) un 3 por ciento y de los empleados públicos un 17 por ciento (a julio).
Quemando ahorros
“Muy regularmente debo cambiar algunos dólares para mantener el nivel de vida”, comenta Javier, de Campana. El desahorro de los argentinos completa la trama de la caída de los ingresos de la clase media argentina: se destina mucho más a las compras de alimentos y pago de servicios, con lo cual mantener cierto estándar de consumo requiere desahorrar.
“A los ingresos de cada uno le tuvimos que triplicar el aporte de los ahorros”, agrega Fermina. Sin empleo ni paliativos en materia de política económica, es difícil que la mejora en el consumo se sostenga en el tiempo, o responda a otra cosa que un efecto estadístico.