El gran baldaquino de Bernini recobró su brillo

El baldaquino levantado por el genial Gian Lorenzo Bernini en el centro de la gran basílica vaticana sobre la sepultura de San Pedro, ha recobrado su brillo gracias a su primera restauración en 250 años y ha revelado restos "de vida cotidiana" que quedaron en sus alturas monumentales.

"Ha vuelto a ser el centro y la referencia de la basílica", declaró el ingeniero Alberto Capitanucci, responsable técnico de la Fábrica de San Pedro, el ente que custodia el templo vaticano.

El baldaquino de Bernini es un imponente templete de 30 metros de altura apoyado en cuatro columnas salomónicas de bronce que el maestro barroco erigió en la primera mitad del siglo XVII en el epicentro del Catolicismo, sobre el lugar exacto en el que, según la tradición, fue sepultado el apóstol San Pedro.

Una delicada obra maestra

El monumento fue pensado como un gigantesco catafalco de gran realismo, combinando las partes oscuras de bronce y cobre --desde lejos parecen cuero-- con bordes y otras figuras doradas en sus columnas, entre ángeles titánicos, hojas de laurel y abejas, símbolo de la dinastía Barberini, la del papa Urbano VIII.

Sin embargo, el paso inexorable del tiempo acabó oscureciéndolo bajo una gruesa capa de suciedad que ahora, por primera vez en 250 años, se ha limpiado en profundidad de cara al Jubileo de 2025.

Han sido nueve meses de trabajo en los que la estructura quedó oculta tras un andamio para permitir a los técnicos encaramarse y dar lustre a sus figuras, pero que ya ha empezado a desmontarse.

La restauración solo se ha centrado en el aspecto "externo" del monumento. Este martes fue posible subir a sus alturas, escalando su andamiaje, para comprobar que efectivamente el mundo sacro, vegetal y animal recreado por Bernini ha recobrado su luz.

Antes, los expertos tuvieron que investigar durante seis meses el estado de este monumento de más de 200 toneladas --60 de ellas son de bronce-- ya que sus columnas están rellenas de hormigón. El monumento está sobre la cripta de los papas y una milenaria necrópolis romana donde se halló la tumba de San Pedro.

Secretos del pasado

Los expertos descubrieron entre los recovecos en lo alto del baldaquino numerosos restos del pasado dejados por otras personas que ascendieron para limpiezas puntuales. "Son historias menores, partes del ámbito cotidiano o personal de quienes en los siglos posteriores subieron para limpiarlo ", explica el experto.

Entre sus oquedades surgieron restos de comida, plumeros, una suela de zapato, un sombrero hecho con el papel de un periódico del 1800 y una lista de la compra de alguien que necesitaba cebollas y tomates, aseguró uno de sus cuatro restauradores, Carlos Usai. También han aparecido inscripciones, oraciones y votos con las que los limpiadores del pasado quisieron dejar fe del privilegio de haber trepado a esta obra maestra.

La basílica se engalana

El templo vaticano se está engalanando por el Jubileo, que arrancará el 24 de diciembre con la apertura de su Puerta Santa. Además de la colosal restauración del baldaquino y de cambiar la mampara que protege a la 'Piedad' de Miguel Ángel, se ha emprendido la limpieza del otro monumento de Bernini: el Altar de la Cátedra. Se trata de un grandioso monumento en bronce dorado clavado en la pared del ábside que, como un relicario, alberga un antiquísimo trono de madera que habría pertenecido a San Pedro, aunque se sabe que es un mueble medieval regalado en el siglo IX por un rey franco por su coronación.