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El actor y director Iair Said supo hacer algo creativo a partir del dolor. Hace unos años, estaba atravesando la penosa situación de un padre enfermo, sumada a un duelo de mucha tristeza que arrastraba. Justo vio en Cannes Mia madre, de Nanni Moretti. Y se dijo: "¡Ah!, se puede hacer con el dolor algo gracioso". Ahi empezó a escribir el guión hasta que se convirtió en película diez años más tarde. El resultado es Los domingos mueren más personas, segundo largometraje de Said quien, luego de su opera prima Flora no es un canto a la vida vuelve a la pantalla grande con una historia que explora las complejidades de los vínculos familiares mezclando la comedia y el drama. El film se estrena este jueves en salas. Y está protagonizado por el propio Said, Rita Cortese, Juliana Gattas, y la participación especial de Antonia Zegers.
En la ficción, Said es David, un joven judío de clase media, corpulento, homosexual y con miedo a volar, que vuelve a Buenos Aires desde Europa, por el fallecimiento de su tío. En este regreso, David se entera de que su madre (Cortese) ha decidido desconectar el respirador de su padre, lo único que lo mantiene vivo desde hace años. David oscilará entre la convivencia íntima con su madre, enajenada por el dolor de la inminente pérdida de su marido y una voracidad por llenar su angustia existencial, ocupando sus horas aprendiendo a manejar, yendo a especialistas más baratos que en Europa, e intentando tener sexo con cualquier hombre que le demuestre un poco de atención.
-¿La idea fue bucear con humor en los vínculos familiares y sus problemáticas?
-En todo caso, fue más hablar del costo económico que tiene la muerte para la clase media. Eso, en general, está tratado en distintas clases sociales, pero en la clase media no. Y nadie te explica los trámites de la muerte, la burocracia, todo eso que cuando muere alguien te termina agarrando de sopetón y tenés que salir a resolver un montón de cosas, mientras estás llorando. Para mí era raro no haberlo visto antes explorado en el cine.
-¿Cómo es tu relación con la muerte y qué tiene de ella el personaje?
-Yo me acerqué mucho a la muerte a través de mi película anterior, Flora no es un canto a la vida, y de esta también. Le tuve miedo, y me pareció necesario acercarla un poco a mi normalidad y a mi rutina para que cuando aparezca no me sorprenda tanto. Entonces, el logro del cine es hacer inmortales a las personas que mueren. Es como una especie de homenaje a los mortales que no reciben homenajes. Ese es mi vínculo con la muerte.
-Es tu segundo largo luego de tu documental inspirado en tu historia familiar. ¿Se puede decir que las dos películas se conectan al tratar un tema en común: la decisión de terminar con la vida?
-Se conectan porque es mi mirada sobre la muerte en ambos casos, pero casi de casualidad. Fue justo lo que me interpeló en ambas situaciones de mi vida, era lo que yo estaba atravesando. Y también la muerte apareció de manera inusitada, sin que yo la estuviera esperando. Y una manera de hacerle frente a la muerte fue esta salida, transformarla.
-¿Te molesta o te incomoda que la película se pueda inscribir en el género de “comedia judía”? Seguramente vos la pensaste así porque conocés la tradición y no necesariamente tiene que ver con algo estrictamente religioso.
-Decirte que me molesta es un montón. Ahora, un poco me honra por la gente que se la vincula con el cine judío. Pero la verdad es que no está pensada desde ese ángulo. Entiendo que para la gente que no conoce tanto la tradición son unos rituales muy nuevos, pero es como si yo te dijera que una película sobre Navidad es una película cristiana. Acá está lleno de rituales judíos y es novedoso quizás para un público, pero es lo que mamé, es mi cultura y es lo que tengo. Entonces, no siento que sea una película judía particularmente. No me molesta, pero no siento que sea una película judía. No sé lo que significa el humor judío.
-¿Cómo trabajaste un tema denso, como es el de un padre en coma y sin saber si lo deben desconectar, con la mirada humorística que tiene la película?
-Era importante que al padre no se lo viera casi nunca, como que la muerte estuviera tan presente que no fuera necesario verle el rostro. Y creo que la tragedia siempre viene acompañada de la comedia. En ese sentido, no me parece difícil encontrarle humor al drama. Me parece que lo cómico y lo trágico vienen medio acompañados.
-Por eso que decís es que tal vez construiste esa doble vara de David entre lo gracioso y sus miserias...
-Yo creo que siempre que se exponen las miserias de un personaje es bienvenido. Casualmente, a él le pasan cosas que son un poco más torpes y eso genera como cierta gracia. Pero no sé si él se autopercibe gracioso. Le van pasando cosas y las convierte en algo gracioso porque uno también se relaja en él, como diciendo: "Qué suerte que le está pasando a él lo que me pasó a mí" o "Lo que me podría pasar a mí". Hay algo de sentirse identificado en que él descomprima tanto las situaciones tensas con cosas tan estúpidas como que se le para el auto. Genera más empatía eso.
-¿El amor es el mellizo del dolor en cierto sentido y también en la película?
-El humor es el mellizo del dolor, creo yo, no el amor. Si el amor es doloroso es un problema. No debería doler tanto el amor.
-Pero duele...
-Sí, duele porque uno se aferra con amor a ciertas personas, pero también hay que aprender a dejarlas ir, sea una pareja, un vínculo, una muerte, una relación, lo que sea. Pero no deberían estar tan ligados el amor y el dolor. El humor y el dolor me parece más sanador que amar y que te duela. Llorar hasta reír es más lindo que amar hasta doler.
-Hay una escena en la que exponés tu propio cuerpo. ¿Cómo observás la mirada sobre el cuerpo que suele tener el cine? ¿Buscaste romper con los prejuicios y con el estereotipo?
-Particularmente el cine LGBTIQ tiene una mirada aun hegemónica sobre las disidencias. Ni hablar del cine que no es LGBTIQ, que son básicamente todos modelos y modelas. Para mí era importante que fuera un cuerpo por fuera del parámetro de la hegemonía, pero al mismo tiempo me parece muy chocante, shockeante y también gracioso que a la gente le genere mucha controversia ver un cuerpo desnudo que no es hegemónico. Era muy importante arrancar con esa escena porque estoy convencido de que si esa primera escena la hubiese protagonizado un actor que tiene abdominales marcados, nadie estaría hablando de ella. Lo que impacta de esa escena es el cuerpo del personaje desnudo, que ni siquiera es mega obeso. Es increíble cómo cala esa escena de curiosidad. Como si fuera que yo por haberme animado a estar en cuero en una película sea un valiente, como estar diciendo: "Mirá lo que genera el chip de la normalidad en la gente". Era una búsqueda esa, no por los prejuicios. Digo que es loco que a todos les genere tanta curiosidad un cuerpo desnudo, como si todos tuvieran un cuerpo de modelo.