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Hay una falsa creencia de que al eliminar casi el uso del papel, la digitalización del mundo reduce la contaminación y la emisión de gases a la atmósfera. Los gigantes digitales como Google, Microsoft, Meta y Apple saben bien que no es así y planifican campañas fuertes de green-whashing –lavado de culpas verde— para simular que “no es tan así”. Desde la masificación del uso de la Inteligencia Artificial, la balanza se inclina fuerte hacia la hipótesis de que la industria digital no solo contamina, sino que lo hace muchísimo y más que nunca. Porque esos algoritmos, para funcionar bien, necesitan del almacenamiento de datos a una escala inhumana que implica enormes granjas de servidores con cientos de miles de discos rígidos que consumen cantidades inmensas de electricidad y de agua para enfriar las máquinas: la digitalidad no significa una desmaterialización del mundo.
Según un estudio publicado por el diario The Guardian, entre 2020 y 2022 las emisiones de gases a la atmósfera de las empresas Google, Microsoft, Meta y Apple son alrededor de 7,62 veces mayores a lo que declaran oficialmente.
El mayor emisor de CO2 entre las big tech –por muy lejos-- es el gigante norteamericano de ventas online Amazon, seguido por Apple cuyo daño al ambiente, si bien muy alto, es menos de la mitad que la empresa de Jeff Bezos.
La popularización de la IA recién comienza y a medida que aumente la necesidad de acumular datos para perfeccionarla vía el Big Data, aumentará exponencialmente la demanda energética. La Agencia Internacional de la Energía afirmó que los centros de datos ya representaban entre el 1% y el 1,5% del consumo eléctrico mundial en 2022, antes del boom de ChatGPT.
Una consulta en ChatGPT necesita casi 10 veces más electricidad que otra en Google. Según un estudio de Goldman Sachs, los centros de datos crecerán un 160 por ciento para 2030. Se proyecta que hacia 2030 emitirán 2.500 millones de toneladas métricas de CO2.
Los cinco big tech habían declarado alcanzar el standard de “neutralidad de carbono”. Esto significa que alcanzan un resultado neto de cero emisiones: emitirían la misma cantidad de dióxido de carbono que la que retiran por distintas vías de compensación. Esto dejaría una “huella de carbono cero”.
Sin embargo Google perdió ese sello el año pasado. Amazon fue el último en alcanzar esa categoría. Pero hay empleados de la empresa que niegan esto: “Es cuestión de contabilidad creativa”, explicó un representante de Empleados de Amazon por la Justicia Climática, quienes trabajan en la empresa y reclaman contra Jeff Bezos por su irresponsabilidad ambiental. “Amazon, a pesar de toda la publicidad y la propaganda que se está viendo sobre sus parques solares y sus furgonetas eléctricas, está ampliando el uso de combustibles fósiles, ya sea en centros de datos o en camiones diésel”.
Las compañías obtienen “certificados de energía renovable” REC emitidos por empresas especializadas que permitirían demostrar que las big tech compran electricidad generada con energía renovable para cubrir una parte de su consumo eléctrico. Sin embargo, no hay forma de saber qué porcentaje del total obtenido se usa y qué cantidad de combustibles fósiles utilizan a nivel global: la dispersión geográfica de estas empresas complica los controles estatales o privados. Se sabe que hicieron esas compras de energía renovable, pero no cuánto usaron de la fósil en su cadena global. Además subcontratan empresas de servicios cuya huella de carbono también es difícil de medir para incorporarla a la suma total de las big tech.
Si las cinco big tech fuesen un solo país en el ranking mundial de países emisores de CO2 ocuparían el puesto 33.
Meta informa que sus emisiones oficiales para 2022 fueron de 273 toneladas métricas de CO2 desde sus centros de datos. Con el sistema de contabilidad basado en la ubicación, esa cifra aumenta a 3,8 millones.
Lo mismo sucede con Microsoft: informó que sus emisiones oficiales relacionadas con los centros de datos para 2022 fueron de 280.782 toneladas métricas de CO2. Con un método de contabilidad basado en la ubicación, esa cifra aumenta a 6,1 millones. Es un aumento de casi 22 veces.
En total, la suma de las emisiones basadas en la ubicación de las cinco big tech entre 2020 y 2022 fue al menos un 275 % mayor --3,75 veces-- que la suma de sus cifras oficiales.
Cecilia Rikap --economista, profesora de la Universidad de Londres-- declaró a Página/12: “estas empresas, dado el lugar central que tienen en el capitalismo global y considerando que no están dispuestas a aceptar una transición ecológica que límite su negocio, lo que hacen es planear una transición ecológica a su medida, antes de que se las imponga algún Estado o Naciones Unidas. Por un lado argumentan que la nube de ellas --un negocio que prácticamente monopolizan- es más ecológica que si cada empresa tuviese su propia nube. Pero ocultan que los servicios que ofrecen generan una multiplicación del uso de la nube, lo cual en la ecuación final genera mayores emisiones. Además difunden la idea de que la crisis ecológica se soluciona con tecnología, aplicando IA para predecir mejor el cambio climático, identificar cómo evoluciona la biodiversidad en una reserva ecológica, o manejar de manera más eficiente los semáforos y hacer que se gaste menos nafta, lo cual es la idea detrás del servicio de Google "Green Light" que la empresa vende a las municipalidades. Así se corre el foco profundo del problema, haciendo creer que con tecnología se resuelven los problemas políticos. Por ejemplo, no alcanza con usar más eficientemente los autos; nos guste o no, tendríamos que usar menos el auto particular; incluso se podría pensar en prohibir su uso en las ciudades. Pero eso requiere transporte público de calidad bien planificado que conecte toda la ciudad y financiado con impuestos progresivos para que sea accesible a todos. Sucede lo mismo con la deforestación y los incendios intencionales que buscan expandir la frontera productiva agropecuaria: está genial rastrear qué especies están en peligro y dónde, usando IA; pero el problema de fondo se soluciona frenando esos incendios”.
Un estudio completo y realista de la huella de carbono que dejan estas grandes empresas debe incluir todo lo emitido durante la construcción de las plantas, lo que emiten los empleados en su transporte diario y lo insumido en la fabricación de los equipos, algo muy difícil de calcular.
Las big tech se las ingenian para ocultar todo lo posible sus emisiones, que evidentemente van a seguir aumentando: se prevé que la demanda de electricidad de los centros de datos se duplicará en 2030 resultado de la novedad de la IA. No está claro que las redes eléctricas mundiales estén en condiciones de soportar este aumento. Y es probable que la electricidad pase a ser un bien escaso, mucho más disputado y caro que hoy.