En cien días Starmer no cumplió con casi nada

hace 4 month 15
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Desde Londres

En sus primeros 100 días de gobierno Keir Starmer hizo mucho, casi todo mal. Los escándalos por donaciones y prebendas enchastraron su reputación de incorruptible. El recorte de los subsidios energéticos para el 80 % de la población y el anuncio de ajustes en el gasto social y la inversión pública pusieron fin a sus promesas preelectorales de terminar con 14 años de austeridad conservadora.

El impacto de tanto dislate se ve en varios frentes. Siete diputados laboristas votaron en contra de un recorte a los beneficios por niñez y fueron suspendidos del bloque parlamentario. Hace dos semanas la diputada laborista por Canterbury, Rosie Duffield, renunció al partido con un discurso incendiario y formó un monobloque en la Cámara de los Comunes. Las encuestas le dan un magro punto de ventaja sobre el aún líder de los conservadores, Rishi Sunak, a quien venció por goleada en las elecciones del 4 de julio. ¿Cómo explicar esta hecatombe en lo que debería ser la luna de miel del gobierno?

Promesas de verano

A apenas tres semanas de su victoria electoral, los laboristas anunciaron que no podrían cumplir algunas promesas porque los conservadores habían dejado un agujero fiscal de 22 mil millones de libras (unos 24 mil millones de dólares). La ministra de finanzas, Rachel Reeves "lamentó" mucho esta situación, pero con aire estoico y determinado dijo que estaba obligada a tomar decisiones impopulares para el bien del país.

A la quita de subsidios energéticos Reeves añadió la suspensión de varios proyectos de infraestructura, y la construcción de 40 hospitales. En los ministerios se ordenaron recortes equivalentes a más de tres mil millones de libras. Este octubre unos 10 millones de hogares recibieron cartas anunciándoles que dejarían de recibir entre 100 y 300 libras anuales de subsidios energéticos. En la misma semana se registró un aumento del 10% en las tarifas en medio de un otoño que anticipa un invierno particularmente duro con mini epidemia de Covid en marcha.

Con su mensaje de ortodoxia fiscal, Reeves buscó calmar a los mercados financieros. El gobierno calculó que resultaría digerible también para el estoico pueblo británico, moldeado por el “Blood, Sweat an Tears” (Sangre, sudor y lágrimas) de Winston Churchill y una cultura acostumbrada a los sacrificios y el principio anglicano de austera frugalidad. No midió que las cosas están cambiando.

En un país con los servicios públicos deteriorados por 14 años de desfinanciamiento conservador, con un 18% de la población viviendo bajo el umbral de la pobreza (casi 12 millones de personas) y unas dos millones, en indigencia, sumado a la nueva subjetividad digital del siglo XXI (hedonismo, consumismo, presente perpetuo), esta apelación al estoicismo y sacrificio no cuajó. El descontento, que se extendió al interior del laborismo, tuvo una pausa durante los desmanes de la ultraderecha en el verano británico a raíz del asesinato de tres niños atribuido erróneamente a un inmigrante. Con bastante muñeca política y una línea dura, Starmer restauró el orden y ganó un suspiro de popularidad.

Evalentonado, el primer ministro pronunció un discurso sombrío el primero de septiembre para afianzar el mensaje de austeridad ante la herencia recibida. En medio de un mensaje pesimista, Starmer procuró resaltar los logros del gobierno. El aumento salarial del 5,5% para los trabajadores del atribulado Servicio Nacional de salud y la educación, muy por encima de la inflación del 3,2% anual, se encontraban entre las promesas cumplidas de campaña. A pesar de la estrechez fiscal el gobierno se comprometía a construir un millón y medio de hogares.

Vestir como un gentleman

La mayoritaria prensa conservadora, herida y sedienta de venganza por la apabullante derrota electoral de julio, no necesitó inventar nada (raramente lo hace). Poco después del sombrío discurso de Starmer, el The Times y el Daily TelegraphThe Sun, el Daily Mail y el Daily Express, denunciaron las prebendas, donaciones y regalos que venían recibiendo Starmer, la vice primer ministra Angela Rayner, la ministra de finanzas Rachel Reeves, y otros integrantes del gobierno.

En el caso del primer ministro la suma daba más de 107 mil libras de regalos, beneficios y prebendas, entre otros del club de fútbol de sus amores, el Arsenal y hasta entradas para ver a Taylor Swift. Curiosamente la indumentaria fue una parte central de los regalos. Cinco mil libras para el vestuario de su esposa recibidas del donante del Partido Laborista, el barón Waheed Alli. El barón también parece haberse encargado del atuendo del primer ministro que , entre sus obsequios, recibió unos anteojos que costaban 2435 libras. La agencia de noticias Reuters reportó que la cosa venía de lejos. Como líder de la oposición, Starmer había recibido desde 2019 más regalos que cualquier otro diputado.

Starmer no estaba solo en la fiesta. La vice primer ministra Angela Rayner, solitaria representante de la izquierda partidaria en el gobierno, también se benefició con unas 3500 libras de atuendo por parte del generoso Baron. Y la dama del sacrificio, la ministra de finanzas, Rachel Reeves, aceptó unas 7500 libras para completar su vestuario de parte de Juliet Rosenfeld, esposa de un multimillonario de las telefónicas.

En el congreso anual del partido laborista el 20 de septiembre, el mensaje de Starmer y otros fue unánime. Si bien en sentido estricto no se habían violado las reglas que rigen para obsequios a políticos, de ahora en más rechazarían toda donación de vestuario y otras prebendas. El daño estaba hecho. Las encuestas registraron un descenso de 45 puntos a menos 26 en el porcentaje de aprobación de Starmer.

A fin de septiembre, la diputada Rosie Duffield, resumió en su renuncia al partido laborista leída en la Cámara de los Comunes, el descontento interno y del electorado. Duffield acusó a Starmer y la plana mayor gubernamental de “hipocresía, nepotismo y corruptela”. “Alguien que corta los subsidios energéticos y los beneficios para familias con más de dos hijos y acepta al mismo tiempo inexplicablemente estos regalos, no puede ser primer ministro”, remató la diputada. Según la “mother of the house” (la diputada más veterana de la Cámara de los Comunes), la Corbynista Diane Abbott, bajo Starmer el partido está atrapado en “los bolsillos de los millonarios” (in the pockets of millionaires)

El corto y largo plazo

En medio de la tormenta, Starmer cuenta con tres paraguas invalorables: casi cinco años por delante de gobierno, una mayoría parlamentaria de más de 160 diputados (contando suspensiones y renuncias) y el caos del principal partido de oposición, los conservadores, a punto de elegir la línea más dura de derecha en reemplazo de Rishi Sunak.

Desde ya que ningún paraguas está a prueba de rayos. Starmer nunca fue un líder carismático como, por ejemplo, Boris Johnson, pero, además, el arrollador triunfo que obtuvo el 4 de julio se debió más al sistema electoral británico no proporcional que al porcentaje de la población que lo apoyó. En comparación, su predecesor como líder laborista, Jeremy Corbyn obtuvo en 2019 medio millón de votos más que Starmer, aunque sacó menos de la mitad de diputados electos y sufrió a nivel parlamentario una derrota tan apabullante ante Boris Johnson como la que Sunak padeció a manos del actual primer ministro.

La presentación del presupuesto este 30 de octubre es una puerta abierta para neutralizar este vertiginoso deterioro. La atribulada Rachel Reeves dio señales de cambios de su postura ortodoxa enfatizando la necesidad de estimular la inversión y el crecimiento mediante un relajamiento de las reglas que gobiernan la toma de deuda pública. El gobierno puede también recurrir a más medidas progresistas a las ya anticipadas en pos de una justicia tributaria que ayude a cerrar el agujero fiscal de las 22 mil millones de libras.

Tax Justice UK, Patriotic Millonaires UK, la Resolution Foundation y la Fabian Society presentaron propuestas que permitirían recaudar entre 10 mil y 60 mil millones de libras apuntando a los que más tienen. Entre otras medidas se encuentra un impuesto a la riqueza y la eliminación completa o el sustancial recorte de 1180 exoneraciones impositivas a las grandes corporaciones.

A mediano plazo un presupuesto progresista que impulse un sostenido crecimiento económico y una reparación del tejido social a través de la inversión en servicios públicos, haría olvidar estos patéticos 100 días. Si el gobierno, en cambio, apuesta a una moderación que no arregle nada, el deterioro puede terminar convirtiéndose en irreparable. No resulta fácil sacar los manchones de un traje blanco.

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