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Carlos Paz, la villa serrana, presenta un paisaje humano bastante bizarro, el jueves. Es Halloween, y el colonialismo cultural se deja ver por enésima vez (aunque en esta, de forma un tanto zonza) en la Argentina. Pibes y pibas en cantidad circulan por las calles con disfraces, máscaras y objetos alusivos, acompañados por sonrientes padres. Orgullosos, tal vez, del santoral gringo originado en la Europa del norte pero propalado al mundo desde Estados Unidos. En sincronía, en medio de un griterío infumable, se escucha una voz disonante. Alguien que se planta y, también a cielo abierto y rodeado de –otra- gente, habla de cosas que dignifican lo humano, la reflexión, la resistencia cultural y los libros, con todo lo que ello implica en estos tiempos raros.
Esa voz que se planta es la de Aldo Parfeniuk, reconocido poeta de la Villa. Le siguen las de quienes esbozan iniciales palabras en un evento cuyo segundo nombre cuenta lo que pretende: “Identidad que trasciende al mundo”. Confluyen en derredor del poeta carlospacense, el intendente Esteban Avilés, quien destaca la idea de visibilizar la feria ante el mundo; el periodista y escritor Pedro Solans, que aboga por una feria que no sea velorio sino fiesta; el secretario de Turismo, Innovación y Cultura, Sebastián Boldrini; la presidenta de la feria, Carina Manassero; y el presidente de la Fundación del Libro de Buenos Aires, Alejandro Vaccaro. Es este último quien también contrarresta la corriente con sus palabras inaugurales: “Vivimos un momento en que desde los más altos estamentos nacionales se utiliza la palabra para degradar, para injuriar, para alimentar el odio, así que esta feria del libro, de la palabra, es una clara respuesta de los que pensamos de otra manera”.
Todas las voces todas son las que inauguran pues la primera feria internacional del libro de Carlos Paz que finalmente, sí, empieza en medio de Halloween, pero concluye –el lunes- con una fiesta norteña a todo color, calor y carnavalito. Del jueves gringo al lunes criollo devino entonces un evento en el cual también se dijeron –e hicieron- cosas para que los lunes como este sean más importantes que los jueves como aquel.
La presentación del libro Platero y yo (Platero Ha Che) de Juan Ramón Jiménez, traducida al guaraní fue una entre tantas. Tras la explicación de sus pormenores a cargo del presidente de la Asociación Cultural Iberoamericana, el español Jaime de Vicente Núñez; Joselo Schuap tradujo la impronta de aquellos “atentados culturales” que lo forjaron como militante, a lenguaje ferial, no solo contando de la importancia de la traducción, sino también a través de una música litoraleña alusiva, y también bilingüe. “El porqué de esta traducción es que España y el guaraní tienen todo que ver. Por ello, agradecemos este acto de justicia desde España hacia el idioma guaraní, porque nuestros niños, nuestros bebés, nacen, lloran y automáticamente hablan castellano, portuñol y guaraní”, sostuvo el ministro de cultura de Misiones, antes de musiquear en ambos idiomas, junto al acordeonista Alberto Muñoz.
Instancias importantes del evento consistieron además en las ricas charlas históricas del escritor cordobés Mariano Saravia, sobre las figuras del caudillo Juan Bautista Bustos y –en este caso junto el uruguayo Nelson Caula- de José Gervasio Artigas. En las presentaciones del uruguayo Guillermo Pellegrino, de dos biografías extraordinarias. Una de Alfredo Zitarrosa, y otra de Osiris Rodríguez Castillo. En el tacto poético del vate salteño Leopoldo “Teuco” Castilla –distinguido con el premio “Jorge Martín Furt”- que también brilló por su presencia no solo durante sus conversatorios en las diferentes salas del Paseo de los Artesanos -donde abogó porque la poesía se transforme en un “nuevo lenguaje político”- sino también como parte de una bella jornada de mañana dominical en el Bosque de la Poesía, ubicado dentro del Parque Estancia La Quinta.
Allí, en medio de árboles autóctonos, pájaros y acompañado una vez más por el todoterreno Solans –algo así como el espíritu del encuentro- el salteño gritó a cuatro vientos el lema del Bosque: “Contra la devastación del planeta, para que los bosques de la poesía nos devuelvan la poesía de los bosques”. Y luego se preguntó, “¿Qué hacer cuando tenemos un presidente negacionista, con ceguera mental, que niega los peligros del cambio climático, mientras todo el mundo se inunda?, ¿y qué con esas cien empresas multinacionales, que son culpables del 73,4 por ciento de la polución del planeta? Bueno, nosotros creamos el CONASUR (Convocatoria para la naturaleza como sujeto de derecho), para generar una ley que justamente declare a la naturaleza de ese modo. Ya hay un proyecto presentado en el Senado”, destacó Castilla. “De estos Bosques de la Poesía no solo hay decenas en la mayoría de las provincias argentinas, sino también en Ecuador, Perú, Bolivia, y España”, redondeó su compañero Solans.
El brazo internacional del evento, por su parte, concentró haceres en el homenaje al escritor polaco Florián Czamyszewicz, a cargo de la directora de la Biblioteca de Domeyko, Marta Bryszewska y del ballet de la Asociación polaca de Córdoba. En la charla “Los gitanos en la literatura, en el cine y en el barrio” a cargo de Jorge Nedich, en representación de Rumania. En la presencia virtual del italiano Gian Luca Campagna, especialista en novela negra que, junto a Giorgio Ballario, protagonizó un streaming bajo la moderación local de Fernando López y el mencionado Saravia. España, en tanto, cantó presente –además del antedicho estreno de Platero Ha Che- mediante reflexiones de la poeta granadina María José Merlo Calvente, sobre la obra de Federico García Lorca; y la presentación del libro El nombre de las horas perdidas, de José María Chema Cotarelo, bajo moderación de Horacio Rébora y –otra vez- Pedro Solans.
Finalmente, la más convocante de las presentaciones –de acá y de allá- fue la de la comediante y psicóloga Magalí Tajes y su libro Espíritu Animal, que atiborró de seguidores el patio abierto, donde además se llevaron a cabo los números musicales que amenizaron las cinco jornadas. Danzas paraguayas, tangos hechos por mujeres, guitarreadas folklóricas y más que, claro, le ganaron por goleada a las máscaras importadas de Halloween.