Kim Gordon y la celebración de la senectud sónica

hace 3 day 2
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La ex Sonic Youth abrió el show de St. Vincent en C Art Media

Si en su banda anterior exploró el noise desde el rock, ahora la cantante deconstruye bases de hip hop y las somete a un proceso industrial de alto octanaje. Y si la música resulta imprevisible, las letras también se mueven por terrenos insospechados.

En sólo 50 minutos encima del escenario del C Art Media, Kim Gordon puso en jaque todos los cuestionamientos artísticos que se le puedan achacar a una artista de 72 años. La edad es central en el asunto, y más si la cantante y guitarrista formó parte de una banda llamada Sonic Youth (juventud sónica). ¿Hasta qué punto en la carrera -en la vida- puede un músico seguir explorando territorios y que esa búsqueda resulte atractiva para quien la recibe como oyente? Primer desafío superado: en el momento en el que casi la totalidad de los artistas haría un repaso por sus grandes éxitos acompañado por una banda promedio que no los opaque demasiado, Gordon se planta en escena con material de sus dos discos solistas (No Home Record y especialmente el recienteThe Collective) y un trío tan experimental como demoledor.

Pero no hacer concesiones al pasado no sólo tiene que ver con no abordar el repertorio que le correspondía en Sonic Youth sino también con internarse por territorios diferentes a los que transitó con el cuarteto neoyorquino. Así, en el show del jueves con el que abrió la fecha para St. Vincent salió al ruedo con "BYE BYE", una suerte de remix de una tormenta eléctrica para la que sólo aportó su guitarra en el final, más concentrada en repasar con cierta distancia la lista de equipaje para un viaje cualquiera. Durante los seis temas que siguieron, el orden fue el mismo que en The Collective, pero también la inquietud exploratoria. "The Candy House" lleva el título de la novela que inspiró el disco, en la que las experiencias humanas terminan por convertirse en un colectivo amorfo gracias a una app que permite vivir las de los demás como si fueran propias. Y en "I'm a Man" cuestiona la masculinidad sin necesidad de hacer un panfleto, simplemente poniendo en evidencia las contradicciones de los supuestos machos alfa modernos.

Si Sonic Youth construyó un camino de rock experimental a partir de la influencia de la no wave neoyorquina, Gordon parece asentarse en las mismas bases para explorar una ruta alternativa, deconstruyendo bases de hip hop y sometiéndolas a una suerte de proceso industrial de alto octanaje. Hasta se permite juguetear con el autotune (en "Psychedelic Orgasm") para encontrarle un sentido diferente. A su lado, la guitarrista Sarah Register explora sobre el terreno que durante treinta años cubrieron Thurston Moore, Lee Ranaldo y la propia Gordon en Sonic Youth (noise con palanca y slide, destornillador aplicado al diapasón), pero su electroshock produce resultados insospechados. Y en ello, la combinación con el bajo y los teclados de Camilla Charlesworth resulta crucial. Madi Vogt también parece irremplazable en este combo: puede ir del motorik a la explosión, pero también dejar los palillos, y tocar sólo el bombo y un pad.

En "Cookie Butter", del disco anterior", Gordon repasó verbos en pasado y presente: ver, saber, recordar, desear, coger, pensar, nacer... Arrancó en primera persona del singular y luego entabló una suerte de diálogo verbal con un "you", para cerrar con las frases "suministros eléctricos de metal" y "crema de galletita". Tan imprevisible como esas letras que simplemente fluyen es la música de la ex Sonic Youth. Canciones que construye como si se tratara de pinturas que exploran el regreso a la organicidad tras la resaca de la inteligencia artificial. Con eso solo alcanzaría para considerarla vanguardista (¡todavía!), pero ella encima destruye la tela, arma un collage con los pedazos y lo usa de frazada para proteger sus instrumentos. ¿Post futuro? El tiempo para celebrar la senectud sónica.

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