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Desde fines de los 60, cuando el ser humano pisó por primera vez la Luna, se deslizan hipótesis sobre cuándo, efectivamente, el satélite natural podría convertirse en un auténtico vecindario. Luego, a tono con la Guerra Fría, la llama de la carrera espacial se fue apagando y los sueños científicos se orientaron hacia otros horizontes. Pero más de medio siglo después, la idea de construir bases lunares adquiere fuerza a través de proyectos emblemáticos como Artemis impulsados por la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA) y también a partir de las intenciones concretas de potencias como China. Un interrogante se abre: ¿por qué la disputa por la conquista del espacio se reactiva?
Estados Unidos, a partir de la NASA, ya advirtió que dentro de sus planes espaciales se encontraba llegar a Marte hacia 2033. Para ello, será vital que las naves tripuladas cuenten con estaciones de servicio, en las cuales sea posible cargar combustible, evaluar que todo funcione correctamente y seguir rumbo al planeta rojo. De aquí que la Luna podría servir como una parada en boxes formidable, si se confirma la existencia de agua y otros insumos fundamentales para las naves. En efecto, hacia septiembre de 2026, prometieron que un hombre y una mujer podrían volver a explorar el suelo lunar. Aunque la idea es excitante, sin embargo, nadie en la comunidad de expertos confía en que ello ocurra antes de 2028.
A falta de la Unión Soviética como competidor en la carrera espacial, quien desde hace décadas se ubica ahora como principal rival de EEUU fue China. La última noticia que proviene de parte de la potencia oriental es el desarrollo de ladrillos que soportan las condiciones adversas del medio cósmico. Aunque se encuentran listos, deberán probarse en el espacio durante el próximo año para evaluar cómo resisten a la radiación y a las temperaturas extremas que superan los 180 grados durante el día y descienden a menos de 190 por la noche. Son elaborados por un equipo de especialistas de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Huazhong, a partir de un material similar al suelo lunar que combina basalto y otros componentes como anortosita. Y a priori, son tres veces más resistentes que los ladrillos convencionales.
La meta de Xi Xinping es construir una estación internacional de investigación lunar entre 2028 y 2035 y llevar astronautas en 2030. Este propósito se enmarca en el programa 2024-2050 que incluye avances con respecto al conocimiento de las condiciones del universo extremo, las ondas gravitacionales, la vista panorámica Sol-Tierra y los planetas habitables.
¿Territorio de paz o de guerra?
Entre los más optimistas con respecto a una ocupación pacífica de la Luna destacan Jan Woerner. El exdirector general de la ESA sueña con la creación de una “aldea lunar global”, donde las diferencias geopolíticas entre las diversas naciones puedan abandonarse. Es una aspiración comunitaria que olvida las acusaciones cruzadas que de manera reciente sostienen los principales actores.
Sin ir tan lejos, Bill Nelson, director de la NASA, en ocasión de su visita a Argentina en agosto de 2023, criticó el secretismo chino. En aquel momento, dijo a Página/12: “Consideramos que lo que China hace está muy bien, aunque es extremadamente secreto. Cuando pusieron sus tres elementos de su estación espacial, ellos no reservaron combustible en la nave espacial para un reingreso controlado y no nos contaron hacia dónde se dirigían. No sabíamos hacia dónde se precipitaban”, sostuvo. Lo que aún significa más, en conversaciones con medios internacionales, Nelson sugirió la posibilidad de que China y Rusia buscan “apoderarse” del satélite.
Sin embargo, para la guerra de las galaxias todavía falta, pues antes la humanidad deberá asegurar su supervivencia por fuera de la Tierra. Una vez que los astronautas conquisten la Luna deberán realizar diversas tareas para sobrevivir. Algunas de las más básicas tienen que ver con alimentarse y hay proyectos europeos que apuntan a que los hombres y mujeres del espacio puedan cultivar sus propios alimentos.
Cuando las comidas empaquetadas y llevadas desde la Tierra se agoten, los viajeros deberán preparar sus propios menús en tiempo real. El proyecto español Green Moon es de referencia mundial, porque emplea cápsulas que actúan como invernaderos, y que permiten que las plantas puedan sobrevivir frente a las condiciones climáticas adversas. Algunas de las iniciativas de este equipo se basan en la hidroponía, una técnica que prescinde del uso del suelo y los nutrientes que necesitan las verduras para crecer y son provistos a través del agua, un método que grupos del INTA en Argentina llevan adelante con éxito en otro lugar inhóspito: la Base Marambio en Antártida.
Además de cultivar los propios alimentos, los humanos que habiten la Luna necesitarán una casa. Y para construir casas, nada mejor que un arquitecto espacial. Frente a esta necesidad, emerge el nombre de Guillermo Trotti, un argentino que desde hace décadas vive en EEUU y trabaja desde la Arizona State University para la NASA.
En una entrevista reciente, Trotti explicó que “no cabe duda de que en los próximos cinco o diez años habrá gente” en la Luna y que ya existen muchos proyectos orientados, por ejemplo, a minar el hielo que existe en el Polo Sur, en donde se cree que el agua podría servir de combustible. En paralelo, Trotti estudia cómo en poco tiempo sería factible habitar las cuevas de la superficie lunar. Como si fuera poco, este multifacético arquitecto, junto a su esposa Deva Newman –exsubdirectora de la NASA– diseña trajes que permitirán a los astronautas desplazarse en el espacio sin perder agilidad.
Luego del éxito del Apolo XI, los seres humanos llegaron a la Luna en cinco ocasiones más con las misiones del Apolo XII, XIV, XV, XVI y XVII (este último realizado en 1972 como corolario del Programa). Y aunque Armstrong, Aldrin y Collins quedaron grabados en la memoria popular, en verdad fueron 12 los astronautas que recorrieron la Luna. Aunque con ventaja, Estados Unidos no está solo. En enero de 2024 Japón se sumó al selecto grupo que también conforma Rusia, China e India, el elenco de países cuyas naves conquistaron la esfera gris-blaquecina al menos en una oportunidad.
Seres interplanetarios
Así es cómo, poco a poco, el ser humano, que históricamente dominó los destinos de un solo planeta, podría convertirse en un ser interplanetario. En efecto, ya hay muchos actores privados que están interesados en la realización de actividades subsidiarias como el turismo espacial. Blue Origin, la empresa fundada por Jeff Bezos; Virgin Galactic del británico Richard Branson; y Space X de Elon Musk representan algunas de las opciones para aquellos bolsillos que puedan acceder a viajes inolvidables a bordo de naves espaciales.
De aquí el intento de la ciencia internacional por el descubrimiento de exoplanetas: mundos por fuera del sistema solar. Según se estima, hasta el momento habría cerca de 5500 y muchos de ellos podrían presentar condiciones aptas para la existencia. Pero el de la vida extraterrestre es otro capítulo. No obstante, lo de siempre: el hallazgo de otros planetas puede significar la apropiación de recursos naturales, similares a los de la Tierra y listos para ser explotados.
Parece un sueño, pero ya está tan cerca y los planes son tan serios que habitar la Luna dejó de ser un simple espejismo, para convertirse en un proyecto realizable en el corto plazo. Agotados los insumos de este mundo, las sociedades buscarán otros territorios para colonizar y explotar. Según parece, no hay límites para la voracidad que caracteriza al hombre del siglo XXI.