La Renga volvió a ser local en cancha de Huracán 

hace 10 hour 1

Y un día La Renga volvió a ofrendar su banquete en tierras porteñas. Después de ocho años sin tocar en Ciudad de Buenos Aires –un combo de cancelaciones y negativas burocráticas para otorgarle los permisos la convirtieron en una banda casi prohibida en esta ciudad-, el trío de Mataderos concretó este sábado el primero de sus tres shows –repite el martes 1 y el sábado 5 de julio- en el estadio de Huracán, un escenario que les es más que familiar. De hecho, la última vez que lograron tocar en estas pampas fue justamente en una serie de seis recitales en el Tomás Adolfo Ducó y un cuarto de siglo atrás grabaron aquí su emblemático disco Insoportablemente Vivo (2001). Ahora, al menos 40 mil personas fueron partícipes de una velada histórica y pudieron saborear un menú de treinta canciones de todas las épocas del grupo.

¿Por qué el Gobierno de la Ciudad dio tantas vueltas en estos años para autorizar los shows? Porque La Renga es una banda incómoda, en varios aspectos. Primero, porque su público está integrado en general por sectores de clases populares de barrios bajos –bandas de “desangelados”, diría Solari- que vivencian cada “banquete” con intensidad, fervor, desenfado y con algunos gestos de ritual dionisíaco. El desborde, se sabe, no se lleva bien con los protocolos de las fuerzas de seguridad. Y segundo, porque el grupo se caracteriza por ofrecer una poética combativa y rebelde que no comulga con el poder económico y político. La Renga no es precisamente una banda fácil de domesticar. Si en “Vende patria clon”, canción de 1998, criticaban las privatizaciones del programa neoliberal menemista, en la actualidad varias de esas canciones vuelven a cobrar sentido.

“Es una época muy sarpada la que se está viviendo. Muy cruel. Está de moda insultar en redes sociales. No sé qué está pasando. Hay que parar de darle de comer a ese monstruo que crece”, dijo el cantante Gustavo "Chizzo" Nápoli antes de tocar “El monstruo que crece”, de Truenotierra (2006). Sin embargo, durante las dos horas y media que duró el show, el vocalista no se pronunció de manera directa sobre la coyuntura sociopolítica en el escenario ni tampoco hizo uso del micrófono más que para cantar. La noche fría de invierno, de algún modo, impactó en el ánimo y la energía del público. Si bien el concierto renguero se vivió con alegría y emoción, hubo que esperar a que sonaran los clásicos “Tripa y corazón”, “A la carga mi rocanrol”, “El Twist del pibe” y “Motoralmaysangre” para que los seguidores se encendieran y empezaran a revolear los buzos y camperas.

En la previa, también la jornada transitó con calma y tranquilidad –más allá de alguna breve escaramuza en la entrada una vez iniciado el show-. Durante la tarde, los fanáticos del grupo hacían su propio ritual en los alrededores de la cancha de Huracán y en las esquinas de Parque Patricios: se tomaban fotos con sus amigos y sus banderas, compartían algunos tragos, compraban la remera de la fecha a los vendedores ambulantes y arengaban con clásicos recitaleros como el que dice: “Vamos La Renga, con huevo vaya al frente, que se lo pide toda la gente...”.

A simple vista y a diferencia de otras bandas de estadio –como Los Piojos o Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, el grupo de Indio-, no parece haber demasiado recambio generacional en el público de La Renga. La mayoría de las personas que asistieron pertenecían a la franja “+30”, “+40” o “+50”, a excepción de varios niños y adolescentes que acompañaban a sus padres. La falta de renovación, quizás, tenga que ver no solo con que las nuevas generaciones vuelcan sus oídos a la música urbana más que al rock, sino porque La Renga es una banda que en las últimas décadas optó por conservar un estilo más tradicional –su clásico hard rock desprolijo, simple y directo- y no incorporó nuevos elementos a su música. Sin embargo, también hay que decir que a diferencia de otras propuestas artísticas, La Renga es una banda con mística, un imaginario propio y coherencia discursiva.

En el marco de la gira “Totalmente poseídos" –nombre del documental que estrenaron en abril del año pasado y que retrata el trayecto del disco Alejado de la red (2022)-, La Renga brindó un show contundente, sobrio y repleto de clásicos de todas las etapas del grupo. En esa línea, sonaron gemas como “El juicio del ganso” y “Voy a bailar a la nave del olvido”; del primer disco, Esquivando charcos (1991); “El circo romano”; de A donde me lleva la vida (1994); “Psilocybe mexicana”, “El viento que toda empuja” y “El final es en donde partí”, de Despedazado por mil partes (1996), y “El revelde”, “Tripa y corazón” y “Bien alto”, de La Renga (1996). Sin embargo, también hubo lugar para canciones más nuevas, como las que estrenaron en el documental: “Buena ruta hermano”, “Ese lugar de ninguna parte” y “La banquina de algún lado”.

De hecho, “Buena ruta hermano” fue la elegida para abrir el primero de los tres shows en Huracán, a las 21 en punto. “¡Buenas noches, Capital”, saludó el Chizzo con una sonrisa amplia antes de la tercera canción, “A tu lado”, de Detonador de sueños (2003). “Después de tanto tiempo hemos regresado a Capital. Quiero agradecer a los que nos hicieron el aguante y nos ayudaron para esta vuelta. Y a las autoridades también”, dijo el cantante con una mueca irónica. Unos días antes de que el productor José Palazzo confirmara la noticia de los shows en Huracán, artistas como León Gieco y Los Piojos brindaron su apoyo genuino para que el grupo pudiera tocar en el territorio vedado. El primer paso lo había dado Divididos en su show de Vélez en mayo de 2023, cuando los invitaron al escenario a tocar una canción.

En una puesta austera y sencilla –sin la grandilocuencia de shows del mainstream-, la banda que completan el baterista Tanque Iglesias y el bajista Tete Iglesias desafió al frío invernal con canciones como “Dementes en el espacio”, “La furia de la bestia rock” y “Poder”. Luego de que el vocalista deslizara un “tenemos que volver a tomar el poder”, el público respondió con un cántico recitalero de estas épocas: “El que no salta/ votó a Milei”. También, más tímidamente, se escuchó un par de veces: “La Patria no se vende”.

Después de un segmento a puro pogo –que vino bien para combatir el frío-, el trío ofreció canciones más lentas como “El cielo del desengaño”, “Voy a bailar a la nave del olvido” y “En el baldío”. El cierre de la lista llegó con “El revelde”, “Oscuro diamante”, “El final es en donde partí” y, como siempre, “Hablando de la libertad”. Por delante, a la banda de Mataderos le quedan dos pruebas de fuego en Huracán. Será la constatación de que la música nunca es peligrosa más allá de los temores y prejuicios de las autoridades de los gobiernos de turno. Y también será la comprobación de que La Renga es un clásico argentino con identidad, recorrido histórico y alcance popular.

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