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En medio de una crítica situación universitaria tras la ratificación del veto de Javier Milei a la Ley de Financiamiento Universitario, estudiantes de todo el país tomaron los edificios de las diferentes instituciones, con el fin de elevar un reclamo que se haga oír en todo el territorio argentino.
En este sentido, estudiantes y docentes de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA), la de Psicología, la de Ingeniería y otras instituciones tomaron los edificios educativos y dieron clase en las calles, en reclamo a la avanzada libertaria.
Al advertir la toma de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional del Litoral, Nicolás Márquez -escritor, conferencista, abogado y biógrafo de Javier Milei- lanzó una repudiable frase en sus redes sociales: "¿Vieron que al final 'La Noche de los Bastones Largos' no fue un error?".
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El tuit del ultraderechista no pasó inadvertido para los internautas, quienes lo liquidaron tras su irresponsable mensaje: "Nico, me acabo de enterar. No sabía nada. ¿Hace cuánto no ves a tu hija y por qué?", le recordó un usuario de X en relación a su vida personal.
"Che, ¿por qué no podés ver a tu hija? ¿Te clavaron una denuncia por violencia o acoso?", insistió otro. En tanto, otros apuntaron al aspecto político: "Hablan de libertad y reivindican a Onganía. Son un chiste. Ya te va a llegar tu cordobazo, zapato"; "¿Pensás que te será gratis reinvindicar dictaduras y crímenes de lesa humanidad?"; "A favor de ellos, ninguno violó a su hija", fueron otros de los comentarios.
"La Noche de los Bastones Largos": cuándo fue y qué sucedió allí
El 29 de julio de 1966, la dictadura encabezada por el General Juan Carlos Onganía decidió desalojar distintas facultades de la Universidad de Buenos Aires (la de Ciencias Económicas fue la primera) y reprimir a las autoridades, los profesores y alumnos que reclamaban en defensa de la autonomía universitaria.
Esa noche, conocida luego como "la noche de los bastones largos", se convirtió en uno de los momentos más deleznables de la historia argentina. El dictador Onganía había decretado no solo la intervención de las universidades nacionales, sino también la "depuración" académica. Es decir, expulsar a cualquier tipo de oposición que realizara alguna actividad dentro de aquellos establecimientos educativos.
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Como consecuencia, más de 700 académicos fueron obligados a abandonar sus puestos de trabajo y, muchos de ellos, se exiliaron en el exterior. A partir ahí, comenzó un éxodo de brillantes investigadores y científicos.
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