ARTICLE AD BOX
“Los países están firmando más acuerdos, pero lo hacen con un enfoque geopolítico y metas no comerciales” a nivel global. La cita proviene de un documento reciente del centro de investigaciones Fundar que analiza la etapa de transición actual y recomienda a Argentina evitar la adaptación pasiva en un entorno internacional en constante cambio. Una era donde priman los “mini deals” versus el multilateralismo y la geopolítica versus la eficiencia económica, y en donde nuevos sectores son estratégicos: vinculados a la transición energética, la tecnología avanzada y la seguridad económica. Los casos de Sudáfrica, Brasil, Indonesia y México como ejemplos.
El documento se titula “La reconfiguración de la globalización. Estrategias en países del Sur Global para insertarse en el nuevo tablero internacional” y en materia de política internacional recomienda a Argentina fortalecer la gestión de datos, modernizar el marco regulatorio y diseñar instituciones que apoyen la política industrial y comercial, entre otras cosas. También consideran que es clave consolidar una burocracia especializada y dotarla de herramientas para anticipar en tendencias globales y reaccionar con rapidez. Priorizar sectores estratégicos y alinear con estos la política productiva y la política exterior es otra punta de lanza. Además de diversificar las relaciones internacionales, donde la diplomacia debe ser una herramienta.
Los autores Martín Schapiro, Martina Zanetto y Julieta Zelicovich hablan de una etapa de transición de poder en el orden internacional que refiere al ascenso de China en el dominio global. A esto, “Estados Unidos respondió con estrategias proteccionistas y la reconfiguración de alianzas, basado principalmente en la alineación geopolítica. Estas prácticas fueron prontamente replicadas en otros países del Norte Global”, sostienen. En paralelo, advierten: “La intervención estatal ganó protagonismo en la regulación del comercio y en la inversión extranjera directa, adoptando un enfoque más politizado. Las políticas comerciales ahora persiguen metas no exclusivamente económicas”. La política exterior de Estados Unidos pero también de Argentina son muestra de aquello.
En un mundo más proteccionista, como dicen los autores puesto que “desde la crisis financiera de 2008 aumentaron las medidas restrictivas al comercio y el control sobre la inversión extranjera”, también aumentaron las acciones unilaterales vis a vis el multilateralismo. Por ejemplo, ganaron importancia “acciones como los subsidios a la producción y los incentivos para el reshoring (relocalización nacional o repatriación de la producción) y friendshoring (por proximidad geopolítica)”. Al mismo tiempo que “se popularizaron los «mini deals» o memorandos de entendimiento, mecanismos más flexibles centrados en promover la resiliencia en sectores estratégicos como los minerales críticos”.
Por otro lado, el documento de Fundar se refiere a los nuevos sectores económicos estratégicos globales, “mientras que años anteriores destacaban los servicios financieros y manufacturas tecnológicas, hoy se priorizan sectores ligados a: la transición energética (minerales críticos como el litio, cobre y cobalto), la tecnología avanzada (como los semiconductores, dada su amplia aplicación en la industria y la defensa), y la seguridad económica (dada la creciente digitalización y el crecimiento de los servicios basados en datos)”. Argentina puede ser un actor relevante en el primero y último de los identificados.
Cuatro ejemplos en el Sur global
El documento no analiza puntualmente el caso de Argentina, sino los casos de Sudáfrica, Brasil, Indonesia y México que muestran cómo los países de ingresos medios están adaptando sus estrategias para responder a los nuevos desafíos. “Sudáfrica centra su estrategia en la diplomacia económica, utilizando acuerdos internacionales y relaciones bilaterales para impulsar su política industrial (…) A nivel regional, prioriza el Acuerdo de Libre Comercio Continental Africano (AfCFTA), que busca expandir su base industrial mediante productos de mayor valor agregado, especialmente en manufacturas y minerales críticos. A nivel global, aplica un multialineamiento, equilibrando relaciones con actores como EE.UU., China y la UE”.
Brasil “adoptó una estrategia de reindustrialización vinculada con la sostenibilidad, enfocándose en la agroindustria, la bioeconomía y la transición energética”, agregan desde Fundar. “Indonesia optó por un enfoque de nacionalismo de recursos, restringiendo la exportación de materias primas (como el níquel) para fomentar su industrialización. Esta estrategia permitió el desarrollo de industrias relacionadas con la fabricación de acero inoxidable y baterías para vehículos eléctricos”, aunque con “acuerdos de cooperación en materia de minerales críticos tienen mayor vulnerabilidad externa debido a su dependencia de China”. Por último México, “enfocó su estrategia en la soberanía energética, fortaleciendo la producción nacional de petróleo, y su política incluyó cambios en las regulaciones para restringir la inversión extranjera directa en áreas clave (como la generación de electricidad), mientras buscó garantizar el control estatal de la explotación de recursos”.