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Este viernes 9 de agosto, poco antes de la medianoche, la sala porteña La Tangente (Honduras 5317) servirá de vitrina para una velada federal que girará en torno a dos maneras de comprender la música pop. El programa lo comparten la banda platense Laika Perra Rusa, que vuelve a Buenos Aires para seguir deshilachando su “pop de trinchera”, junto a uno de los bastiones de la escena musical rosarina de los últimos 20 años: Matilda. La dupla electropop, conformada por Manuel “Checho” Godoy (voz) e Ignacio “Nacho” Molinos (bajo, teclado y programación), continúa defendiendo su último álbum de estudio, Bajo la tempestad, publicado en septiembre de 2023. Lo que supone una oportunidad para descubrir o reincidir en un proyecto que hizo de la pista del baile todo un acto político.
“Hay gente a la que no le pasa nada cuando escucha nuestros discos. Sin embargo, al vernos en vivo se sorprende y comprende la totalidad del proyecto”, explica Godoy. “El 21 de septiembre cumpliremos 23 años desde que actuamos en vivo por primera vez. A fines de ese año, entramos a grabar el primer disco de Matilda. Lo hicimos mientras sucedió el estallido social de 2001. Si bien participamos en todas las marchas, estuvimos abstraídos con eso. De alguna manera, la música nos sirvió de escape. En ese entonces, éramos parte del colectivo artístico Planeta X, organización civil no social que no sólo participaba en las asambleas barriales, sino que también consideraba que valía lo mismo el trabajo del músico que el de quien limpiaba el baño al terminar un show”.
-¿Qué conservan de aquella época?
-Quedó esa lógica laboral, así como el espíritu de los recitales. Nuestra formación política no se produjo a través de los partidos políticos, sino que lo hicimos a través del hecho artístico. Si bien entre 2015 y 2016 nos establecimos fuerte en Rosario, con un público grande, se mantuvieron la cuestión horizontal y el baile de las fiestas under en las que empezamos a tocar. Continuamos trabajando, sin correr detrás de la zanahoria. Siempre construimos desde una manera afectiva y humana, por lo que no traicionamos nuestras convicciones.
A raíz de esa actitud militante, su propuesta divide las aguas a donde quiera que van. Pero en especial en su ciudad natal. “Ese feedback lo sentimos desde que empezamos a tocar”, reconoce el cantante, dueño además de una performance que mixtura la semblanza de los baladistas melódicos con el llamado “baile del robot” (uno de los pasos característicos del funk, heredado por el breakdance). "A pesar de que tenemos tradición de rock nacional o de punk, entre los rosarinos siempre fuimos los bichos raros. A la gente le entran las cosas de manera más fácil mediante el baile y el ritmo: es lo primero que les seduce. Y a esa cuestión le agregamos el contenido de las letras. Ni a palos queremos ser una banda que trate de congraciarse con todo el mundo. Estamos acá para hacer lo que nos gusta. No nos interesa quedarnos en el gueto”.
-¿Sienten que están en la vereda de en frente de Miranda!, por ejemplo?
-El género es el mismo, pero las intenciones estéticas y los imaginarios son diferentes. Miranda! es un proyecto orientado a canciones de amor más tradicionales. Y Matilda tiene letras existencialistas y políticas. No nos contraponemos. A comienzos de año, compartimos fecha con ellos y estuvo buenísimo. Me gustan las canciones de amor, y las canto. Aunque a la hora de producir algo, prefiero un contenido que te interpele un poco.
De eso pueden dar constancia los 10 temas que constituyen Bajo la tempestad. El séptimo álbum del tándem rosarino aborda la oscuridad y la incertidumbre, desde el punto de vista del baile y de la música pop. “Aparte de tener una banda, y de hacer canciones y mostrarlas, uno está tratando de explicarse a uno mismo las cosas que le pasan en esta vida”, reflexiona el frontman, quien, en complicidad con Molinos, amplió el abanico sonoro hacia estilos afines como el ítalo disco y el krautrock. “Si el disco El río y su continuidad (2016) estuvo atravesado por mi paternidad, Bajo la tempestad bebe de la pandemia y de la post pandemia. Imaginate que tengo 47 años, y nací en un mundo analógico. Uno puede apreciar y percibir cómo la tecnología fue cambiando la manera de relacionarnos”.
-Si bien se trata de un disco oscuro, las canciones parecieran tener al final una suerte de manual de contención.
-Aunque haga letras que hablen de ciertas cosas oscuras, tratamos de que en algún momento haya un hilo de luz dentro de la narración. No nos interesa ser totalmente dark. Uno no tiene la posta, no sabe lo que va a pasar. Creemos que la salida es colectiva. En algún punto, le tenemos fe a la humanidad. Y si nos ponemos las pilas, las cosas pueden ser mejor.
-Litto Nebbia figura como único invitado en “Lejos del Centro”, último tema de su más reciente disco. ¿Por qué se les ocurrió convocarlo?
-Somos fans suyos desde hace mucho. Yo entré en su obra a través de sus dos primeros discos solistas. A Nacho se le ocurrió hacerle un homenaje con lo que en ese entonces era la escena indie rosarina. Litto vino para la presentación de ese disco, y tocó algunos temas. Ahí surgió la relación. Después, Nacho y él no se vieron más. Cuando hicimos la canción, que describe el paisaje arrabalero de Villa Moreno, donde ocurrió el triple crimen de una de las bandas narco, Nacho pensó en Litto por su conexión con el tango. Lo contactamos, y, como era pandemia, nos dijo que apenas pudiera ir al estudio grababa su parte. Un mes más tarde, recibimos la pista de la voz. Para nosotros fue una emoción muy grande no sólo que aceptara la invitación, sino que cantara un electropop nuestro. Es lo más insólito.
-A propósito del lugar en el que se inspira ese tema, ¿cómo impacta la violencia que padece Rosario en la música de la banda?
-No hay más droga en Rosario que en la Provincia de Buenos Aires. Sí es cierto que en la zona de los puertos sale mucha droga hacia otros puntos. A nosotros eso nos afecta en todos los sentidos. De hecho, la canción que hicimos con Litto habla de eso. A principios de año, cuando mataron a varios trabajadores como pasada de factura al gobierno actual, la gente tenía miedo de salir a la calle. Una semana más tarde, tocamos al aire libre en el Centro Cultural Fontanarrosa. Y tuvieron que adelantar el recital. Esto ya no es la Barcelona que era en los 2000 o la nueva cosa socialista.