Mercenarios argentinos en Ucrania

hace 1 week 7
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El acercamiento entre Argentina y Ucrania comenzó formalmente con la asistencia de Volodimir Zelenski a la asunción presidencial de Javier Milei el pasado 10 de diciembre. A partir de ahí, y en los pocos meses transcurridos, los lazos de amistad entre los dos gobernantes se multiplicaron y se estrecharon fuertemente a partir de sus necesidades mutuas.

Mientras que para Milei el horizonte principal de su gobierno es el alineamiento irrestricto con los Estados Unidos y la adopción de sus relaciones internacionales como una política exterior propia, para Zelenski la supervivencia está dictada no sólo por su sed de triunfo frente a Rusia sino también por la construcción de un amplio y diverso frente internacional en defensa de sus intereses.

Plegado a los designios del Pentágono, se está llevando adelante lo que podría caracterizarse como la principal política de defensa del gobierno argentino: la incorporación a la OTAN como socio global. Con todas las implicaciones bélicas que una decisión de esta naturaleza conlleva.

Con tan importante objetivo, el encuentro entre Argentina y Ucrania pronto fructificó en múltiples iniciativas, desde el envío de helicópteros de origen ruso para el enfrentamiento contra Rusia, a la factible transferencia de pólvora producida en instalaciones militares locales destinado a la producción de proyectiles por parte de empresas armamentísticas de países europeos.

La necesidad de generar una confianza cada más profunda en las potencias occidentales fue, además, uno de los motivos que, en junio pasado, impulsó la incorporación de Argentina al llamado Grupo Rammstein, un bloque de naciones comprometido con la asistencia militar a Ucrania.

El creciente involucramiento entre los dos países tiene un capítulo hasta ahora poco conocido pero que vincula a ambas naciones de manera directa: el envío de mercenarios argentinos dispuestos a recorrer medio mundo para combatir en las filas ucranianas.

Dentro de los 14 mil latinoamericanos que fueron a combatir a Ucrania, los argentinos constituyen una clara minoría. De los 25 que llegaron a alistarse al inicio del conflicto, en febrero de 2022, hoy queda apenas la mitad. Su suerte no se diferenció de la de otros mercenarios de la región.

En general, y más allá de si tienen antecedentes militares, todos ellos poseen similares recorridos de vida marcadas por la limitación de recursos, la precariedad económica, la falta de incentivos y de perspectivas futuras, y una alta inestabilidad laboral en sus países de origen. La publicidad en redes sociales y el rol activo de las unidades diplomáticas ucranianas como centros reclutamiento resultan fundamentales, además, para la cooptación y el traslado de nuevos combatientes.

Según distintos testimonios, el principal interés por sumarse a las milicias coordinadas desde Kiev era el pago ofrecido, de aproximadamente 600 dólares mensuales por desarrollar diversas tareas en la retaguardia. En cambio, pocos son los que llegan a cobran los tres mil dólares mensuales por participar en operaciones militares en el frente, donde el riesgo de perder la vida es excepcionalmente alto.

Junto con brasileños, venezolanos, peruanos, costarricenses y colombianos, que constituyen todavía hoy la amplia mayoría de soldados latinoamericanos, los argentinos se integraron a las filas de la Legión Internacional de Defensa Territorial de Ucrania, el regimiento que agrupa a todos los mercenarios de origen extranjero que combaten contra Rusia y que está integrada a las Fuerzas Armadas de ese país.

Como los combatientes de los otros países latinoamericanos, también los argentinos fueron tentados por los ofrecimientos del gobierno ucraniano que hasta el momento no se concretaron. No sólo en cuanto a la posibilidad de ganar un salario más alto, sino también frente a promesas como altísimas compensaciones económicas en caso de resultar herido o muerto en un enfrentamiento, o como la obtención de la ciudadanía ucraniana, pensada como un paso previo a una eventual ciudadanía europea. Sin embargo, los contratos firmados en el enrolamiento imposibilitan cualquier reclamo y, menos aún, la renuncia a las armas y el retorno al país de origen. 

Recientemente el gobierno de Gustavo Petro implementó un nuevo marco legal justamente para posibilitar el regreso a Colombia de quienes se arrepientan de la decisión de combatir en Ucrania ante una realidad que no fue inicialmente planteada.

Argentina, en cambio, dejó librados a su suerte a quienes decidieron arriesgar su vida para combatir a favor del régimen de Zelenski, convirtiéndose mayormente en carne de cañón en el campo de batalla. En todo caso, se trataría de un abandono que, a la larga, sería funcional a un gobierno que pretende sumar puntos para su ingreso a la OTAN, incluso, a través del número de muertes en combate en Ucrania, en una guerra en la que la amplia mayoría de argentinos decidió no intervenir.  

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