Miguel Benasayag: "La resistencia está en crear"

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El filósofo, doctor en psicología, epistemólogo e investigador en neurofisiología Miguel Benasayag –quien reside en Francia, país al que se exilió en 1978– se encuentra en Buenos Aires para presentar sus dos últimos libros, Elogio del conflicto y Clínica del malestar, ambos coescritos con su pareja, Angélique del Rey. Antes de la charla que dará en la Feria del Libro (este viernes 25 a las 19 en la Sala Cortázar), compartió un encuentro con un grupo de periodistas en un nuevo espacio de la editorial Prometeo. La charla pasó por temas diversos, como un eco de la amplitud del pensador, quien lleva publicados más de 40 libros. Así las consecuencias para nuestros cerebros de su diálogo y competencia con las máquinas, las nuevas enfermedades psíquicas, el gobierno de Milei y las posibilidades de resistencia en una época muy "dura" fueron algunos de los tópicos.

Benasayag, quien está en la ciudad hace dos semanas, estuvo acompañado por su hija Amanda, de 13 años; el editor Raúl Cariolli y su traductor Darío Burzstein. La charla sucedió en el primer piso del bar que Prometeo abrió en Pringles 521, espacio que está pensado también para charlas y seminarios. Antes de iniciar la conversación, el autor le compartió a esta cronista una anécdota sobre su encuentro con el Papa, a comienzos de febrero. Francisco estaba preparando una encíclica vinculada a algoritmización y niños, y había convocado al Vaticano a algunas personalidades para dialogar al respecto. En una reunión de poco más de media hora, hablaron de la diferencia entre máquinas y humanos. El filósofo le dijo al Papa que sería muy complicado decir que el alma hace la diferencia. "Para eso te llamamos", le respondió el Sumo Pontífice.

Es que la pregunta por La singularidad de lo vivo –así se llama uno de sus libros más importantes; otro muy conocido es ¿Funcionamos o existimos?– acompaña a Benasayag hace décadas y es uno de los grandes temas de sus investigaciones. Una pregunta que cobra especial relevancia en estos tiempos, en los que las máquinas compiten peligrosamente con los humanos. En cierta soledad, Benasayag viene alertando hace años sobre la delegación de facultades y sus consecuencias en los cerebros. Sus dos últimos libros, sin embargo, hacen foco en otros temas.

Elogio del conflicto

La contratapa de Elogio del conflicto señala que, desde hace un tiempo, la razón compleja ha sido reemplazada por una manera simple, binaria, viril, guerrera de ver las cosas: el puro enfrentamiento. "El conflicto es la base de la vida individual y social. Son regulaciones y autorregulaciones internas de cada persona, los grupos, la pareja, la sociedad. Es el tejido social. Mientras más simplificamos los lazos intrapersonales y sociales, más eliminamos el conflicto y vamos hacia el enfrentamiento", contrastó Benasayag, para enseguida conectar su último trabajo con la realidad actual argentina y el poder "antidemocrático" reinante. "Milei, que es un gran alumno de Hayek, busca eliminar todos los niveles conflictuales que crean lazo. Es un ejemplo fantástico de aplastar el conflicto. Rompe el tejido buscando el enfrentamiento; por eso es la grosería, el insulto. Lo que está haciendo es romper todos los lazos complejos, conflictuales que forman una sociedad. Entonces, quedan el poder y el individuo aislado."

El pensador, quien tiene un pasado de militancia en el PRT-ERP, trazó un paralelismo con la época de la dictadura. "Durante muchos años subió la conflictualidad social durante la dictadura de Onganía, Levingston, Lanusse. Había contracultura, feminismo, indigenismo, los hippies. ¿Qué hizo la dictadura de Videla? Atacó primero a todas las partes, los artistas, intelectuales, sindicalistas; y al final se encontró solamente en un enfrentamiento con las organizaciones armadas. Cuando se llegó a ese punto ya estábamos todos vencidos", explicó.

"Lo que está pasando hoy en el mundo es que hay un aplastamiento de la conflictualidad, de la complejidad, y se está buscando solamente un enfrentamiento. Trump, Milei y Bolsonaro son la vanguardia de la transformación del mundo porque, si no hay alternativa, pasado mañana no va a haber agua para todo el mundo, comida ni tierra no inundable para todo el mundo. Saben que va a haber fortalezas rodeadas de no man's lands. La nueva distribución del poder es eso. Saben que el enfrentamiento es lo único que puede permitir que su modelo de mundo triunfe: un modelo donde se salvan algunos", amplió. E instó a "comprender estos mecanismos" en lugar de "entrar en los enfrentamientos", algo que produce goce pero no conduce a nada.

La singularidad de lo vivo

"La gente está desesperada y con razón", dijo al referirse a los avances de la inteligencia artificial y el riesgo que implican para el mundo laboral. Estuvo respondiendo consultas a la CTA Autónoma. "Yo lo que trabajé, más que nada, en la investigación en neurofisiología, es la debilitación de las capacidades cerebrales en la delegación de funciones. Ahora la gente se despertó. No soy tecnófobo para nada. Mi labor es ver la alteridad. Creo que podemos servirnos de las máquinas, sabiendo que no pueden reemplazarnos. Y en una hibridación no colonizante, no aplastante como la de ahora, podemos gestionar una democracia, una justicia social", postuló.
Alertó, además, sobre dos fenómenos que se entrecruzan en la "debilitación del cerebro": a la atrofia que produce la delegación de funciones –"las zonas liberadas se reciclan en mil años"– se suma una "inundación de información no experimentada", a través de pantallas, que paraliza, inhibe la acción.

"Hay que emanciparse del futuro"

Hay un "cambio histórico" vinculado a la idea del futuro. "Todo el Occidente y el mundo colonizado vivía con la idea del futuro como promesa. Cuando empecé a estudiar medicina decían, por ejemplo, que en 2025 el cáncer iba a estar en los museos. Luego el futuro se transforma en amenazas, con mucha complejidad y oscuridad", sintetizó Benasayag. Las nuevas "enfermedades psíquicas", tema que recorre Clínica del malestar, están vinculadas a este cambio, como la "angustia" que no permite la "creación de niveles de intimidad con uno mismo", ya que nos encontramos en un "feedback permanente". El autor instó a "emanciparse del futuro", a desprenderse de la idea de un "tiempo lineal, topologizado como si fuera una ruta", propio de la conciencia occidental. Contó que fue en la cárcel, como preso político, que aprendió que sólo existe el presente, cuando recibió la información de que no había posibilidades de fuga. "Amar la época" es, para él, una "cuestión ética". Aunque esta sea "una época del carajo".

El filósofo posee una característica que va a contramano del clima de la época: no se queda en la oscuridad del diagnóstico. "Amar la época quiere decir buscar dónde está la alegría, la práctica, las posibilidades en esta situación dura. En la cárcel me di cuenta de que la libertad no dependía de estar adentro o afuera. Que tenía que ver con desarrollar tu potencia, solidaridad y pensamiento en cualquier situación. Si no logramos amar esta época, encontrar prácticas alegres, potentes, solidarias, no vamos a poder cambiar nada. Resistir no puede ser estar en contra solamente, el enfrentamiento contra lo que te destruye. Es, sobre todo, crear. Crear niveles de conflictualidad y nuevos posibles", concluyó.

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