"Nadie se salva solo", recuerdan Los Pompas y León Gieco

hace 2 week 19
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Arte y solidaridad. Música y construcción colectiva. Con esas premisas se lleva a cabo la campaña Nadie se salva en soledad, que reúne a Los Pompapetriyasos, grupo de teatro comunitario de Parque Patricios, y a León Gieco. Con el objetivo de emprender una colecta destinada a paliar la crisis de los sectores más vulnerables, los artistas decidieron grabar el tema “Cumbia de la soledad”, que forma parte de la banda sonora de Lo que la peste nos dejó, un clásico teatral del grupo.

La presentación del video oficial de la canción tendrá lugar este sábado 16 a las 21, en la sala de Los Pompas (Av. Brasil 2640), donde también se ofrecerá una función especial de la obra. El teatro será también la sede donde se reciban alimentos no perecederos que serán entregados a la organización de curas villeros Los Hogares de Cristo. Las donaciones pueden realizarse desde el lunes 18 hasta el sábado 23 inclusive, de 16 a 20 horas.

“Donde la muerte reina, algo lucha por brotar. No se puede enterrar la vida en el cuarto de atrás. Porque ni la tristeza ni los miedos ganarán. Por eso, cantamos la cumbia de la soledad”, cantan Los Pompas en una de las escenas de Lo que la peste nos dejó, que ya cosecha 12 temporadas y que se presenta todos los sábados a las 21 (hasta el 14 de diciembre). Las entradas pueden adquirirse en Alternativa Teatral.

“Decir que nadie se salva en soledad no es un eslogan sino que asumimos la conflictividad que esa tarea implica”, reflexionan Agustina y Esteban Ruiz Barrea, referentes de Los Pompas, respecto de la iniciativa solidaria que encabezan. “Es un desafío muy grande practicar lo común, y no es algo que vaya a suceder mágicamente. Pero tenemos que hacerlo”, sostienen. “Hay que cultivar el encuentro”, subraya por su parte Gieco.

-¿Cómo surgió la posibilidad de compartir esta campaña?

León Gieco: -Conocí a Los Pompas a través de mi hija Liza, que es escenógrafa y colabora con sus espectáculos. Fui a ver Lo que la peste nos dejó y me gustó la propuesta, y se me ocurrió unirme a ellos y tocar una de sus canciones para colaborar con un comedor comunitario en estos momentos de tantas necesidades. La verdad es que no lo pensé demasiado. En general, mi motor no es muy racional. Cuando algo me impacta, trato de realizarlo.

-Eligieron grabar “Cumbia de la soledad”, una canción que reafirma la convicción de que “nadie se salva solo”. ¿Cómo se resignifica esa creencia en tiempos donde avanza un paradigma que reivindica el individualismo y la meritocracia?

Agustina Ruiz Barrea: -Si hoy aparece la meritocracia como un valor, es porque lo colectivo no está dado y porque hay que construir y reactivar la memoria de lo que es hacer con otros. Hay una trampa discursiva que tenemos que deconstruir para construir otro contrato social posible. Y el teatro comunitario es, precisamente, un espacio que nos permite soñar con esa posibilidad y poner en práctica otra forma de ser y de construir un mundo en el cual todos estemos incluidos.

Esteban Ruiz Barrea: -En estos momentos, pensar en construir con el otro desaparece como idea común. Justamente, la canción que elegimos, y la escena de la obra en la cual se canta, es un reflejo del conflicto vincular que estamos viviendo.

L. G.: -Lo del individualismo y la meritocracia está ocurriendo no sólo aquí sino también en otras partes del mundo. Estamos atrapados en la misma red, entre comillas, como diría Charly. Hoy el ser humano está atravesado por los celulares y la inteligencia artificial. Fuimos bastante ingenuos y no vimos venir todo eso, pero vino. Y frente a esto, hay que encontrar la manera de seguir viviendo con objetivos.

-Siempre fuiste un artista comprometido con diversas causas, y entendiste al arte como algo indisociable de la coyuntura política y social. ¿Cómo estás viendo este contexto en el cual precisamente hay un ataque deliberado a la cultura?

L. G.: -Voy a cumplir 73 años este mes. Soy de la generación de la segunda mitad del siglo XX. Viví todo lo que pasó después de la Segunda Guerra y sus consecuencias. Todos los sueños de un mundo mejor cayeron pisoteados por la realidad. Sin embargo, siempre encuentro un hueco de luz por donde seguir y eso, en general, tiene que ver con dar al otro y con estar donde se me necesite. Y mi camino personal fue muy afortunado, salvo por los dolores provocados por algunas mentiras y calumnias que tengo que soportar, ya que del odio no se salva nadie.

Lo que la peste nos dejó se estrenó en 2012, y su historia evoca lo ocurrido en Buenos Aires en 1871, durante una epidemia de fiebre amarilla que causó casi 14 mil muertes. Con cincuenta actores y actrices en escena, y con música en vivo, la obra parte de la hipótesis de que, desde ese momento, la Ciudad de Buenos Aires se partió en dos y ya no volvió a ser la misma. Mientras el norte se convirtió en un territorio pujante, tras el éxodo de las clases altas, el sur quedó postergado. Declarado de interés cultural por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, y luego de un largo tiempo en cartel, el proyecto sigue generando nuevas resonancias y convocando a nuevos públicos.

-¿Qué significa este proyecto para el grupo? ¿Y por qué creen que permanece vigente?

E. R. B.: -Lo que la peste nos dejó es el proyecto más importante de esta organización en nuestros 22 años de historia. Todos participaron en su construcción, y sigue habiendo mucha gente trabajando siempre para poder sostener este material. Además, el tema siempre está vigente. Porque se va transformando a lo largo de los años, pero la idea del sur de la ciudad como lugar olvidado sigue existiendo.

A. R. B.: -Este es un espectáculo que habla profundamente de quiénes somos y que nos permite plantar banderas sobre una mirada que tenemos del mundo. Y permanece vigente porque toca una fibra humana profunda. Lo que sucede después de la función es algo muy hermoso. La gente sale, nos abraza, nos agradece y se queda compartiendo con nosotros. Hay algo que logramos mover ahí. Este año se sumó muchísima gente al grupo y también a la obra. Es un momento muy difícil para hacerse un tiempo libre, y para venir a producir, ensayar y hacer función. Sin embargo, muchos se hacen ese tiempo porque creen en esto. Esta puesta despierta una creencia en la construcción común.  

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