Padre de la teología de la liberación

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El martes 22 falleció en Lima, su ciudad natal, el teólogo Gustavo Gutiérrez, sacerdote católico que además de reconocido como “el padre de la teología de liberación”, ha sido una figura desatacada de la intelectualidad crítica de América Latina. En 1971, en el libro que sintetizó un cambio revolucionario en la perspectiva teológica católica (“Teología de la liberación. Perspectivas.”), escribió que “la teología debe ser crítica y liberadora, situada en el contexto histórico de los pobres y los oprimidos. Su función no es solo interpretar el mundo, sino transformarlo a la luz del Evangelio”.

El deceso de Gutiérrez a los 96 años de edad (había nacido el 8 de junio de 1928), generó reacción colectiva y pesar en la comunidad católica del continente, pero también repercusión en el catolicismo mundial, dada la enorme influencia que el pensamiento del teólogo ha tenido en la Iglesia Católica pero también más allá de los limites de esa institución.

Amerindia, un grupo latinoamericano de intelectuales católicos que reúne desde científicos sociales hasta teólogos y al que supo estar vinculado, emitió un comunicado en el que señala que “con Gustavo hemos aprendido que la teología es siempre un acto segundo, que primero está la experiencia del amor gratuito de Dios, de la fe vivida y expresada a través de la oración y el compromiso con los pobres y excluidos”. Y agregan que “hemos aprendido que los pobres son sujetos con dignidad, agentes de su propia historia y destino y que es parte de una tarea teológica acorde con Jesús de Nazaret, defender sus derechos y trabajar por un mundo donde no hayan marginados”.

En el ámbito académico Gutiérrez fue reconocido con más de treinta doctorados honoris causa en universidades de todo el mundo, incluida la universidad de Buenos Aires, que le entregó esa distinción en el 2001.

Seis años atrás, al cumplir 90 años, su colega y amigo brasileño, Leonardo Boff, le escribió una carta dando gracias a Dios “que nos ha dado tu existencia y tu servicio a los pobres, a la Iglesia y aún a la humanidad”. Y en la misma nota agregó que “por ti la humanidad puede enorgullecerse porque encontró un hijo suyo que amó la vida desde las víctimas y se puso al servicio de los que menos tienen”.

A pesar de las incomodidades y tensiones que su pensamiento generó en muchos sectores de la Iglesia Católica, Gutiérrez siempre se mantuvo firme dentro de la institucionalidad católica. También cuando la oleada conservadora encabezada por el papa Juan Pablo II utilizó todos los recursos posibles para limitar su incidencia. En 2018 el papa Francisco le escribió una carta personal en la que le agradeció “por todos los esfuerzos y por tu forma de interpretar la conciencia de cada uno, para que nadie quede indiferente ante el drama de la pobreza y la exclusión”. Y lo animó a “que sigas con tu oración y su servicio a los demás dando testimonio de la alegría del Evangelio”. Antes, en 2013, Francisco había recibido a Gutiérrez en el Vaticano, y, en enero de 2018, Jorge Bergoglio y Gustavo Gutiérrez se entrevistaron personalmente en Lima con ocasión de la visita del Papa al país latinoamericano.

El sacerdote, que se consideraba a sí mismo como heredero de los cambios que se produjeron en la Iglesia Católica a partir del Concilio Vaticano II (1962-65), también fue inspirador y constructor de la “opción por los pobres” que luego se plasmó en América Latina. Mantuvo durante toda su larga trayectoria un contacto estrecho con sus colegas teólogos de todo el mundo, pero también intercambios y debates frecuentes con los ámbitos de la política, las ciencias sociales y la filosofía.

Según Gutiérrez, que vinculó siempre su reflexión teológica con la vida social y política en la que trabajó incansablemente, “la pobreza no es un signo de virtud, sino de injusticia”. Para la orden de los Padres Dominicos, a la que perteneció el sacerdote, “nuestro querido hermano Gustavo ha sido el profeta de los pobres”.

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