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¿Qué pasa cuando un ministro de Economía pierde la compostura por una simple pregunta? ¿Qué se esconde detrás de una reacción desmedida, ante la mirada de millones?
Luis Caputo no respondió una consulta periodística, la aplastó con soberbia. En ese instante, lo que quedó al descubierto no fue solo su intolerancia, sino algo mucho más profundo, la desconfianza brutal que el propio ministro tiene en su país.
Durante una conferencia de prensa, Caputo reaccionó con violencia verbal ante la pregunta del periodista Jon Heguier sobre si tenía dólares “debajo del colchón”, eufemismo que el propio Gobierno utiliza para evitar hablar de cuentas offshore. La escena, más allá de lo anecdótico, revela una contradicción estructural: ¿cómo puede un ministro exigir confianza y sacrificios al pueblo argentino mientras mantiene su riqueza fuera del país que gobierna?
Lejos de un exabrupto personal, la respuesta - “No seas irrespetuoso. Rectifícate”- fue un acto performativo que buscó blindar al ministro de una verdad incómoda: su desconfianza en la gestión que él mismo lidera. Caputo no respondió con hechos, sino con agresividad, desplazando la atención de su entramado offshore. La pregunta tocó un nervio expuesto, la moral pública del funcionario que pide confianza, pero opera desde la opacidad.
Caputo figura en los Paradise Papers como administrador de Noctua Partners LLC, con vínculos en las Islas Caimán y Delaware. No declaró estas relaciones en su gestión anterior, lo cual constituye una omisión ética y legal. Su socio y actual presidente del BCRA, Santiago Bausili, también ha sido procesado por negociaciones incompatibles con la función pública. Ambos aparecen como protagonistas de una estructura financiera que externaliza la riqueza y privatiza las decisiones públicas.
La escena debe leerse desde una lógica estructural. Los territorios offshore no son anomalías, sino tecnologías de poder que permiten operar por fuera del control democrático. El dinero se fuga, pero también se oculta. Esta lógica conecta a Caputo con un modelo de saqueo blanqueado; emisiones de deuda, comisiones secretas y carry trade como política de Estado. Metafóricamente, un “sicario financiero” no da explicaciones; impone. No es improvisación, es método.
Más grave aún; el propio ministro, quien debería dar el ejemplo, no confía en el país ni en su plan económico. Y eso los mercados lo notan. La falta de confianza personal se traduce en desconfianza institucional. Las consecuencias son claras, menor crédito, más riesgo país, más especulación de cortísimo plazo.
El caso de la criptomoneda $LIBRA, promovida desde el entorno del poder, confirma que la “libertad” proclamada es una pantalla para la especulación desregulada. Se exige transparencia, pero se opera desde las sombras.
Caputo no se enoja por una pregunta cualquiera. Se enfurece cuando alguien -aunque sea un periodista joven- quiebra el hechizo de transparencia con el que se legitima la rapiña financiera. Su violencia verbal es un acto de poder. Pero también una confesión.
No fue una pregunta irrespetuosa. Fue una pregunta peligrosa. Porque tocó lo que nadie quiere decir en voz alta, que los que nos exigen confianza, no confían.
Caputo no estalló por capricho, estalló porque lo atraparon en su propia trampa. No podés gobernar un país si tenés el alma -y los dólares- afuera.
* Director de Fundación Esperanza.