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La muerte del papa Francisco, el inicio del funeral que se prolongará hasta el próximo sábado y las deliberaciones que se vienen en el cónclave de cardenales que elegirá al nuevo líder de la Iglesia Católica despertaron un nuevo interés por el funcionamiento interno del Vaticano, el Estado soberano independiente más pequeño del mundo.
Y uno de los encargados de revelar algunos de estos misterios fue el propio Francisco. Lo hizo en ‘Amén. Francisco Responde’, un documental dirigido por el periodista español Jordi Évole.
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Allí Francisco reveló, entre otras cosas, la política salarial del Vaticano y contó, por ejemplo, que el Papa a pesar de ser jefe de Estado del Vaticano y máxima autoridad de la Iglesia, no recibe un salario. Esta ausencia de retribución responde a la propia naturaleza de su cargo y a la estructura financiera de la Santa Sede. Históricamente, los pontífices han contado con todas sus necesidades cubiertas, lo que hace innecesario el pago de un salario.
Desde su elección en 2013, Francisco mantuvo un estilo de vida austero. Renunció al uso del Palacio Apostólico como residencia y optó por vivir en la Casa Santa Marta, un alojamiento más modesto dentro del Vaticano. A pesar de no recibir un sueldo como tal, el Papa dispone de recursos para sus gastos personales y su labor pastoral, administrados por la Santa Sede.
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“A mi no me pagan nada” aseguró Francisco cuando uno de los jóvenes que se entrevistaron con él para el documental le preguntó sobre su salario. Y explicó: “yo cuando necesito plata para comprarme zapatos o algo así, voy y la pido”.
Por el contrario los miembros del Vaticano sí tienen sueldos establecidos. La Curia romana, que gestiona la administración de la Iglesia católica, está formada por cardenales, obispos, sacerdotes y laicos. Los cardenales que ocupan cargos importantes dentro del Vaticano suelen percibir un salario mensual cercano a los 5.000 euros. Obispos y sacerdotes reciben salarios inferiores, que oscilan entre los 1.500 y los 2.500 euros.
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Por su parte, los trabajadores laicos que desempeñan funciones administrativas, técnicas o de seguridad cuentan con sueldos similares a los de los funcionarios públicos italianos. Dependiendo de su responsabilidad y antigüedad, estas remuneraciones se sitúan entre los 1.200 y los 3.000 euros al mes. A estos sueldos se suman beneficios adicionales como el acceso a viviendas dentro del territorio vaticano a precios reducidos, cobertura médica y la posibilidad de comprar en tiendas y supermercados con precios más bajos que los habituales en Roma.
Esos fondos provienen de varias fuentes, entre ellas el Óbolo de San Pedro, una colecta anual que los fieles realizan para sostener las obras de caridad del Papa y las necesidades del Vaticano. También se incluyen ingresos derivados del turismo, la venta de sellos y monedas conmemorativas, donaciones privadas y la gestión de inversiones.