"Vera y el placer de los otros": libertad y fantasías en tiempos puritanos

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VERA Y EL PLACER DE LOS OTROS 7 puntos

Argentina, 2023

Dirección y guion: Romina Tamburello y Federico Actis.

Duración: 103 minutos.

Intérpretes: Luciana Grasso, Inés Estévez, Estefanía Nicoló, David Zoela, Mariano Raimondi, Carlos Resta.

Estreno en salas de cine.

“Me dijo mi prima que hay una chica que te alquila la casa para coger”, se escucha en cierto momento de Vera y el placer de los otros. “Son 500 pesos”, dirá más tarde la muchacha en cuestión. La frase señala el paso del tiempo: entre el rodaje y el estreno comercial del largometraje de Romina Tamburello y Federico Actis pasaron más de dos años y esos quinientos mangos ya no son lo que solían ser. En el medio, también, la película recorrió infinidad de festivales internacionales –en nuestro país ganó el premio a la Mejor Dirección en el Festival de Mar del Plata 2023–, donde fue vista por muchísima gente. Esos mismos espectadores que, tal vez, no cuenten para el organismo oficial que ayudó en parte a financiarla. Finalmente, para el bolsillo de la protagonista, la adolescente Vera, ese dinero viene más que bien, aunque no venga de arriba: para “alquilar” el departamento desocupado gestionado por su madre, agente inmobiliaria, debe moverse activamente en redes sociales.

La ciudad es Rosario, la chica está terminado la escuela secundaria y esos ingresos tienen un origen espurio pero, de alguna manera, solidario. Vera le alquila el piso a parejas por un par de horas, jóvenes más o menos de su edad que seguramente aún viven con su padres y no tienen otro lugar donde tener sexo, e incluso les provee una bolsa de dormir que hace las veces de escuálido lecho. Relato de crecimiento, eso que en la jerga cinematográfica suele llamarse coming-of-age, aunque bastante alejado de los lugares comunes que a veces empapan ese tipo de historias, Vera y el placer de los otros tiene un eje central que hoy, en días de renacimiento de puritanismos varios, parece casi insurrecto: el sexo. No es casual que el film comience con una escena que, minutos más tarde, se impondrá como probable fantasía. Vera sale con amigas y comparte charlas íntimas en el colegio, pero no tiene pareja estable o de otro tipo. Eso sí, se la pasa escuchando los gemidos de placer que atraviesan la puerta de entrada al depto, como una voyeur sonora.

Desde luego, la madre, interpretada por Inés Estévez, desconoce por completo el operativo recurrente del robo de llaves y la existencia del telo improvisado. El vínculo entre ambas no es ni excelente ni horrendo, apenas típico. Como Vera, la actriz Luciana Grasso brilla con luz propia, y no simplemente por dar con el physique du rôle de una chica de diecisiete años a pesar de sus veintitantos biológicos. En su rostro, por momentos pícaro, en otros azorado, se conjugan varias de las ansiedades y conflictos propios del tránsito de la adolescencia a la juventud, que el guion de Tamburello y Actis transmite más allá de los diálogos. En cierto momento, una circunstancia inesperada pone a Vera en una situación incómoda que ella misma podría definir como “traumática”, aunque tal vez lo sea precisamente por su inexperiencia.

Al mismo tiempo, ese giro del relato permite que se desnuden pequeñas hipocresías de unos y otros, los jóvenes y los adultos, al tiempo que Vera experimenta en primera persona la posibilidad del contacto físico con una parejita de novios que alquila los servicios del lugar. Es el momento en el cual el placer de los otros del título pasa también a ser el suyo. Los realizadores apuestan por un esquema narrativo terso y transparente que jamás derrapa en el sensacionalismo dramático o la estudiantina. No es un logro menor en una película que evita cualquier tipo de bajada de línea moral y se limita a exponer tensiones, pugnas y deseos –los incumplidos y los consumados– con mucha libertad a la hora de poner en pantalla los cuerpos desnudos en acción.

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