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Del escenario a la pantalla. La actriz, directora y dramaturga Victoria Hladilo estrena su primera película: La culpa de nada, adaptación de su obra de teatro homónima que se presentó desde 2016 a 2020 con gran éxito en la sala independiente El Camarín de las Musas y en distintos festivales. Recuperando el espíritu de comedia de su formato escénico, el proyecto, que podrá verse desde este jueves en el Gaumont (Rivadavia 1635), profundiza con humor ácido en las dinámicas de género y de clase en una generación de mediana edad.
Una pareja está en crisis luego del reciente nacimiento de su primera hija. Ella prepara un cumpleaños sorpresa en su casa con la intención de reparar la situación, pero en la interminable espera del agasajado, los invitados, amigos de él, lo complican todo con sus conductas inmaduras y machistas. Lo que comienza siendo un motivo de celebración, se convierte pronto en un conflicto difícil de desandar. Producida por La Flauta Mágica, Katpa Cine y Cedarleaf Media, el film cuenta con las actuaciones de Manuel Vignau, Julieta Petruchi, Victoria Hladilo, Julián Doregger, Débora Zanolli, Martín Tecchi, Leonardo Azamor y Amalia Dalí, y la participación de Mariana Genesio Peña, Denise Romano y Andrea Strenitz.
Para Hladilo, los lenguajes del teatro y el cine siempre estuvieron conectados. Poco antes de escribir su primera obra, la directora estudió la carrera de Dirección de Cine y filmó algunos cortometrajes: Bombones sueltos, Yo conozco a esa chica y Como dos. Su ópera prima teatral, La sala roja, devino en un clásico del off porteño y tuvo su propia adaptación como serie televisiva en Brasil. Todos esos elementos se conjugaron para llevar adelante el objetivo de la película propia.
“Era un deseo con el cual todos los actores de la obra jugábamos mientras hacíamos funciones, entusiasmados por algo de lo que pasaba con los y las espectadoras frente al material. Luego se sumó Lucas Schiaffi, que es el director de fotografía de la película. Y en la pandemia, apareció el espacio y el tiempo para la escritura de la adaptación. Los años de trabajo compartido con Julieta Petruchi, Manuel Vignau, y otros compañeros, fueron la red que permitió avanzar y poner en marcha el proyecto”, cuenta Hladilo en diálogo con Página/12.
- ¿Cómo fue el proceso de adaptación de un lenguaje al otro?
- Fue un trabajo de escritura que duró casi un año. Me acompañó al inicio Marco Berger con su mirada, y luego, más cerca del rodaje, Estanislao Buisel. El teatro se basa en la posibilidad del recorte, dado que hay un espacio escénico desde el cual se evoca una totalidad que nunca se ve, y que muchas veces no es posible escenificar. El cine, en cambio, tiene la posibilidad de mostrar todo. Entonces, tal vez, el trabajo más difícil tuvo que ver con elegir qué mostrar, qué escenas nuevas escribir, que antes estaban sólo evocadas a partir de la escena, y cuáles dejarlas del mismo modo para despertar la imaginación del espectador o espectadora.
- La historia cuenta el vínculo entre un grupo de amigos de una cierta clase media acomodada. ¿Por qué te interesó poner el foco en la dinámica de esa clase?
- Yo trabajo con mi escritura desde la observación. Y siento que puedo hablar de esos contextos sociales porque los conozco. Me inquieta cierta necesidad de una parte de la clase media acomodada de marcar una diferenciación y un lugar de poder. El material pone la lupa sobre cierto funcionamiento despectivo o cruel en relación a quienes no son parte de ese grupo social. En ese sentido, la película conversa con esto de “ser parte” en distintas direcciones. Y lo hace, entre otros aspectos, desde lo grupal, porque hay un grupo dominante y ese espacio de pertenencia domina las acciones individuales. Esto mismo sucede en el recorte de cierta clase social, donde también hay deseos de algunos de pertenecer y cierta búsqueda de reafirmación basada en el desprecio hacia quienes no forman parte de ese mundo. En mis materiales frecuentemente dialogo con esta idea. Me interesa indagar sobre la crueldad que, en apariencia, existe en ese grupo de amigos hacia el afuera, cuando en realidad la crueldad es hacia adentro, entre ellos mismos.
- Es un material que, además, aborda, entre otras cuestiones, la desigualdad de género en las tareas del cuidado del hogar y de los hijos. ¿Cuál es la importancia de visibilizar estas cuestiones?
- En ese sentido, la adaptación también tuvo un movimiento, ya que, en estos años, desde que la obra se estrenó en 2016, hubo mayor visibilización de la desigualdad de género. Por eso, sentí que los personajes femeninos tenían que dar un salto. Cuando escribí la obra, tuve la necesidad de poner una lupa sobre estos funcionamientos que todavía no tenían nombre, pero cuando hice la película sí y entonces los personajes, tanto femeninos como masculinos, ya debían estar parados en otro lugar al respecto, afirmando, acompañando o negando. Esta película tiene una perspectiva crítica de la sociedad, y eso incluye a varones y mujeres. Porque en esta historia, incluso algunas de las mujeres son machistas. Para quienes nos hemos criado en una sociedad patriarcal, desarticular estas cuestiones lleva tiempo y generaciones y por eso me interesa seguir poniendo mi mirada en esto.
- ¿Qué significa en esta coyuntura de desfinanciamiento al cine nacional, apostar por este formato?
- Estrenar una película es una odisea, más si se trata de un proyecto independiente. Es un trabajo largo, arduo y artesanal, que sólo es posible si existe la convicción de querer seguir contando historias y contribuyendo a la cultura más allá de las dificultades. Y que el estreno sea, además, en el Gaumont es muy emocionante para todo el equipo. Saber que la película va a estar al alcance de todos y todas nos genera mucho entusiasmo. Y lograrlo fue difícil, porque durante este tiempo hubo mucha incertidumbre y no sabíamos si se iba a poder concretar. El Gaumont es un espacio fundamental para proyectar películas que no tienen lugar en otros cines o plataformas y que, sin embargo, pueden ser muy populares o muy atractivas para el público.
- ¿Qué expectativas tienen con la película?
- Nos gustaría poder prolongar las proyecciones en el tiempo, ya que para una película de estas características es fundamental poder contar con la difusión que la propia gente le pueda dar, como también a veces pasa con el teatro. Además, otro objetivo es recorrer el resto del país, e incluso el exterior, sobre todo mercados de habla hispana, como Latinoamérica o España. Y, en el futuro, el deseo es poder llevarla a alguna plataforma para que llegue aún a más personas.
- ¿Y hay proyectos teatrales en carpeta?
- Tengo dos obras escritas que estoy proyectando estrenar el próximo año. Una de ellas se llama Siete estaciones para hablar de amor, que ganó un premio de Argentores el año pasado. Es una historia que sucede en Buenos Aires, pero en 1920. En este caso, también observo el funcionamiento social, pero en comparación con el tiempo actual. Tal vez muy distinto, o tal vez muy parecido. Habrá que verla.