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Al volver a escena para el bis, Jeff Tweedy levantó los puños al aire, tal como lo hacen lo boxeadores tras la victoria o los futbolistas de antaño al momento de celebrar el gol. Razón no le faltó: en la noche del viernes en la sala C Art Media, Wilco, la banda que lidera el cantante, compositor y guitarrista, había orquestado una de las mejores hazañas musicales que se hayan visto en Buenos Aires. El frontman ya lo intuía, pero en ese instante lo confirmó, pese a su timidez. Se trató de una epopeya convertida en recital, en la que los de Chicago escarbaron, escarbaron y escarbaron hasta dejar expuesta la nobleza de la canción. Los que nunca la apreciaron antes, jamás olvidarán su belleza. No sólo es hermosa, sino también sanadora, al punto de que desbordó emociones de todo tipo. Y es que era imposible escapar de su poder.
“Quiero seguir mostrando mi humanidad, seguir generando conexiones en cada nueva canción que haga”, le dijo el músico a este diario, en la antesala del show, a propósito del lugar que ocupa la composición en esta época tan desalentadora. Sin embargo, en esta cofradía el rol del alquimista no lo ostentaba Tweedy, sino el guitarrista Nels Cline, quien con su instrumento creó todo tipo de conjuros. Esa esquina del tablado se comportó como un santuario sonoro del que emanaban resonancias, distorsiones y expansiones narrativas inconcebibles, de otro plano astral. Si bien lo que ahí ocurría era un espectáculo aparte, el arte exprimiendo su caudal, el violero desplegaba una modestia tan espigada como él, que sólo se veía interrumpida cuando entraba en trance.
De hecho, una vez que la canción terminaba, en ocasiones Cline continuaba delineando paisajes musicales con su pertrecho, a manera de puente entre tema y tema. Mientras tanto, en ese ínterin, los demás músicos, según la circunstancia que estaba por suceder, cambiaban una y otra vez de guitarras. Entre el público hubo quienes se animaron a contar el total de violas que usó la banda, y vaya que fue un arsenal: el promedio fueron unas 40 (entre acústicas y eléctricas). Más o menos la misma cantidad que trajeron en su anterior recital en la capital argentina, en 2016, como parte del Festival BUE. Si en esa ocasión vinieron de la mano de su álbum Schmilco (2016), ahora volvieron con otro nuevo trabajo, el EP Hot Sun Cool Shroud, lanzado en junio de 2024.
De ese material, que a pesar de su corta extensión ya está candidateado para ser parte de la escucha obligada en la dadivosa discografía del grupo, hicieron el indie rock (de tracción krautrockera) “Annihilation”. En su introducción, devenida en una de las pocas alocuciones que hubo en las dos horas de recital, el frontman manifestó: “Puede que volvamos en otros nueve años, y ya se sepan esta canción”. Eso sucedió en la última parte del show, luego de haber recorrido una trayectoria que el año pasado celebró 30 años, a partir de una acertada selección de temas con la que dieron cuenta de su rica paleta de estilos y matices musicales. Porque Wilco nunca hubiera existido sin “Don't Let Me Down”, de The Beatles; “Thirteen”, de Big Star; “How Can’t It Be?”, de The Byrds; o “Marquee Moon”, de Television.
Ya en el tema “Pot Kettle Black” (y sobre todo en vivo) se podía notar el peso de Tom Verlaine, desaparecido mandamás de Television, en esa manera tan especial que tiene Cline de relacionarse la guitarra. No obstante, el recital había largado un rato antes con “Company in My Back”, country desarraigado de las formalidades típicas del género, donde de paso la banda hizo alarde de su barroquismo. Algo similar a lo que sucedió a continuación con el folk “Evicted”, en el que Wilco dejó por sentado que son expertos en la sofisticación, incluso al acercarse al pop a través de otro género. Previo a seguir, Tweedy saludó a la audiencia, afirmó que estaban muy felices de estar acá y advirtió que tenían muchas canciones para compartir. Y siguieron adelante con el minimalismo bucólico de "Handshake Drugs".
Entonces apareció el primer clímax de la performance, por cortesía del blues “Side with the Seeds”, en el que el organista Mikael Jorgensen dialogó con Pat Sansone, que en este caso se sacó la viola para sentarse en el teclado, y en el medio se fundieron con las guitarras eléctricas hasta transformar eso en un vals. Simplemente hermoso. Pero antes que pegar el volantazo, el sexteto aprovechó el envión preciosista para desenvainar el folk de impronta post rockera “I Am Trying to Break Your Heart”. Acto seguido, las guitarras acústicas tomaron el control en el folk ensimismado “If I Ever Was a Child”, lo que dio pie a uno de los hits de la banda: “I’ll Fight”, partícipe de su álbum “Camel” (por el camello que lo ilustra y porque se titula igual que el grupo), a lo que las gente reaccionó cantando ese estribillo tan popero como contagioso. La euforia en la sala, el enésimo coro de "Olé olé olé olé, Wilco, Wilco" desató otra mirada risueñamente satisfecha de Tweedy: "Ustedes son demasiado buenos con nosotros".
La veta beachboysera salió a relucir en “Hummingbird”, pero retomaron el folk (de estela refinada) gracias a “Bird Without a Tail / Base of My Skull”. Bajaron un cambio con “Via Chicago”, y en esa misma sintonía invocaron el country “You Are My Face”, que fue escalando hacia el sentimiento más profundo del blues. Uno de los tantos atractivos de Wilco es su habilidad para llevar a una canción al lugar más impensado sin desentonar. O cuando varias emociones convergen en un mismo tema, como en el country de brío blusero “Hate It Here”, una de las mejores cosas jamás concebidas en la música. Aunque antes de llegar ahí hicieron la beatlesca “Whole Love”, el maravilloso country “Either Way”, “Impossible Germany” y “Jesus, Etc”. Estas dos canciones, en particular, los ponen a la misma altura que Fleetwood Mac.
La rockearon, bien a lo indie, en “Box Full of Letters”, en tanto que en la groovera "Heavy Metal Drummer" el bajista John Stirratt y el baterista Glenn Kotche se llevaron el protagonismo. Se despidieron con el atrevido “A Shot in the Arm”, pero al toque regresaron para interpretar el folk lo fi y proletario que compusieron con Billy Bragg: “California Stars”. Reivindicaron la tradición cancionera estadounidense con “Falling Apart (Right Now)” y “Walken”, en la que nuevamente Cline peló su steel guitar. La cuota de power pop la dio “I Got You (At the End of the Century)”, y prometieron volver antes de rockearla con "Outtasite (Outta Mind)". Una vez que Wilco se fue ovacionado, a la salida de la sala, se pudo escuchar a un grupo de chicos recalculando cuál recital bajaban de su top 5 para meter la maravilla que acaban de ver.