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Estos días estoy muy movilizada, cambié mi tratamiento hormonal y me tiene muy sensible. El cuerpo, detonado de sentimientos. Mis pechos están por explotar y las emociones, a flor de piel. Me siento Thalia en Marimar: lloro por todo.No exagero, me llevan a las lágrimas desde una imagen del cambio climático hasta un meme de un gatito bebé. Me digo a mí misma: “¡dale, boluda, calmate!”, pero no puedo controlarlo. No quiero culpar solo a las hormonas, creo que los años hacen lo suyo o nos acercan más a tierra. Saber que ya hemos recorrido más de la mitad del camino es todo un tema. Les cuento esto porque en este contexto, una amiga me recomendó ver un documental de Netflix llamado Will & Harper. ¡Para qué! Lloré como una perra.
El filme habla sobre la transición de una mujer trans de 60 años llamada Harper. Indaga sobre cómo la familia, lxs hijxs, los vínculos y, en general, las relaciones personales se modifican a partir de la decisión de vivir como una mujer trans. En particular, la amistad, ya que las situaciones y diálogos se dan en el marco de un viaje que realiza Harper junto con su amigo, el famoso actor Will Farrell. Lxs dos se conocieron en Saturday Night Live, el legendario programa de la cadena NBC. Entraron a trabajar casi al mismo tiempo. Will era, en ese entonces, un aspirante a actor cómico y Harper, escritor. Allí nació una amistad de más de 30 años.
Un día, mientras Will filmaba una película en Boston, recibió un correo electrónico que decía lo siguiente: “Hola, Will. Hay algo que tengo que decirte. Ahora soy viejo, y por ridículo e innecesario que pueda parecer informarte, voy a hacer la transición para vivir como mujer. En los últimos 10 años he intentado entender lo que está pasando. Quise librarme de esto durante toda mi vida. Y ahora abandono la lucha. Cuando era joven pensaba que todos se sentían como yo. Luego pensé: ‘a lo mejor soy un bicho raro’. Luego, lo ignoré por mucho tiempo y acabé en terapia. Es maravilloso cuando tu mente y tu cuerpo se rebelan contra lo antinatural en lo que te fuiste convirtiendo. Dudo de que ser una mujer trans cambie tanto mi personalidad. En vez de un idiota, seré una perra. Me ha hecho más feliz. Quisiera que mi felicidad se tradujera en un futuro brillante y despreocupado, lleno de valor y confianza, pero no he tenido suerte. Llevo muchas dudas y miedos conmigo, como el comediante que siempre he sido. No voy a ser buena en esto. Realmente, va a ser lento e incómodo y aterrador… y alegre. Sobre todo, espero no perder a nadie que me importe. Gracias. Nombre pendiente”. A partir de esta declaración, se despliega un viaje que está lejos de mostrar que la salida del closet es un acto que se realiza felizmente con solo tomar impulso y sin medir consecuencias ni experimentar dilemas.
Salir del closet nunca es fácil para nadie: seas gay, lesbiana, queer o como te percibas. Para las personas travestis y trans es mucho más duro. Nuestras identidades siguen estando en lo más bajo de la pirámide de discriminación y exclusión social. Con esto no quiero establecer una tabla de escala de dolor y sufrimiento, solo intento poner en palabras un proceso difícil y complejo. Más allá de las leyes, conquistas y ampliación en derechos humanos, cada familia es un mundo y va a su ritmo en estas cuestiones. Muchas veces sus pensamientos no coinciden con los cambios culturales de sociedades que se mueven hacia un mundo más igualitario.
En los últimos años, nos hemos interiorizado y leído mucho sobre esta temática y yo creía que lo había visto todo.No era así. Este documental es honesto, crudo, real, cero edulcorado y deja expuesta la vulnerabilidad de la protagonista de esta historia.Todo lo que ahora es ella se explica por ese deseo que estuvo reprimido durante tantos años por tabú, vergüenza y los prejuicios de la sociedad americana. Nunca es fácil dar ese primer paso. Imaginen si para hacerlo, además, esperaste 60 años de tu vida. Las preguntas son las de siempre: ¿me seguirán queriendo?, ¿qué pasará con las personas que me conocen de mi vida anterior?, ¿me llamarán por mi nombre de mujer?, ¿pensarán que soy mujer?, ¿qué es ser mujer? Mientras la veía, no podía dejar de empatizar con todo el dolor y sufrimiento de Harper: una vida negando su sentir y tratando de matar su deseo incontrolable hasta que decide dejar de luchar contra su naturaleza.
Al conocer más historias como esta, siempre vuelvo sobre lo mismo. ¿Cuántas personas se sentirán así en el mundo? ¿Cuántas personas habrá confundidas y con temor? ¿Cómo hacen para seguir adelante? Si hicieran un censo mundial, estoy convencida de que seríamos un numero inimaginable. También no dejo de pensar en cuánto daño les hicieron a nuestras identidades y cuánto trabajo hay por hacer. Lo primordial es desarmar los estereotipos hegemónicos y entender que las personas travestis y trans somos tan diversas como la misma humanidad. Algunas muy femeninas, otras muy masculinas, pero todas con el mismo deseo de ser quienes somos. Debemos dejar de caer en la trampa de compararnos con mujeres. Si hacemos esto, vamos por mal camino. Nuestras identidades se manifestaron o salieron a la luz mucho antes de diferenciar teóricamente qué era ser hombre o mujer o ser conscientes de lo establecido culturalmente como masculino femenino. Yo crecí sintiéndome diferente: no era un nene y no era una nena, era una persona trans. Lo conocido culturalmente como femenino habitaba todo mi ser y nadie podía explicarme o contenerme. Crecí creyendo que estaba fallada o que había algo mal en mí. Solo era diferente. Por suerte, a los 17 tuve el valor de plantarme ante mi familia y la sociedad. No todas pudieron y aún se esconden en sus vidas inventadas. Las comprendo: yo creo que la valentía de mi adolescencia me dio el valor de salir del closet y aún hoy después de tantos años tengo los mismos temores e inseguridades que Harper y ese ideal de femineidad me resulta inalcanzable. Por eso, es necesario asumir nuestras identidades desde un lugar de seguridad y confianza con más representación en los medios de comunicación siendo nosotras.
El presupuesto para que se implemente exitosamentela ESI en 2025 es, por ahora, inexistente.Todo el trabajo de tantos años se perderá y no sé cuánto tardemos en recuperarlo. Hoy el legado está en nuestras manos. Hay que seguir compartiendo historias como estas y soñando con un mundo más amoroso, empático, sin rótulos y sin prejuicios.