Chile: cuando el trabajo vuelve al centro de la política

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Desde Santiago de Chile

En las primarias presidenciales del oficialismo chileno, realizadas este domingo, Jeannette Jara, exministra de Trabajo y dirigente con arraigo sindical, se impuso con más del 60 por ciento de los votos válidos. Detrás quedaron Carolina Tohá (28%), del socialismo democrático ligado a la vieja Concertación; Gonzalo Winter, del Frente Amplio (9%); y Jaime Mulet, representante del regionalismo (2,7%). Aunque fue una elección voluntaria con baja participación, el resultado tiene un peso político claro: ganó una agenda de clase, centrada en el trabajo, los salarios y la seguridad social.

Jeannette Jara no es una outsider ni una figura de marketing. Fue ministra de Trabajo durante tres años, y desde allí impulsó tres de las políticas más valoradas del gobierno de Gabriel Boric: la reducción de la jornada laboral a 40 horas, los aumentos sostenidos del salario mínimo (con participación de la CUT, la principal central sindical chilena), y la reforma previsional que busca terminar con las pensiones miserables del sistema de capitalización individual heredado de Pinochet.

Lo irónico —y revelador— es que esa agenda nunca fue prioritaria para el Frente Amplio, el espacio del propio Boric. Desde que llegó al poder, el presidente apostó por alianzas con la exConcertación y acuerdos con la derecha parlamentaria, dejando de lado a los movimientos sociales y al sindicalismo que lo habían acompañado hasta La Moneda. El resultado: desilusión en la base popular y una gestión que evitó enfrentar la contradicción entre capital y trabajo.

Una encuesta nacional de marzo de este año mostró el síntoma con claridad. La desaprobación del gobierno se mantiene en torno al 60 por ciento. Sin embargo, la política más reconocida positivamente por la ciudadanía fue la agenda laboral, y en particular, la ley de 40 horas, impulsada por Jara. Mientras el gobierno buscaba reformas institucionales que nunca cuajaron, fue el mundo del trabajo el que conectó con el pueblo.

La victoria de Jara reordena el mapa político dentro del oficialismo. Por primera vez en muchos años, una figura con trayectoria sindical, con discurso de clase y con resultados concretos en mano, se pone al frente del espacio progresista. No es una candidatura testimonial ni simbólica: es una postulación con vocación de mayoría, que recupera el conflicto distributivo como eje del debate.

¿Está todo cuesta arriba? Por supuesto. El ultraderechista José Antonio Kast lidera las encuestas con alrededor del 24 por ciento, y cuenta con el apoyo explícito del poder económico, los grandes medios y los sectores más reaccionarios de la sociedad chilena. Pero el dato no menor es que, por primera vez, una candidatura que interpela ese orden no lo hace desde la impotencia ni desde la nostalgia, sino desde la experiencia de gobierno y con legitimidad social.

Si Jara gana, será un parteaguas para el progresismo regional. Pero incluso si no lo logra, su liderazgo puede convertirse en el punto de partida de una oposición firme, popular y con raíces en el mundo del trabajo, algo que ha escaseado en Chile desde hace décadas. En cualquier escenario, lo que se abrió con esta primaria es una posibilidad: la de volver a pensar un proyecto político que no se limite a gestionar lo existente, sino que dispute el modelo desde abajo, con una agenda de derechos concretos y con el trabajo en el centro de la escena.

En tiempos donde la derecha extrema crece en muchos países apelando al miedo y al odio, poner sobre la mesa la dignidad, el salario y el tiempo de vida no es solo una respuesta: es un acto profundamente político.

Leonel Poblete Codutti es trabajador de las comunicaciones y asesor sindical. Vive en Chile y escribe sobre política latinoamericana desde una perspectiva de clase.

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