El Balseiro, el ejemplo más contundente de la fuga de cerebros

hace 1 month 7
ARTICLE AD BOX

La fuga de cerebros no se detiene en los organismos científicos y tecnológicos de Argentina. Si se tiene en cuenta el último año de Alberto Fernández y el inicio del mandato de Javier Milei, entre jubilaciones y renuncias, ya son 62 las bajas docentes en el Instituto Balseiro nada más. El principal problema es que los puestos son cubiertos por jóvenes recién graduados y no equiparan la experiencia de aquellos que dejan la institución. Para completar el cóctel, si años previos los estudiantes inscriptos a sus doctorados en Ingeniería y Física eran entre 15 y 25, a octubre de este año no hay ni uno solo. En la actualidad, los jóvenes no vislumbran buenas chances de progreso en suelo local.

En diálogo con Página 12, el director del Balseiro, Mariano Cantero, cuyo discurso puede condensarse en su desgarrador "Estoy desesperado", detalla el panorama: “Trato de ser muy cuidadoso con la investidura presidencial y con los legisladores, pero hay que contar fría y crudamente la realidad que estamos pasando”. Y continúa: “Las instituciones no son las infraestructuras, sino las personas. La caída en los salarios de los científicos no comenzó ahora, ya estábamos bajos; lo que ocurre es que en el presente todo se aceleró a un ritmo que da temor. Con seis meses más así, no queda nada. Hay mucha angustia entre los docentes y los no docentes, porque no llegan a fin de mes”.

Como cualquiera podría haber aventurado durante la campaña, la motosierra libertaria no distingue “lo que funciona” de lo que no, y comienza a deshilacharse un instituto de punta con décadas de dedicación y resultados que avalan su prestigio. La comparación con los 90, cuando Argentina tenía el cartel “Se vende”, es muy clara según el ingeniero nuclear. “Esto mismo que vivimos hoy, lo viví como estudiante del Balseiro a fines de los 90. La diferencia es que el mundo va mucho más rápido. Por eso, el impacto de perder recursos humanos hoy es mucho más extremo con respecto a lo que sucedía hace 30 años”.

“Me quita el sueño esta preocupación” es una frase que se cuela en medio de su relato. Para colmo, dice Cantero, “el contexto no ayuda a los alumnos y profesores que podrían venir, porque Bariloche es una ciudad carísima”. Según refiere, entre el alquiler de una casa, el colegio de los chicos y alguna actividad extra, la comida y los impuestos, superan el millón y medio de pesos. “Nuestros salarios están bajísimos, son una miseria”, remata.

Formados por el Estado, expulsados por el gobierno

Uno de los aspectos que suelen destacarse con la fuga de cerebros es que se pierden recursos muy valiosos, en la medida en que se marchan cuando el Estado ya ha dedicado una inversión considerable en su formación de grado, doctorado, posdoctorado y en un eventual ingreso a instituciones como Conicet. Precisamente, cuando llega el momento de que los investigadores retornen la formación recibida a través de resultados y la educación, a su vez, de nuevos recursos humanos --cuando alcanzan la madurez en la carrera-- deben marcharse porque el país les cierra las puertas.

En este sentido, la mayoría de las renuncias que destaca Cantero corresponden a la franja etaria de investigadores que tienen entre 35 y 45 años, es decir, que poseen entre 5 y 10 años de experiencia en los diferentes campos disciplinares. En cambio quienes se incorporan como profesores para cubrir las vacantes, tienen 28 o 30 años y están recién doctorados. En esa brecha, se pierden 15 años de experiencia. Es el caso, por ejemplo, de lo sucedido durante el último mes, cuando renunció el director de la carrera de Ingeniería Nuclear, doctor especialista en temas electrónicos que se fue a Estados Unidos. También, durante los últimos 30 días dejaron sus cargos un especialista en Inteligencia Artificial que se fue a España y otro en física de láseres que hizo lo propio y viajó a Alemania. “Si esto se espiraliza a este ritmo vamos a tener un problema grande, porque la ciencia y la tecnología avanzan muy rápido, no dan respiro. Rápidamente quedaremos relegados en temas nucleares”, advierte.

Lo mismo sucede en las universidades nacionales, cuyos docentes de prestigio comienzan a marcharse al sector privado, o bien se dedican a otros campos. “El denominado ‘valor de mercado’ de un docente-investigador del Instituto Balseiro es cuatro o cinco veces lo que gana acá. No hace falta ir a Europa o EEUU, ya que en Brasil o Uruguay un profesor de tiempo completo gana algo así como cuatro o cinco mil dólares. Las ofertas internacionales son muy altas y no las pueden rechazar”, dice.

En el pasado, cuando la brecha salarial entre lo que pagaba Argentina y lo que destinaban los países vecinos no era tan grande, los recursos humanos formados por el Balseiro fueron la llave para la creación de empresas tecnológicas como Invap, NA-SA y sus centrales nucleares de potencia, la Fábrica de Aleaciones Especiales (FAE), la Fábrica de Combustibles Nucleares Argentinos, la Empresa Neuquina de Servicios de Ingeniería (ENSI), la Planta Industrial de Agua Pesada, así como los Centros de Medicina Nuclear y Radioterapia en varias regiones de Argentina.

Aulas vacías

Según el director, los docentes no solo se van por la desactualización de sus salarios con respecto a la región, sino también por las pocas o nulas ventanillas en las cuales pueden postularse para hallar un trabajo. Como se describió en notas previas, el Gobierno prácticamente paralizó las inversiones en el desarrollo nuclear del país. Lo que sucedió con el Carem, el reactor 100 por ciento argentino, es ilustrativo: aunque restaba poco tiempo para poder finalizar la obra (que redundaría en el ingreso al país de miles de millones de dólares), el gobierno decidió paralizarla y echar a todos sus empleados.

Al compás de la fuga de profesores se produce otro fenómeno: disminuyen las matrículas de inscripción a las carreras que ofrece el Instituto. “Por primera vez en la historia, a octubre de este año, no hay estudiantes de doctorado inscriptos”. De hecho, según confiesa el director, recién se están evaluando las primeras tres postulaciones, cuando tradicionalmente se inscribían y se graduaban camadas de entre 15 y 25 alumnos. Ello puede explicarse, en parte, por un sentido común: la falta de futuro.

Del Gobierno no había novedades hasta la semana pasada, cuando Eduardo Serenellini, secretario de Prensa de Presidencia de la Nación, visitó el Instituto. “Le conté lo que hacemos y quedó sorprendido gratamente. Al mismo tiempo, aproveché para compartirle que para sostener los resultados que históricamente tuvimos necesitamos tener a las personas en Argentina. Las instituciones son las personas y se nos están yendo. Podemos dar muchísimo a la Argentina, necesitamos que el presidente lo sepa”.

La Inteligencia Artificial, por ejemplo, es un tópico que el propio Javier Milei se interesa en publicitar. El país podría transformarse, desde la perspectiva del Ejecutivo, en un “polo de innovación”. Al respecto, Cantero refiere una experiencia puntual. “Estábamos armando una diplomatura en Inteligencia Artificial. La persona que estaba trabajando con nosotros y estaba armando todo acaba de irse a España. Ahora tengo que buscar cómo lo reemplazo”, dice.

Sin valor agregado

La fuga de cerebros se produce en tiempo real, en uno de las instituciones de referencia a nivel nacional e internacional. Aulas de las que participaron referentes y expertas de la talla de Juan Martín Maldacena, Karen Hallberg, Conrado Varotto y Fabiana Gennari, entre otros.

El Balseiro, creado en 1955 y de gestión compartida entre la Universidad Nacional de Cuyo y la Comisión Nacional de Energía Atómica, es la mejor expresión que reúne a los cerebros más importantes en materia de ingenierías (nuclear, mecánica y telecomunicaciones) y física, sectores pujantes para el desarrollo de cualquier nación, menos para Argentina. También posee carreras de posgrado vinculadas a medicina nuclear, radioterapia e investigación interdisciplinaria en salud.

De hecho, como reza en su sitio oficial: “Con el convencimiento de que nuestro país debe desarrollarse en base a una matriz productiva de alto valor agregado, el Instituto Balseiro aporta profesionales y conocimiento para el sector nuclear con fines pacíficos y para áreas estratégicas, como energía, alimentos, salud, ambiente y comunicaciones”. La clave para comprender por qué este gobierno también ajusta a este Instituto radica en el fragmento: “matriz productiva con alto valor agregado”. En concreto, el actual gobierno no posee ni matriz productiva, ni tiene intenciones en agregar valor de ningún tipo.

Esta fuga forma parte de la lucha que la gestión libertaria tiene con las universidades, el sistema científico y todas las instituciones que participan de la producción del conocimiento y posibilitan, en definitiva, la movilidad social ascendente. Ese fenómeno que provoca que, a mediano plazo, la desigualdad se acote.

“Hay algo que en el medio del conflicto se pierde de vista y es que las instituciones son las personas”, define Cantero. Por eso, ajustar el bolsillo de las personas es destruir las instituciones. El gobierno lo tiene en claro, quizás por eso actúa en consecuencia.

[email protected]

Leer el artículo completo